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Sobre este blog

Carlos Elordi es periodista. Trabajó en los semanarios Triunfo, La Calle y fue director del mensual Mayo. Fue corresponsal en España de La Repubblica, colaborador de El País y de la Cadena SER. Actualmente escribe en El Periódico de Catalunya.

¿En vísperas de una nueva oleada masiva de migrantes sirios?

Putin y Erdogan

Carlos Elordi

La batalla por Idlib puede terminar en desastre humanitario

En el norte de Siria, cerca de la frontera turca, puede estar a punto de producirse una nueva crisis humanitaria formidable y también, una nueva oleada de emigración masiva hacia Europa, a través de Turquía, dado que a pesar de los acuerdos del régimen de Erdogan con la UE y al mucho dinero recibido por ellos, Turquía no puede acoger más refugiados, pues ya tiene tres millones de ellos dentro de sus fronteras.

El ejército sirio del presidente Bachar Al Assad, apoyado por fuerzas y medios rusos e iraníes, se dispone a atacar el último foco importante de la insurgencia yihadista, la ciudad de Idlib, en la que en estos momentos viven tres millones de personas, un tercio de las cuales son refugiados. Donald Trump acaba de advertir al presidente sirio que ese ataque “sería un grave error humanitario”. “Pero que nadie se lleve a engaño”, advierte un editorial de Le Monde, “los Estados Unidos están cada vez menos interesados por Siria y no se moverán. Hoy las amenazas occidentales se limitan a lanzar ataques aéreos si hay uso de armas químicas”.

“Es por tanto el presidente Vladimir Putin quien tiene la carta decisiva en su mano–prosigue el diario francés-. Tiene el poder de lanzar una ofensiva de gran amplitud o bien limitar el avance de las fuerzas pro-régimen a los márgenes de la ciudad. De él depende provocar un caos de enorme amplitud o simplemente una guerra de deterioro”.

Los intentos turcos de propiciar un yihadismo pro-Ankara no han logrado sus objetivos. “Para preservar el statu quo –escribe Le Monde-, Erdogan no tiene más opción que la de someterse a los términos que dicte Moscú para los grandes equilibrios de la posguerra y esa definición estará en el centro de la cumbre que el 7 de septiembre celebrarán en Teherán los presidentes ruso, turco e iraní. Rusia está en posición de árbitro regional”.

Aparte de Bachar Al Assad, Moscú será por tanto el gran vencedor político de la dramática guerra de Siria, que muy probablemente está ya en sus últimos episodios. Y Europa, tras una larga serie de fracasos en el largo conflicto, tendrá que limitarse a ser espectador. Pero si la toma de Idlib termina en desastre humanitario, como es probable, “el éxodo de habitantes de la ciudad no podrá ser contenido por Turquía y la amenaza de una nueva crisis migratoria pesa sobre nuestro continente, justo en vísperas de las elecciones al Parlamento Europeo. Putin solo espera de los europeos que financien la reconstrucción de una Siria exangüe y teniendo a su cabeza a Bachar Al Assad, el mismo que ha masacrado a su pueblo”, concluye el rotativo parisino.

La esquizofrenia alemana

“Alemania vive en dos mundos. Uno es el de la perfección. El otro es el del miedo”, escribe Jasper Von Altembockum en el Frankfurter Allgemeine Zeitung del viernes al hilo de la masiva concentración de militantes xenófobos, en la que se entonaron vivas a Hitler, que acaba de producirse en la ciudad sajona de Chemnitz y al 25% de intención de voto que los sondeos ya atribuyen al partido AfD (Alianza por Alemania), que apoyó esa movilización.

“En Alemania se están rodando dos películas distintas. Una se produce en Berlín, en donde la Gran Coalición de centro-derecha y socialdemócrata está tratando de recoger sus escombros y reparar sus fallos. Trabaja en la mejora de las pensiones y la solidaridad, así como en la reglamentación de los alquileres y la inmigración. A través de la política de pensiones, los socialdemócratas tratan desesperadamente de probar una competencia que han perdido en otros campos”.

“En la segunda película se tratan temas completamente distintos. Se habla de Chemnitz, de los fundamentos de la República Federal, del fracaso del Estado y de 1933 (el año en que Hitler alcanzó el poder). Se podría decir que cada una de esas películas se desarrolla en un país distinto. Una trata de perfeccionar la República Federal. La otra de su inminente desaparición. En una la coalición gobierna como si nada hubiera ocurrido. La otra está impulsada por la perspectiva de que nada permanecerá como estaba”.

Y Von Altembockum concluye con estas dos proposiciones que según parece, cada vez más intelectuales del centro-derecha alemán comparten. Una: “Los votantes de AfD pueden tener una visión simple del mundo como para someterlos barriendo el nazismo. Pero puede que no sea tan sencilla. ¿No es más obvio entender su protesta como un contra-movimiento democrático-populista? ¿Pero contra qué?”. Y dos: “La política de Berlín no logra superar la realidad de una Alemania dividida. Para ello debería de abstenerse de rituales. Entre los más importantes está la certeza casi religiosa de que la República Federal es un país de inmigración”.

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Carlos Elordi es periodista. Trabajó en los semanarios Triunfo, La Calle y fue director del mensual Mayo. Fue corresponsal en España de La Repubblica, colaborador de El País y de la Cadena SER. Actualmente escribe en El Periódico de Catalunya.

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