Andrea Rodés, escritora: “No estaba cómoda viendo cómo se abusaba de la memoria histórica para aupar el sentimiento nacionalista y antiespañol”
Andrea Rodés (Barcelona, 1979) viajó en 2014 hasta Vojvodina, Serbia, y descubrió que un gupo de refugiados españoles de la guerra de Sucesión intentó levantar entonces la ciudad de `Nueva Barcelona´. Ese intento fracasó, pero Rodés, periodista y escritora, empezó a urdir los hilos de `Cuando se vaya la niebla´, una novela que entreteje con ironía este hecho histórico con la crisis de los refugiados sirios de la Unión Europea en 2015 y la manipulación de la Historia por parte de políticos y académicos en Catalunya para avivar el sentimiento independentista.
Rodés ha sido corresponsal en China y ha escrito libros relacionados con aquella experiencia y otros viajes, como `Por China con palillos´, `Lluny de Pequín´ o `Viaje al Ussuri. Tras los pasos de Derzu Usala´ con el también periodista Cristian Segura.
Supiste del intento de fundar `Nueva Barcelona´ en la actual región de la Vojvodina, en el norte de Serbia, por un grupo de refugiados españoles de la Guerra de Sucesión durante un viaje que hiciste a ese país en 2014, ¿qué te llevó a viajar hasta allí en primer lugar?
La verdad es que fue un poco por casualidad. En verano de 2014 una amiga me propuso irnos juntas de viaje, pero como a mí no me gusta viajar en agosto ni los lugares llenos de gente, le puse una condición: que fuéramos a Serbia. La última noche la pasamos en Novi Sad, una ciudad-fortaleza preciosa, a orillas de este río. Salimos a tomarnos unas birras y conocimos a un grupo de jóvenes que empezaron a explicarnos que Novi Sad era la capital de Vojvodina, una antigua región del imperio austrohúngaro, donde, durante muchos años convivieron diversas culturas y religiones: serbios, alemanes suabos, eslovacos, rumanos, húngaros, judíos, ortodoxos. ¡Aún hoy tienen siete idiomas oficiales! También nos preguntaron sobre la situación política de Catalunya.
Vojvodina es una región autónoma con muchas particularidades y veían ciertas similitudes. Lo que me llamó la atención fue esta convivencia de culturas en Vojvodina, esta sensación de estar todavía en un viejo reducto de la Europa multicultural. Al llegar a Barcelona busqué más información sobre Vojvodina en internet y di con la historia de la “Nueva Barcelona”, la ciudad que intentaron levantar un gupo de refugiados españoles de la guerra de Sucesión en lo que es hoy el municipio de Zrenjanin, a unos 40 kilómetros de Novi Sad. Me pareció una historia fascinante, así que decidí volver al año siguiente, motivada a la vez por el drama de los miles de refugiados sirios que en 2015 intentaban alcanzar la Unión Europea cruzando los Balcanes. Vi un paralelismo entre el drama de los refugiados sirios y los exiliados de la guerra de Sucesión, gente normal obligada a largarse de su país por circunstancias ajenas a sus vidas: guerras, fronteras, banderas.
La historia de `Cuando se vaya la niebla´ se entiende como una crítica a la manipulación política y mediática del nacionalismo. ¿Cómo se ha recibido el libro allí?
La verdad es que cuando yo escribí la novela, el procés aún no había empezado. Pero sí es cierto que cuando llegué a Serbia, en 2015, estaba un poco harta del nacionalismo que se promovía desde la Generalitat. Especialmente, estaba muy harta de tanta celebración del tricentenario de la derrota del 1714. Yo no soy historiadora, y estoy segura de que la derrota de los Borbones sobre los Austrias fue muy mala para Catalunya, pero no estaba cómoda viendo cómo se abusaba de la memoria histórica para aupar el sentimiento nacionalista y antiespañol.
No me gustan los nacionalismos ni las banderas. Me educaron para creer en un mundo sin fronteras, para creer en un proyecto común, España, Europa, llámalo como quieras, en que juntos podemos lograr una sociedad mejor. En Catalunya no he tenido problemas con el libro. Tengo amigos independentistas que se lo han leído y les ha gustado, se han reído. Si somos capaces de reírnos de nosotros mismos supongo que la sociedad no está tan mal como pretenden hacernos creer los políticos y algunos medios de comunicación.
¿Cómo ves la situación en Catalunya en el segundo aniversario del 1-O?
