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Urbanismo táctico para las nuevas peatonalizaciones de Madrid: pintura azul, sin multas y con quejas por no poder aparcar

Un motorista circula por la zona peatonal de la calle Laín Calvo, en Latina

Diego Casado

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“Nos tendremos que acostumbrar, han sido muchos años pasando coches por esta calle”. El que habla es Germán, vecino de Arganzuela desde hace dos décadas, mientras mira desde la barra de su bar la calle Miguel Arrendondo. Los operarios del Ayuntamiento llegaron allí hace unos días, pintaron las entradas de azul y colocaron dos carteles que prohibían la circulación en ese tramo, para cumplir la promesa que hizo en diciembre el alcalde: la de peatonalizar 48 calles en los 21 distritos de forma definitiva.

De momento, el Ayuntamiento de Madrid solo ha intervenido en dos distritos, Arganzuela y Latina. El resto de las peatonalizaciones se irán anunciando según se vayan ejecutando, informan fuentes del área de Movilidad. La que afecta al bar de Germán comprende la manzana del Mercado de Guillermo de Osma, hasta ahora rodeado por carreteras y que dentro de poco tendrá 2.326 metros cuadrados más de acera.

Para señalar la peatonalización, desde Movilidad han optado -explican- por un método “más intuitivo”: marcar la calzada con grandes superficies azules a la entrada de cada zona reservada a los peatones, pero todavía sin hacer obra ni poner policías en los accesos que hagan cumplir la nueva normativa. También se ha borrado la pintura verde que mercaba los aparcamientos para residentes. Urbanismo táctico antes de que lleguen las obras, que todavía tardarán.

El resultado en Arganzuela es una calle por la que pasan menos coches, pero que todavía se utiliza para el tránsito de vehículos y para carga y descarga. En paralelo, algunos vecinos se han lanzado a conquistar el espacio ganado al coche, con algún que otro conflicto. Germán relata el de una furgoneta despistada que casi atropella a un padre con sus niños, que circulaban en bicicleta aprovechando el corte al tráfico. El incidente no pasó de una breve discusión por el susto y la promesa de no volver a pasar conduciendo por la calle.

Aunque alrededor del mercado han desaparecido la mayoría de los coches, no ha sucedido lo mismo en la otra peatonalización llevada a cabo hasta ahora por el Ayuntamiento, en Puerta del Ángel (Latina). Allí se ha cortado el tráfico en la calle Doña Urraca y en la pequeña Laín Calvo, para mejorar los accesos al Mercado de Tirso de Molina. De momento los vecinos siguen aparcando en ellas y coches y motos circulan con normalidad, mientras los viandantes caminan arrinconados por aceras estrechas, como siempre. “La peatonalización no funciona nada, porque pasan todo el rato coches, la gente aparca y no ponen multas”, explica un vecino varios días después de que llegara la pintura azul.

Uno de los puntos calientes de las peatonalizaciones está en la desaparición de plazas de residentes, que tiene encendido a una parte del vecindario conductor. En Arganzuela se han suprimido una treintena y en Latina van a eliminarse más de 40 estacionamientos. En el entorno de Olavide desaparecerán 28 espacios en el que hasta ahora aparcan coches. Ganar metros para los peatones implica quitárselos al tráfico rodado.

“No me parece bien, me va a costar un montón aparcar. Cada vez que tenga que mover el coche voy a dar 300.000 vueltas”, se queja Jaime, vecino de la calle Doña Urraca. Él trabaja en Boadilla y cuenta que la conexión del transporte público es mala: “El coche lo necesito”, se justifica. Marc, otro de los habitantes con vehículo motorizado de este barrio de Latina confirma que las dificultades van a ir a más en un barrio con más vehículos que espacio para estacionar: “Para aparcar en este barrio tienes que intentarlo a las 9.30 de la mañana, si no es imposible. O tienes párking o es muy difícil”.

Con las peatonalizaciones de Puerta del Ángel se ganarán 6.600 metros cuadrados de espacio peatonal en un barrio con aceras de apenas un metro de anchura: “Es complicado andar por muchas zonas, las aceras son muy estrechas y hay calles muy angostas”, apunta Diana, otra vecina que acude al mercado caminando por la calzada cortada. No tiene claro si la pintura azul es para marcar un nuevo paso de cebra o afecta a toda la calzada. También hace hincapié en que en estas calles los conductores son más cuidadosos: “Creo que respetan mucho a los peatones porque hay mucha gente mayor”.

Primero la pintura, luego las obras

Volviendo al bar Cabrera, el de Germán, se confirma que el no poder aparcar es la discusión más recurrente de sus clientes cuando llegan a la barra. A él y a Lucía, su pareja, les viene bien la peatonalización “porque podremos sacar terraza, supongo”, pero no terminan de entender que se haga desaparecer toda la zona verde situada detrás del mercado, en la que no hay ningún comercio, ni local, ni siquiera entrada a algún portal. “Ahora va a empezar a estar más jodido dejar el coche”, confirma un grupo de jóvenes en la puerta del local.

El modus operandi del Ayuntamiento para ejecutar todas las peatonalizaciones será el siguiente: primero llegará la pintura azul con el logo de Madrid 360 y las señales verticales marcando los cortes; después se ejecutarán las obras, aunque en el Consistorio no aclaran si respetarán los trazados marcados inicialmente por el Ayuntamiento o podrán ser cambiados si hay presión vecinal. “La peatonalización definitiva depende de Obras”, se limitan a explicar en Movilidad.

El penúltimo experimento de ensanche de aceras en Madrid con urbanismo táctico fue el de Gran Vía, donde el gobierno de Ahora Madrid probó a ampliar el espacio para el peatón antes de contratar unas obras que en su momento generaron polémica en los medios, pero que ahora parecen totalmente asentadas. El último fue el de la calle Galileo, donde se delimitaron tramos de calzada con pintura amarilla y maceteros, algo que no gustó a una parte del vecindario y a los partidos de la oposición, que presionaron fuertemente para revertir la operación y no perder una veintena de plazas de aparcamiento.

Habrá que ver ahora la recepción en cada una de las nuevas 21 peatonalizaciones -entre ellas algunas muy relevantes en la calle Fuencarral o en los alrededores de Olavide- en las que probablemente desaparezcan bastantes más zonas de estacionamiento.

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