Número de pizzerías y grado de turistificación de una zona, la relación jamás contada
Hay un alto porcentaje de probabilidades de que cada nuevo local de restauración que se abre en Malasaña sea una pizzería, bien de las de sentarse, bien de las de que sirven el producto para llevar. Estas últimas, además, no necesitan tener licencia de bar-restaurante, algo imposible de conseguir en una zona en la que la ZPAE evita, al menos sobre el papel, la apertura de más establecimientos hosteleros. En los últimos meses, en el barrio de Universidad han abierto no menos de seis establecimientos de este tipo: Grosso Napoletano, NAP, Pick-za, Slais, Súbito o Antonia Pizzas.
No es que se esté produciendo una invasión de pizzerías, Malasaña ya estaba invadida, pero es curioso observar cómo prolifera este tipo de oferta gastronómica e imposible no pararse a pensar en el porqué del fenómeno. La conclusión a la que hemos llegado es que el turista-visitante come pizza, mucha pizza.
Seguramente esta explicación, así expuesta, sin más, pueda parecer simplista pero es que todavía ningún estudio, al menos que conozcamos, se ha propuesto crear un índice que relacione el número de pizzerías que hay en una zona con la turistificación creciente en ese mismo espacio. De existir, es muy probable que elevaría la hipótesis que planteamos a categoría de teoría. Si The Economist logró que el mundo económico tuviera en cuenta su Índice Biig Mac quién sabe hasta dónde llegaría el que proponemos de recoger este guante la persona o institución adecuada.
¿Por qué será que en una zona con amplia oferta de pizzas continúan apareciendo establecimientos que insisten en pelear por ese mercado? Confiando en que quien emprende habrá hecho un más que recomendable plan de negocio, no podemos más que concluir que habrá visto que aún hay nicho, que la demanda no está del todo satisfecha.
Con el objetivo de tratar de dar consistencia a nuestra mera intuición de observadores pulsamos la opinión de tres expertos en turismo de masas, psicología y gastronomía. Ninguno de ellos, desde sus distintos puntos de vista, considera descabellada nuestra hipótesis que relaciona número de pizzerías y grado de turistificación de un lugar.
Pizza y especialización en ocio
Pizza y especialización en ocio
Pedro Bravo, autor del libro sobre turismo 'Exceso de Equipaje' y periodista especializado en temas de ciudad, comenta que lo que planteamos tiene su lógica y que no sólo son los turistas que llegan a Malasaña el público potencial de esta oferta, sino que lo es cualquiera de los muchos visitantes de otros lugares de Madrid que atrae la zona. “La especialización en ocio de algunos barrios” favorece un tránsito constante de gente de fuera y “Malasaña, además, cuenta con la llamada del ocio nocturno”. En este contexto cabe destacar que “la pizza es comida barata y fácil de llevar”.
Bravo, que ha hablado en su libro sobre los impactos negativos del turismo en nuestra vida diaria, constata en él que el cambio que propicia el turismo masivo en los centros de muchas ciudades es algo que viene pasando desde hace décadas en lugares como el Levante español, pero que es ahora cuando se habla más de ello porque los medios de comunicación prestan más atención a lo que sucede en las grandes urbes. ¿Cuántos lugares para tomar pizza habrá en Benidorm?
Con el verano aún muy reciente en nuestras cabezas, quizá sólo deberíamos pensar en el último casco histórico de pueblecito de playa que hayamos visitado. ¿Cuánto restaurante con comida italiana habremos visto en sus calles repletas de comercios para turistas y vacías de población autóctona?
Acierto seguro
Acierto seguro
Tras Pedro Bravo, planteamos el tema pizza-turismo al psicólogo, psicoterapeuta y divulgador malasañero Luis Muiño. Dado que es un alimento que gusta a todo el mundo, una pizza siempre va a ser un acierto a la hora de optar por qué comer y una elección fácil, que no precisa de sesudos estudios de cartas de locales y que, incluso, salva fácilmente la hipotética barrera del idioma. En vacaciones poca gente tiene ganas de que le hagan pensar demasiado.
“La hipótesis que planteáis me parece una intuición razonable. La motivación hedonista, que es la que se potencia en vacaciones, pide refuerzo a corto plazo. Son épocas del año en las que no admitimos la demora del refuerzo: no comemos, por ejemplo, con el objetivo de sentirnos sanos a medio plazo; sólo buscamos endorfinas fáciles, sin autocontrol, para conseguir un objetivo mayor. Para todo ello, ¡nada como la pizza!”
La pizza, además, es para el turista-visitante un producto que le aporta seguridad. Encontrarse con ella en el lugar que visitamos produce un alivio similar al de localizar un DIA, un Carrefour Exprés o un Mercadona cerca del hotel o del apartamento que hemos elegido para pasar las vacaciones. Bares donde beber no nos faltarán y, seguramente, heladerías tampoco. Con esas mínimas seguridades, el viajero ya podrá lanzarse tranquilamente a la aventura.
Puede que llegado a este punto al lector que nunca haya entendido cómo se puede optar por comer pizza cuando, por ejemplo, se visita algún lugar con afamada y singular gastronomía, aún no haya visto claro lo acertado de la relación pizza-turismo que estamos planteando.
