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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

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El capitalismo

Fotograma de Metrópolis, de Fritz Lang

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Nuestra civilización occidental ha probado distintos sistemas socioeconómicos, habiéndose impuesto en la actualidad el modelo económico capitalista.

El capitalismo se ha impuesto sobre otros sistemas alternativos que han sido probados en momentos y lugares diversos. Quisiera revisar brevemente alguno de estos otros modelos, junto con el capitalismo en sí.

El sistema económico medieval, asociado al feudalismo, se basaba en la explotación de la tierra, mediante la cual los siervos conseguían unos excedentes que disfrutaban los nobles y el clero. Era un sistema inmovilista en el que los siervos, oprimidos, no podían abandonar la tierra. Cada estamento desempeñaba una función para el conjunto: los siervos se ocupaban de la producción, los nobles de la defensa y el clero de la salvación ultraterrena. Los pocos artesanos que había, estaban insertos en gremios que delimitaban estrictamente sus funciones, impidiendo la competencia y asegurando un lugar para cada uno. Este sistema resultaba poco productivo además de desigual, pero era estable y daba un lugar a cada persona.

Con el Renacimiento se impuso la gran cadena del ser, sistematizada en la antigüedad por Plotino. Los pilares de este sistema eran la “plenitud” (de un universo lleno de seres diversos), la continuidad (los distintos seres comparten rasgos en común) y la gradación lineal (ordenamiento jerárquico desde el ser más bajo hasta Dios). La servidumbre medieval desapareció progresivamente, resurgieron el comercio y las ciudades y la economía se flexibilizó y diversificó.

El mercantilismo no es un modelo socioeconómico sino una estrategia política, promovida en la corte de Luis XIV de Francia y en otras monarquías absolutas, basada en el intervencionismo y el proteccionismo económico por parte del estado, y en la acumulación de oro y plata en las reservas estatales.

El capitalismo se opone al inmovilismo medieval y al mercantilismo estatocéntrico proponiendo la propiedad privada de los medios de producción, la asignación de los recursos a través del mercado y la importancia del capital como generador de riqueza. Este modelo considera que los estados no deben competir por acumular la riqueza, sino que el libre mercado y el libre comercio, en manos privadas, producirán nueva riqueza, de la que se beneficiarán todos.

Con la aparición de las sociedades de responsabilidad limitada, mediante las cuales los inversores pueden arriesgar una determinada cantidad de dinero en una empresa (como montar una fábrica o fletar un barco comercial) con la seguridad de que no se les van a pedir responsabilidades que vayan más allá del dinero invertido, se facilita la obtención de fondos para proyectos, se moviliza el capital privado y se flexibiliza la economía. Con ello se puede aumentar la producción y combatir el hambre y la pobreza, lo que constituye la gran virtud del capitalismo.

Uno de los mayores problemas del capitalismo consiste en que se trata sólo de un sistema económico, no social. Las personas no tienen un lugar propio en él, sino que van a remolque de lo que determinen la economía y el mercado. La obsesión por la eficiencia y el beneficio intrínsecas al capitalismo, unidas al desarrollo de nuevos métodos de producción con las revoluciones industriales, provocaron la opresión de los trabajadores y un movimiento de reacción: el comunismo.

El comunismo sí es un sistema socioeconómico, que pretende dar un lugar a los trabajadores: copropietarios de los medios de producción en una sociedad igualitaria donde el proletariado no queda enajenado de los frutos de su trabajo, sino que los disfruta.

Considero que el sueño igualitario y solidario del comunismo ha sido desbancado por la historia. Múltiples intentos de implantarlo han llevado de manera casi invariable a la ineficiencia productiva por un exceso de estatocentrismo y la falta de incentivo personal para el esfuerzo, a la disolución de la individualidad en la clase proletaria, a la opresión por parte de los mismos líderes revolucionarios que habían de dirigir el modelo y al derramamiento de sangre, de mucha sangre.

El precio pagado por los experimentos comunistas ha sido alto, pero ha servido para dulcificar algunos de los extremos del capitalismo, que siguiendo a Keynes, ha hecho concesiones sociales para evitar revoluciones de ideología comunista, conduciendo al llamado estado del bienestar.

En cualquier caso, tras la estela económica del capitalismo y su hipertrofia productiva se producen, además de daños ecológicos, fenómenos sociales y políticos orientados a abrir mercados a lo producido. El colonialismo (explícito en el pasado, más camuflado en el presente) en el exterior y el consumismo en el interior coinciden en subordinar, de manera deliberada, al hombre frente al sistema de producción. Desde este punto de partida es inevitable que el sistema excluya a las personas, en mayor o menor cuantía según los ciclos económicos. El ser humano no es un fin en sí mismo, sino un medio para otra cosa (una economía reificada). No es que esto sea malo, es que es el mal en sí, tal como lo define Kant.

Las sociedades de responsabilidad limitada, flexibilizadoras de la economía cuando se trataba de fletar un barco, se pueden usar para extraer petróleo en parajes naturales o para producir y vender armas de manera indiscriminada, blindándose los inversores frente a las consecuencias de los actos que les dan beneficios a corto plazo. Este es el mismo conflicto de intereses que provocó la “caída” de Goldman-Sachs y la crisis económica de 2008, sólo que las consecuencias, además de económicas, pueden ser sociales y ecológicas.

Desde una perspectiva darwinista, la extensión del capitalismo frente a los otros sistemas económicos le da un valor importante, pero esto no debe considerarse como una legitimación moral absoluta. También se extendieron los conejos en Australia y otras especies invasoras en distintos ecosistemas y eso no implica que su expansión sea conveniente.

Tras la crisis de 2008, y con las desigualdades tan tremendas que se están evidenciando en relación con la COVID-19, resulta obvio que el capitalismo, pese al maquillaje keynesiano, no funciona adecuadamente. El problema es que nos falta un modelo teórico, socioeconómico, con el que sustituirlo. No suele ser prudente tirar los tabiques de la casa antes de haber diseñado en plano la reconstrucción. No soy partidario de revoluciones, dado el resultado que han dado a lo largo de la historia; sin embargo así no podemos seguir. ¿Cómo avanzar, desde la teoría o desde la práctica? Ese es uno de los grandes retos de nuestro tiempo.

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