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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

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Como Cagancho en Almagro

Imagen de archivo de la llegada de los primeros turistas al resort

J. L. Vidal Coy

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  • Resulta paradójico que caiga en el olvido un precedente a actuaciones recientes en torno al Mar Menor, como fue la fastuosa puesta en marcha en julio de 2019 de algo llamado Perla de Levante, en Los Urrutias, jaleado mediáticamente como un hito de la industria turística

Hay ya interpretaciones, aún sin demostrar totalmente, de que el azote de la COVID-19 puede tener algo que ver con las alteraciones casi generales en los ecosistemas mundiales que la especie dominante ––es decir, nosotros mismos, los humanos––, causamos. También se dan otras visiones que ya andan con paso firme y acelerado en la senda negacionista, la misma que emprendieron cuando aún estaba por establecer sin género de dudas el cambio climático por el calentamiento global.

Ahora son cada vez más quienes relacionan una y otra cosa: la subida de temperaturas debido a las alteraciones medioambientales inducidas aceleradamente por la actividad humana con la ocurrencia de pandemias, como la actual, y el incremento de la prevalencia y de la incidencia de otras enfermedades que creímos, ilusos de nosotros, extinguidas para siempre.

Cierto que la necesaria relación causa-efecto con respecto al coronavirus puede estar todavía sin ser un hecho científico establecido. Hay muchos indicios de que es una mera cuestión de tiempo. Quizá más corto del que se tarde en hallar vacuna efectiva para la COVID-19.

Aquel planteamiento negacionista que podría parecer meramente teórico tiene, sin embargo, constatación real y práctica en actuaciones gubernamentales que siguen su curso como si nada pasase. Es decir, la aproximación puramente teórica tiene su aplicación práctica solo mirando lo que ocurre paralelamente al motivo por el que pasamos 50 días encerrados a cal y canto.

Resulta cuanto menos paradójico que caiga en el olvido un precedente a actuaciones recientes en torno al Mar Menor, como fue la fastuosa puesta en marcha en julio de 2019 de algo llamado Perla de Levante, en Los Urrutias, jaleado mediáticamente como un hito de la industria turística. Pues, como todo el mundo sabe, su ubicación específica y su entorno general ––el Mar Menor–– son un ejemplo de conservacionismo a ultranza, turismo sostenible, modelo económico adecuado a los recursos y algunas cuantas cosas más.

Algunos no creímos en este nuevo maná que vino a elevar el grado de excelencia que presenta desde hace varios lustros la mayor laguna litoral salada del Mediterráneo que, ¡oh casualidad!, está en la Región de Murcia. Tampoco lo creyeron los vecinos de Los Urrutias: el mismo día de la inauguración oficial de la perla del Grupo Fuertes a cargo de la alcaldesa Ana Belén Castejón y su sosias Noelia Arroyo protestaron enérgicamente ante ambas por el abandono de su población y su entorno, limítrofes con el saladar protegido de Lo Poyo, otro tradicional objeto de deseo para los enladrilladores al uso.

Con aquel precedente como último logro irrefutable y, a lo que se ve, trazador del camino a seguir, estos días de COVID 19 y plúmbeo adormecimiento administrativo y político para todo ––menos para ladrar contra el Gobierno del Estado–– hemos caído en la cuenta de que el Gobierno regional de López Miras sigue velando por nosotros a pesar de que encerrados como estamos cada uno en su casa –– y dios en la de todos–– corramos poco peligro.

Agradezcamos que, con visión innegable de por dónde irá la recuperación económica en 'V', nuestros gobernantes hayan dado más facilidades con el pomposamente denominado 'Decreto-Ley n.º 3/2020, de 23 de abril, de mitigación del impacto socioeconómico del COVID-19 en el área de vivienda e infraestructuras'. Con la nueva norma en la mano, los pantalanes y escolleras se podrán convertir poco menos que en chiringuitos portuarios, en vez de playeros, y las concesiones portuarias quedarán en manos exclusivas del consejero de turno, a la sazón José Ramón Díez de Revenga, sin ningún otro tipo de control ambiental o administrativo y eliminando de un plumazo el requisito previo de declarar 'de utilidad pública' cualquier actuación.

Y en la Cartagena portuaria, como en la capital regional, tampoco descansan. Miran más allá de la pandemia de COVID 19 y pretenden aprovechar las cosas buenas que nos vienen de China, con la misma filosofía reactivadora del Decreto Ley 3/2020. Esa parece ser la visión panorámica del támden Castejón-Arroyo, que parece consentidor de la urbanización de lujo que proyecta Riqueza Xinghua Inversiones España S.L. ––cuyo administrador y socio único es Maochun Chen y el apoderado Hongya Ren––, filial de la siderúrgica Xinghua Fortune Group CO. Ltd.

El lugar escogido para este particular Plan Marshall cartagenero es un sitio inmejorable: Atamaría, en el límite del Parque Regional de Calblanque. Otra joya de la corona, como la Marina de Cope. Así, inasequibles al desaliento, continuamos negando por la vía de los hechos lo que pronto serán verdades irrefutables científicamente. Calentamiento global, cambio climático, mutaciones genéticas y virales... Todo queda muy lejos. Nosotros, a lo nuestro. Y quedemos como Cagancho en Almagro. Vale.

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