Sin embargo, a éste, cabe recordarle que nuestra propuesta de índice de lo que hablaría es de turismo masivo más que de turismo en sí. Por supuesto que existe un turista gastronómico que aprecia y busca cocinas locales y sostenibles por encima de todo, pero éste sería transparente para nuestro estudio; una minoría, en todo caso, en tiempos de los viajes low cost y los alojamientos airbnb.
Un ejemplo claro de buena parte de lo que estamos hablando lo hallamos en el testimonio de una familia de Malasaña que el pasado agosto, estando de vacaciones en un pueblo de Málaga, se encontró ante la siguiente situación a la hora de elegir dónde cenar: el padre quería -porque le apetecía y creía que correspondía- comer a toda costa pescado, pero resulta que tanto la madre como la hija mayor se habían hecho recientemente vegetarianas, al tiempo que el hijo pequeño no tragaba casi verdura alguna y pedía chuletón. Solución: tres de las siete noches que acabaron comiendo fuera lo hicieron en una pizzería que estaba siempre abarrotada de gente.
“España tiene sus propios emblemas de turistificación alimentaria”
“España tiene sus propios emblemas de turistificación alimentaria”
Ese éxito rotundo que tiene la pizza entre la práctica totalidad de los paladares (se estima que cada año se venden más de 5 mil millones de pizzas y que, aproximadamente, uno de cada cinco restaurantes que hay en el mundo son pizzerías) nos lleva a consultar sobre ella con Lucía V. Menéndez, crítica gastronómica de Malasaña a Mordiscos, traductora del libro de Benedetta Parodi Cocina italiana per tutti y socia-fundadora de Bocconcini, empresa de importación de productos alimentarios italianos diferentes y de calidad.
Su visión de gastrónoma en seguida advierte: “Hay pizzas y pizzas”. Para ella, solo “determinado tipo de pizza tiene un vínculo claro con el tema de la turistificación”, en referencia a la pizza para llevar que sirven los locales de comida rápida y estilo americano.
“Creo que pasa lo mismo con el sushi: el californian-roll es una versión guarripeich del uramaki. Hay una comida en versión basura, con menor calidad de ingredientes y de elaboración que es la que, creo, está vinculada a la turistificación. Hamburguesa, pizza, sushi, tacos... Todo eso en versión americana es típico de la turistificación. En España tenemos nuestros propios emblemas de turistificación alimentaria: véase 100 Montaditos o Lizarrán”.
Aún así, le hacemos notar que los ejemplos de comida para llevar “versión basura” que nos pone no han llegado a cuajar en un lugar como Malasaña, donde se han abierto y cerrado sitios de perritos calientes, los kebabs son testimoniales, el boom de las hamburgueserías hace tiempo que se desinfló, etc. Sin embargo, las pizzerías siguen creciendo...
“¿Por qué triunfa la pizza? La pizza al corte es fácil de comer mientras vas andando, es como un bocata pero sin cerrar, o como una hamburguesa, la puedes comer en cualquier momento, en cualquier lugar, cuesta poco y, algunas, incluso parecen sanas. En España (y en EEUU), donde la salsa de tomate tiene un punto azucarado importante -con añadido, incluso, de azúcar-, a diferencia de la salsa de tomate italiana, esto hace que sea aún más popular: gusto sencillo, infantil, dulce, facilón”.
La pizza es una parte fundamental de la homogeneización de los lugares, algo consustancial a un turismo masivo que agradece y alimenta su papel de especie gastronómica invasora. A nuestra hipótesis se le está poniendo cara de teoría.
Las nuevas pizzas de Malasaña
Las nuevas pizzas de Malasaña
Tal y como avanzamos al principio del artículo, son seis las últimas aperturas de locales de hostelería en Malasaña donde se puede tomar pizza. Tres de ellos son restaurantes pizzerías, mientras que los otros tres ofrecen porciones para llevar y pizzas a domicilio.
Súbito, el penúltimo negocio de este tipo instalado en el barrio de Universidad, transformó justo antes del verano la esquina de Corredera Baja de San Pablo con Escorial, donde toda la vida había habido un herbolario, en un expendedor de pizzas al corte. Casi al mismo tiempo abría muy cerca, también en Corredera de San Pablo, Slais, un sitio con una oferta similar.
Poco antes, en la esquina de San Bernardo con Noviciado, en lo que fue durante décadas el añorado Bar Noviciado, abrió NAP, un restaurante que presume de ofrecer auténtica pizza napolitana. Casi al mismo tiempo llegaban las porciones de Antonia Pizza a la calle del Dos de Mayo.
Algunos meses más llevan abiertos Pick-za, en Espíritu Santo, y Grosso Napoletano, en Pez. Ambos establecimientos se sitúan en dos de las calles más transitadas del barrio. El gancho del primer local es el coste reducido de sus pizzas y la posibilidad de elegir todos los ingredientes de la misma, mientras que el segundo apuesta por hacer bandera de la autenticidad de su masa y de su horno tradicional. Es fácil que al pasar delante de sus puertas en cualquiera de ellas nos ofrezcan un trocito de producto para probar.
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