Hace dos años viví el 1-O como si estuviera alienada de lo que estaba pasando a mi alrededor, como si no fuera ciudadana de Catalunya. Quizás fue por defecto periodístico, pero el caso es que fui incapaz de contagiarme del entusiasmo popular por organizar un referéndum a toda costa. Tampoco me identificaba con los que se oponían con firmeza. Estaba muy harta, y lo sigo estando hoy, dos años después, de la situación creada por unos políticos irresponsables -tanto de Barcelona como de Madrid- que persiguen ganar votos con discursos nacionalistas que ahondan en nuestras diferencias, que buscan la confrontación en lugar del diálogo. Dialogar es más fácil, y menos caro, que pelearse todo el rato, creo yo. ¿O soy una ingenua?
Dos años después del 1-O, diría que la gente en Catalunya está más calmada, pero nadie olvida que, aunque fuera por unas pocas horas, patrullas antidisturbios armados con porras arremetieron contra gente normal que quería meter una papeleta en una urna de plástico. Fue un espectáculo esperpéntico, y fue esperéntico también que TVE no retransmitiera al resto de España lo que estaba pasando. Ahora hay que esperar a la sentencia para ver si la situación vuelve a calentarse en las calles. Aunque la cosa parece más desinflada, la ANC y Òmnium siguen teniendo capacidad para movilizar a mucha gente.
¿Y la crisis abierta por el rescate del Open Arms y el aumento de la fuerza de la ultraderecha y el nacionalismo en Europa, España incluida? ¿Ha estado la Unión Europea a la altura en la crisis de los refugiados de la guerra de Siria?
No me gusta opinar sobre cosas que no conozco bien. Pero me parece horrible que los políticos se aprovechen de los refugiados y los inmigrantes para ganar votos, sean de derechas o de izquierdas. No podemos permitir que un barco vaya dando tumbos por el Mediterráneo con una crisis humanitaria a bordo. ¡Estamos hablando de seres humanos! Pero la solución al problema de los refugiados no creo que sea dónde desembarca el Open Arms, eso es solo una tirita a un problema mucho mayor: hambre, miseria, cambio climático.
Con respecto al auge del populismo y la ultraderecha, opino que saben aprovecharse de la situación de descontento. No creo que la gente sea racista por naturaleza, creo que la gente está desinformada y demasiado acostumbrada a creerse todo lo que le dicen o leen en internet. ¿Desde cuando nos lo creemos todo? No sé si es culpa de las redes sociales, pero hay una tendencia a no cuestionarnos lo que leemos y escuchamos, y los populistas saben cómo aprovecharse de esto.
Has sido corresponsal en China y has escrito libros relacionados con aquella experiencia y otros viajes. ¿Crees que, a pesar de la globalización o la democratización de los viajes, seguimos teniendo un gran desconocimiento de otras culturas?
Se suele decir que viajar ayuda a abrir la mente, a ser más abierto y tolerante. Mi experiencia como viajera, sobre todo después de haber vivido cuatro años en China, es que hay gente que ya sale de su pueblo cerrada de mente y no cambiará. Y, en cambio, hay gente muy abierta de mente que nunca ha salido de su pueblo. Mi abuelo apenas pudo viajar y era una de esas personas que miraba el mundo sin prejuicios, sin creerse por encima del otro. Creo que no es tan importante fomentar el conocimiento de otras culturas, sino fomentar la mirada curiosa y libre de prejuicios. Y eso es un tema de educación: depende de lo que vemos en nuestras casas, de lo que aprendemos de nuestros padres, en el colegio, nuestro entorno.
¿Qué es lo más difícil de ser periodista, escritora y profesora?
Llegar a fin de mes dedicándote “de verdad” a tu profesión. Muchos trabajos de periodista hoy en día son trabajos de comunicación: estar pendientes de las redes sociales, publicar notas de prensa, repetir como loros lo que dicen en una rueda de prensa, pensar titulares para conseguir clicks o escribir Opinión. La figura del periodista de verdad: investigar, contrastar fuentes o buscar la verdad, cada vez está menos valorada. Como escritora, no me gano la vida. Y como profesora, pues estoy empezando. Y acabo de encontrarme con el primer obstáculo: para ser profe de instituto tengo que sacarme, y pagarme, un máster.
¿En qué libro estás trabajando en la actualidad?
En estos momentos estoy trabajando en una novela sobre dos cuestiones clave para mi generación, los que ahora rondamos los 40: cuando los padres se hacen mayores, y cuando toca decidir si tener hijos o no.