Sorpresa y recelos de los repartidores en el estreno de la app para reservar plazas de carga y descarga en Madrid
Con una mezcla de fastidio y resignación explica Pilar, controladora de estacionamientos de Madrid desde hace “muchos años”, que los conductores prácticamente no se han enterado de que desde este lunes está vigente en la ciudad el sistema digital de reserva de plazas de carga y descarga. El nuevo método obliga a los repartidores a instalar una aplicación en sus teléfonos móviles, Madrid DUM 360 –DUM quiere decir Distribución Urbana de Mercancías–, para poder ver en cuáles de esas zonas se puede aparcar. Aunque las señales incorporan ya visibles avisos con códigos QR, la trabajadora constata que “la gente no se entera; tiene la placa delante y no la ve”.
Los conductores de vehículos comerciales deben descargar la citada app e introducir los datos de la matrícula de sus coches o furgonetas para conocer dónde pueden aparcar. Tienen 45 minutos de margen (alguno más si el coche es de bajas emisiones). Si se pasan, se arriesgan a una multa que podrá ser impuesta por el controlador, la Policía o a través de los coches municipales con cámara que retraten al infractor y ante los que no valdrán explicaciones. Las sanciones comenzarán a aplicarse a partir del 15 de enero. Por el momento el sistema está en fase informativa, por lo que solo se da aviso a los infractores y no se sanciona.
El ayuntamiento pretende acabar así con el aparcamiento en doble fila y los atascos, y de paso reducir la contaminación “en la medida de lo posible”, tal y como apuntó el alcalde, José Luis Martínez-Almeida, al presentar el sistema la semana pasada. Se trata de hacer “cada día, una ciudad mejor” a partir del control en directo de espacios libres y flujos que permitan descongestionar la hora punta del reparto, entre las 7.00 y las 14.00 horas. Al menos en teoría, porque a Luis, repartidor de huevos recién aparcado en la calle Jesús del Valle, una vía de carril único de Malasaña, le parece que el objetivo es recaudatorio. “Esto es para clavarte bien, un cachondeo”, dice el hombre, muy molesto porque acaba justamente de recibir una multa. Mientras carga cajas de género, acierta a morderse la lengua. “Te dejo, que ya me estoy encendiendo”, dice, a modo de despedida.
Como sucedió el año pasado con la entrada en vigor de Madrid 360, el remedo de Madrid Central que limita la circulación por el centro de la ciudad, en el primer día de Madrid DUM 360 cunde la confusión. La controladora Pilar había oído, en ese sentido, que sería hacia mediados de noviembre cuando se empezaría a multar. Pero tampoco se extraña cuando se le refiere que la fecha se retrasa a enero porque, según explica, las instrucciones cambian con frecuencia. Este lunes lleva un buen rato dando vueltas alrededor del mercado de los Mostenses, próximo a la Gran Vía, y dice que ninguno de los conductores tenía idea de la transición digital. “Deberían avisarnos por email”, propone.
“Vamos a mamar multas”
La ignorancia no es universal. En el Paseo de la Florida, a unos 200 metros de la estación de Príncipe Pío, comentan en voz alta la noticia Manuel Carriel y Vegas Bueriberi, que son competencia, pero están unidos en esto: ambos trabajan empresas de reparto de paquetería y creen que el nuevo sistema les perjudica, porque ellos operan a toda velocidad y pulsar botones en la pantalla del teléfono les resta tiempo y agilidad. “Vamos a mamar multas”, se queja Manuel. Recela del sistema porque estará automatizado y en muchas ocasiones ya no habrá un controlador “andante” al que se pueda convencer de que el retraso no es tal, o de que hay una razón de peso que lo explica. “Me parece que esto está pensado para las furgonetas de obra que aparcan y no se mueven en horas. A nosotros no nos compensa porque nos movemos mucho”, relata.
“No tenía ni idea, gracias. Me informaré”, responde Wilson, da la impresión de que con algo de ironía, mientras aparca su furgoneta de reparaciones en Leganitos. “Tendré que traerme una secretaria”, pretende bromear Agustín, de 44 años, que reparte aceite por restaurantes y preguntó hace unos días en la gestoría que le lleva los trámites qué pasaba con esto de la nueva aplicación. “Nos dijeron que cuando sepan algo nos dirán”, cuenta. “Si estoy todo el día en esta zona, ¿tengo que reservar [plaza] cada dos por tres? Si nosotros vamos a matacaballo… Me parece confuso”, protesta Pedro Gilart, a punto de arrancar en la Avenida de Valladolid.
La gestión de los flujos de tráfico aprovechando los datos recopilados constantemente ha encandilado al concejal de movilidad, Borja Carabante, que lleva desde el comienzo de la legislatura apostando por las soluciones tecnológicas para ordenar el tráfico madrileño. Con motivo de la presentación del nuevo sistema, la semana pasada, el ayuntamiento informó de que actualmente existen 2.660 zonas de carga y descarga en la ciudad, con un total de 8.219 plazas. “Se ha detectado que de los aparcamientos indebidos que se producen en calzada, de media el 74% se corresponde con vehículos comerciales”, detalló el consistorio. Pero Vegas y Manuel no están para estadísticas, y además andan con prisa. El primero se marcha ya, el segundo tiene aún unos segundos más para ofrecer su conclusión: “Esto es una mierda”.
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