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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

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Un barco (cargado de gente que ya se hundió)

Pleno de la Asamblea Regional de Murcia

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El título no es mío, es el de una canción de Crudo Pimento (la encontraréis en un enlace al final de este artículo). La primera vez que la escuché me resultó imposible no identificarla con la Región de Murcia; sentí que era la propia Región de Murcia la que cantaba, lamentado las lesiones que le infringen y las que ella misma se procura. Seguramente sus autores no lo compartan, o quizá sí, pero pensé que esta canción sería un buen himno para el tiempo que nos toca vivir; para este ambiente denso y paralizante que nos ahoga.

En los últimos días he leído mucho sobre un aristócrata, intelectual e hispanista inglés llamado Richard Ford, que viajó por nuestro país entre 1830 y 1833, y que estuvo en Murcia dejando tras de sí un buen reguero de ‘hostiazos’ verbales y alguna que otra descripción curiosa. No se puede decir que Ford mirase a nuestra tierra y a sus habitantes con ojos limpios e imparciales porque tal cosa es imposible, más aún si ni siquiera lo pretendió. Y sin embargo, con sus alforjas cargadas de prejuicios, algunos traídos desde Inglaterra y otros adquiridos antes y después en las páginas de muchos libros, Ford dijo frases que hoy, casi 200 años más tarde, han cobrado tanta fuerza y tanta verdad que es imposible discutirlas ni pasarlas por alto.

Resulta que en la Murcia de 1830, según Richard Ford, la diosa pagana de la apatía y de la ignorancia gobernaba sin ser molestada ni discutida. Y yo me pregunto, ¿qué opinaría este polémico hispanista, este coleccionista de dudosos chascarrillos y de incontestables datos, si supiese que hoy nos gobierna el segundo partido en número de votos y escaños en las últimas elecciones autonómicas, y que lo hace con la aquiescencia y la cooperación activa de diputados que se presentaron a los comicios en las listas de otros dos partidos políticos, partidos que han reventado por dentro para luego venderlos por piezas como un cutre ladrón de motocicletas? ¿Qué diría Ford si supiese que “la Beocia del sur”, como llamó al Reino de Murcia, está regida hoy por un gobierno de tránsfugas, y que cuenta entre sus miembros con personas sin capacidad de gestión, sin ninguna credibilidad y sin el mínimo nivel para estar al frente de los asuntos de un territorio con millón y medio de habitantes?

Me lo puedo imaginar: Richard Ford daría palmas con las orejas. Se reiría a carcajadas. Le parecería fantástico, porque le daría la oportunidad de volver a tachar a los habitantes de esta tierra de apáticos, de estúpidos y de ignorantes. Porque Ford se crecía con la polémica, claro; con el conflicto en el tuviera suficiente munición como para tirarse a una trinchera y disparar con entusiasmo. Sería feliz viendo a la intelectualidad regional sesteando y autocomplaciéndose mientras la prensa local les fotografía y relata cómo pasan el verano, y viendo a los colectivos sociales, esos que tanto han luchado en otro tiempo en defensa de sus derechos, tratando hoy de sobrevivir y de mantener la tensión y la movilización, algo difícil en tiempos de vacaciones y de pandemia. Ford estaría encantado de ver a los partidos políticos de izquierda enredados en polémicas internas y estériles, en dimes y diretes y en memes cruzados, pugnando, en el mejor de los casos, por conseguir unas décimas más de porcentaje de intención de voto.

El calor pegajoso inutiliza las pocas neuronas que nos quedan activas, y mientras algunas personas nos limitamos a llorar y lamentar nuestra suerte en las redes sociales o en artículos de opinión como éste, y otras se contentan con ñoñerías o con postureos en Twitter, los gobernantes comen pulpo y beben cerveza fría en los chiringuitos de playas donde el mar aún no es una cloaca. Sobre las mesas metálicas, en servilletas de papel satinado, garabatean sus logros y sus planes futuros: la observancia fiel de los intereses porcinos, agroindustriales o de los sectores más reaccionarios en materia educativa, sanitaria y medioambiental. Sea como sea, saben que podrán mantener su manejo de la Región de Murcia sin oposición mediática ni social.

En este punto cabe recordar que tenemos al frente de Educación a una consejera que cuestiona las vacunas contra el coronavirus, algo que en sí mismo me parece motivo suficiente como para hacer una huelga y paralizar la Región. Y sí, de aquí en adelante los gobernantes seguirán con su peligroso populismo negacionista y con el ‘agua para todos’ que niega los efectos del cambio climático… Todos sus efectos excepto uno: el de la subida de la temperatura del Mar Menor, porque les viene bien para justificar que nuestra laguna sea un puto agujero negro, la prueba de un atentado contra el medio ambiente que alcanza ya la categoría de internacional.

Richard Ford, creo yo, estaría contento viendo todo esto: viendo a nuestros gobernantes muy tranquilos mientras se asean la dentadura con el mondadientes del pin parental, y mientras planean intensificar aquello a lo que dedican más tiempo a lo largo del día: a hacer oposición al Gobierno central, a atizarle mientras agitan la bandera de España. Oh, la bandera de España, la capa élfica de la invisibilidad que tapa con sus vivos colores la negrura de una gestión penosa; las nefastas consecuencias de sus acciones y de sus omisiones.

Un texto posterior a la existencia de Richard Ford, firmado en 1928 por el prologuista de uno de sus libros sobre España traducido al castellano, Enrique de Mesa, también es maravillosamente aplicable a la Región de Murcia en aquello que toca a los sentimientos patrióticos de nuestros gobernantes y a su uso como herramienta de manipulación del pueblo.

Enrique de Mesa dijo que entre Richard Ford y los “patriotas explotadores” que gritan el “viva España” sin aceptar las críticas, se ponía de parte del viajero inglés. Y luego, profundizó en el asunto de la patria y en la manipulación de los sentimientos y de la bandera: “¡Triste sino el de España, esclava acariciadora de su propia laceria por miedo al lancetazo! ¡Aciaga suerte la suya, condenada a sufrir a sus explotadores, que se abroquelan en las palabras representativas de las ideas y sentimientos más caros a sus nativos!”. Según de Mesa, “la patriotería”, “la contumacia lugareña”, recurre a un “¡viva España! sin sentido” siempre que algún “observador o pensador, propio o extraño”, después de “estudiar nuestras costumbres, nota los errores y lacras”.

Así, para Enrique de Mesa, el patriotismo es “el cegador señuelo” con el que “la turba parasitaria y cínica, que realiza sus logros a favor del desbarajuste político y del caos administrativo, deslumbra a la muchedumbre de papanatas, esclavos de su propia ignorancia”. Y en su opinión, “cuando los españoles de esta laya flamean el punto de la honra, a buen seguro que tratan de encubrir una acción deshonrosa”. Aquello de que la corrupción se envuelve con la bandera, ¿os suena? Richard Ford alabó del Reino de Murcia la fertilidad del territorio, pero hoy podemos decir que si ha habido una semilla que haya echado profundas raíces en nuestra tierra, ha sido la del patrioterismo. Por ella, totalmente cegados, hemos chocado contra las rocas y hoy somos un barco cargado de gente que ya se hundió.

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