Ciudadanos tiene un problema con la realidad y su representación: ellos gritan muy alto “democracia” mientras pactan (o negocian o hablan o como ellos le quieran llamar) sin empacho con fascistas que es tanto como mostrarnos la foto de unas naranjas y querer convencernos que nos vamos a poder hacer un zumo con ellas. Como todo el mundo sabe, la democracia tiene un botón de autodestrucción; ese botón en España se llama Vox. Ciudadanos es un partido neoliberal. Ok, todo correcto, no es mi opción favorita, desde luego, pero no hay problema. Neoliberal como tantos otros partidos europeos. La diferencia es que sus socios europeos han tenido la prudencia (y la buena memoria histórica) de crear un cordón sanitario frente a los distintos partidos fascistas que han emergido en estos últimos años, porque saben lo peligrosos que son. ¿Cuál ha sido, sin embargo, la estrategia de Rivera? Decir que los fascistas no son fascistas aunque los propios fascistas digan que son fascistas. De nuevo la realidad y su representación: Rivera nos muestra la foto de un Rottweiler y nos quiere convencer de que le podemos acariciar la barriga como si fuera un gatito.
Es tan grave el problema de Ciudadanos que ya ni ellos mismos distinguen realidad de ficción. Probablemente por ello ha tenido Rivera el cuajo de decir que Macron les ha felicitado por sus logros y sus pactos. Quizás lo haya soñado, no seré yo quien diga que Alberto Carlos miente, aunque no necesito decirlo yo: ya lo ha hecho Macron.
Europa fue devastada por el fascismo, por partidos que defendían los mismos principios que Vox, socio de PP y Ciudadanos en tantos ayuntamientos y comunidades. El fascismo europeo fue vencido, por tanto el relato posterior no fue generado ni influido por ese fascismo. El fascismo español, o sea el franquismo, devastó España, pero no fue vencido, sino vencedor. A la muerte del dictador, transicionó, se camufló, se adaptó y su forma larvada ha seguido viviendo entre nosotros, hasta eclosionar convertido en Vox. La diferencia con respecto al resto de Europa es que el franquismo generó a lo largo de cuarenta años un discurso que ha llegado hasta nuestros días y por ello nunca ha dejado de estar naturalizado por la parte más conservadora de nuestra sociedad. Esa normalización es la que hace que para Ciudadanos, Vox no sea un elemento repudiable, mientras que sí lo es, por ejemplo, el Frente Nacional de Le Pen para los votantes de Macron.
Rivera debe pensar que la coherencia está sobrevalorada y mientras baila ‘un agarrao’ con Vox pide a Sánchez que establezca un cordón sanitario frente al nacionalismo catalán; mientras se postula como adalid contra la corrupción, apuntala a un PP corrupto más allá de toda duda; mientras clama por la regeneración política, pacta con los populares en Castilla y León, donde gobiernan desde hace 32 años o en Murcia donde gobierna desde hace 24.
Ciudadanos se inició como un partido con aspiraciones a ser de centro, equidistante, ni de izquierdas ni de derechas, por tanto su giro a la derecha, un espacio político con overbooking, le está costando más bajas que a Jerjes en las Termópilas: Valls ha sido repudiado, Toni Roldán ha dimitido, Javier Nart ha abandonado la dirección del partido igual que Juan Vázquez (líder en Asturias), los neoliberales europeos le han afeado la política de pactos iniciada. Así está la cosa a estas horas, no sé si habrá habido alguna otra baja en el tiempo que escribo este artículo. Si sigue por esa vía, confundiendo la realidad con su representación, Rivera terminará haciendo como Jerjes, que culpó al mar de la derrota y mandó azotar sus aguas.
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