En el campo de refugiados de Nuseirat, situado en el centro de la Franja de Gaza, se hacinan más de 80.000 personas. Entre ellos, ancianos, mujeres y niños. Lo hacen con falta de alcantarillado, aguas contaminadas, cortes de luz y una pobreza solemne. De allí salió hace años la familia Nijim en dirección a Europa. Sus miembros lo hicieron en varias tandas. Los padres y sus siete hijos. Recalaron en la pedanía murciana de Torreagüera con una concesión de asilo internacional. Pero falta una de las hijas, Dina Walid Nijim, que sigue allí con sus dos hijos, de tres y un año de edad. Su marido, de 26 años, murió el pasado mes de noviembre. No pudieron salir por estar embarazada y por el cierre de fronteras. La familia quiere traerlos a nuestro país. Para ello ya han tramitado la documentación con los ministerios del Interior y Exteriores, así como con el consulado español en Jerusalén.
Los bombardeos del campamento por parte de Israel son continuos. En junio del año pasado, una sola incursión causó 274 muertos en la zona. Cada día, sobrevivir o morir en Nuseirat es tan azaroso como lanzar una moneda al aire y ver si sale cara o cruz. Hala Nijim dice al mostrarnos la foto de su hermana y sus sobrinos que allí no hay vida. Lo cuenta, en un español casi perfecto, a las puertas de la Delegación del Gobierno en Murcia, junto a miembros del colectivo Palestina Libre y los Yayoflautas que la arropan. A los Nijim la huerta murciana les recuerda su Palestina natal, donde también había naranjos y limoneros en flor. En el recuerdo de sus peores pesadillas, el hecho de que aunque un bombardeo se produzca a kilómetros de distancia, este cause el efecto de un terremoto, a lo que se añade el ruido ensordecedor de las detonaciones.
En las tiendas de campaña en las que muchos habitan en Nuseirat se leen textos escritos en sus telas exteriores. Es la forma de expresarse ante el corte de Internet y de las comunicaciones, en general, al que se ven sometidos los gazatíes. Escriben ahí para que el mundo conozca la injusticia en la que viven a diario. Unicef cifra en unos 50.000 los menores que han muerto o han resultado heridos ya en este conflicto. Uno de los letreros de las tiendas se refería a que, los que se fueron, volverán algún día. No es la intención de los Nijim, que ahora luchan desde Torreagüera por traer a Dina y a sus hijos con ellos y permitirles así escapar del horror de vivir en una cárcel sin rejas.
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