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Las estatuas de Lenin y Pablo Iglesias que fueron enterradas bajo el suelo de Madrid

Actual monumento a Pablo Iglesias, en la calle del mismo nombre

Luis de la Cruz

2 de abril de 2022 22:06 h

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En la calle de Pablo Iglesias, casi esquina con la de Reina Victoria, se encuentra un gran busto de Pablo Iglesias, el fundador del Partido Socialista Obrero Español y la Unión General de Trabajadores. La escultura, que de tanto en tanto aparece teñida de pintura por los detractores del socialismo, se sostiene sobre un pedestal del escultor Pepe Noja y es una copia en arenisca realizada por este escultor de la que en su día esculpió en granito Emiliano Barral. La original estaba integrada en un conjunto más amplio, que incluía una parte titulada Trofeo homenaje a las herramientas, entre otras, y estaba colocada en el Paseo de Camoens. De hecho, es poco conocido que una de las figuras del grupo escultórico que representa al pueblo pertenece a la colección del Museo de Historia de Madrid.

Barral ya había dibujado el rostro del pope socialista en su lecho de muerte en 1925: lo modeló en barro y lo convirtió en caliza para su mausoleo del Cementerio Civil en 1929. En 1932 el Ayuntamiento de Madrid convocó un concurso público para hacer el gran monumento de Iglesias en el Parque del Oeste y Barral lo ganó en compañía del arquitecto Santiago Esteban de la Mora y el pintor Luis Quintanilla.

La obra fue inaugurada el 3 de mayo de 1936 entre un mar de puños en alto y cánticos de La Internacional, con la presencia del alcalde Pedro Rico y otras autoridades. El monumento, que había sufrido daños por su cercanía del frente, permaneció tapiado después de la guerra y fue finalmente dinamitado. Los restos se trasladaron a El Retiro para ser triturados y usados como relleno en la valla de la calle Menéndez Pelayo. Sin embargo, el militante José Pradal, director de las oficinas del Parque, consiguió mover la cabeza maciza de 1500 kilos por la noche y enterrarla en los jardines de Cecilio Rodríguez con la ayuda de otros trabajadores del recinto. Luego, hizo un plano y lo envió por correo a su hermano Guillermo, ex diputado del PSOE y director de El Socialista, que vivía exiliado en Francia.

Fue la hija de Guillermo Pradal quien hizo llegar en 1977 el plano al PSOE y el 7 de febrero de 1979 Alfonso Guerra y otros socialistas asistieron al descubrimiento del busto. En principio, se pensó recuperar otras partes del monumento, presuntamente dispersas y arrinconadas en los almacenes municipales, y hasta se planteó la posibilidad de convocar un concurso artístico para reintegrarla. La idea era devolver el monumento a su lugar original coincidiendo con el centenario del PSOE en 1979, pero la empresa no se pudo llevar a cabo.

Emiliano Barral fue un importante escultor realista, autodidacta y de clase trabajadora (en su familia eran canteros y se crio en un ambiente anarquista). Cayó muerto por un disparo de mortero en la cabeza cuando visitaba el frente de Usera en 1937 y en su tumba se pueden leer las palabras que le dedicó Antonio Machado: Y aunque su vida murió, / nos dejó harto consuelo / su memoria.

La costumbre de enterrar estatuas en momentos de agitación política no es exclusiva de estos lares. Por ejemplo, en Berlín desenterraron en 2015 una cabeza gigante de Lenin que llevaba oculta bajo tierra desde que se derribara la estatua que la portaba, coincidiendo con la caída del Muro de Berlín en 1989 –es una imagen muy simbólica que sale, por ejemplo, en la película Good Bye, Lenin–.

Un caso similar, con el líder bolchevique como sujeto, tuvo lugar en Madrid muy cerca del busto de Iglesias, aunque de momento no se ha localizado el cuerpo. En un edificio moderno de la calle Justo Dorado Dellmans (en la zona de Guzmán el Bueno, muy cerca de Cuatro Caminos) puede contemplarse la placa que recuerda al escultor Francisco Pérez Mateo, que tuvo allí residencia y taller. Aunque su nombre ha sido hoy parcialmente reivindicado, permaneció en el olvido durante mucho tiempo pese a ser pionero del Nuevo Realismo y la Nueva Objetividad, según los entendidos.

En noviembre de 1936, Pérez Mateo se alisto en el Quinto Regimiento de los Cuatro Caminos y se presentó voluntario para ir al frente, haciendo caso omiso de los intentos de sus allegados de que se limitara a contribuir con su arte a la causa antifascista.  Antes de empuñar las armas, vendió su casa-taller y sus dos últimas obras a un músico llamado Pereda. Las esculturas eran Lucha grecorromana –su especialidad era el arte deportivo– y Busto de Lenin, que habían sido encargadas por el Partido Comunista. El artista cayó en el frente de Carabanchel luchando en el batallón Comuna de París por las ideas que ya había defendido en la Primera Exposición de Arte Revolucionario, en 1933.

Pereda, asustado por la cercanía del frente, enterró las dos obras en lo que entonces era un barranco y huyó. Luego, el silencio cubrió su recuerdo como la tierra había hecho con las esculturas. El hotelito del escultor siguió en pie hasta 1997, cuando una constructora compró los terrenos para edificar el edificio de viviendas actual, en el cruce de las calles Justo Dorado Dellmans y Explanada. Fue entonces cuando los herederos de Pereda contaron la historia a la empresa constructora y esta, a su vez, pidió permiso para llevar a cabo el rescate de las obras.

Según recogía entonces el periódico El País, el viceconsejero de Patrimonio de la Comunidad de Madrid de tiempos de Ruiz Gallardón lo explicó públicamente de la siguiente manera: “Los informes técnicos dicen que el busto está bajo el asfalto. Intentaremos hallarlo”. Tras las indagaciones de rigor, los técnicos de Patrimonio situaron la posible localización de las estatuas entre la acera y la calzada de la calle Justo Dorado Dellmans, a tres metros de profundidad. Sin embargo, no hubo suerte con la búsqueda. ¿Seguirán enterradas aún en la zona?

La obra de Pérez Mateos es un buen ejemplo de arte obrero de los años 30. Realizó, por ejemplo, un gran relieve en cemento para el frontispicio del cine Capitol con motivo del estreno de Tiempos Modernos. Aparecían, en primer plano un obrero y, al fondo, maquinaria industrial. En el comienzo de la guerra bocetó también milicianos para carteles de propaganda en el seno de la Alianza de Intelectuales.

Sus esculturas, se expusieron por primera vez en 1982 en la facultad de Bellas Artes de Madrid, precisamente junto con las de Emiliano Barral. En 2002 el Museo Nacional de Arte Reina Sofía recuperó parcialmente su obra con la exposición de algunas esculturas, dibujos y fotografías originales. La suya es una obra reducida, por su muerte prematura y la desaparición de su trabajo. Muchas de sus esculturas se vendieron, sin catalogar y a veces sin firmar, en el Rastro en la década de los cincuenta

Ambos artistas recibieron un homenaje en París después de muertos, coincidiendo con la Exposición Universal de 1937. Las piezas expuestas ese año en París estuvieron sin localizar hasta los años ochenta en un ejemplo de cómo el olvido y el expolio se solaparon después de la guerra de los años treinta.

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