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¡Feliz 60 cumpleaños, ‘pelotilla’!

Seat 600.

Pedro Umbert

Hace hoy exactamente 60 años, un 27 de junio de 1957, salía de la factoría de la Zona Franca de Barcelona el primer Seat 600, un coche que cambiaría el rumbo de la industria del automóvil y de la sociedad española. Fabricado bajo licencia Fiat del diseño original de Dante Giacosa, el pelotilla –calificativo referido al diseño de su carrocería- recibió su nombre oficial de la coincidencia en la cifra del peso previsto para el modelo y de la cilindrada de su motor: 600 kilos, 600 centímetros cúbicos.

En plena época de desarrollismo económico de la dictadura franquista, la incipiente clase media española aspiraba a poseer un coche, pero el 600 no solo satisfizo esa necesidad, sino que también se convirtió en un símbolo de estatus. Había quien podía tener un 600 –o sea, tener coche–, y quien no, así de sencillo, por mucho que, precisamente para facilitar las cosas, comenzaron a popularizarse por entonces las letras que permitían comprarlo en cómodos plazos.

Era también, en cierto modo, un símbolo de libertad, o al menos de autonomía. El escritor Manuel Vázquez Montalbán dijo que “el día que los españoles empezaron a subir a los 600 empezaron a alejarse de su pasado e iniciaron una excursión de fin de semana de la que aún no han vuelto”.

Pero ¿qué hacía falta para adquirir uno? Además del dinero, 65.000 pesetas, mucha paciencia y, a ser posible, enchufe o influencias. El proceso se iniciaba con una preinscripción en la que se pagaban 3.500 pesetas. Luego tocaba esperar el de la marca, que en caso de llegar significaba el desembolso por parte del interesado del 50% del total del vehículo.

Ahí entraba en juego la paciencia, porque se dieron casos de dos años de espera para recibir el deseado 600, que solo estaba disponible en cuatro colores: blanco, gris, verde y beis. Igual daba, pues el comprador no tenía derecho a elegir el que era de su gusto y debía conformarse con el que le tocara.

Hasta el cese de su producción en 1973, forzado por la pujanza de coches más modernos como el Renault 5, se fabricaron casi 800.000 unidades del legendario 600. Los empleados de Zona Franca lo despidieron entonces con una pancarta que se ha hecho famosa en la que se leía: “Naciste príncipe y mueres rey”.

Del primer 600, el normal, se expidieron 2.895 unidades solo en aquel primer año de 1957. Tenía un motor de gasolina de 17 caballos, que pasaron a 21 en la variante de 1961. Alcanzaba una velocidad máxima 95 hm/h (101 km/h tras las modificaciones).

El 600D se fabricó entre 1963 y 1970. Mantenía las puertas de apertura suicida (hacia atrás) y el motor contaba ya con 767 cc de cubicaje y una potencia de 25 caballos para llegar a una punta de velocidad de 108 km/h. La versión E, llegada al final de este periodo, introdujo cambios estéticos y el sistema convencional de apertura de puertas hacia delante. 

Sin contar derivados como el Seat 800, con carrocería de cuatro puertas diseñada por el carrocero catalán Costa, el 600 tuvo una versión última, denominada L, con muchas mejoras y una potencia de 29 caballos que lo propulsaba hasta los 115 km/h.

Coche robusto y de poco consumo (7 litros/100 km/h todos ellos salvo el L, que gastaba 8, aunque ambas son cifras oficiales), el pelotilla tenía un punto flaco conocido por todos, la tendencia al calentamiento del motor. Lo cierto es que no le ayudaban los viajes en pleno verano con cinco o más ocupantes y cargado hasta los topes en pos de aquel fin de semana eterno que soñaban nuestros padres.

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