Está claro que el modelo de ciudad del PP, si es que alguna vez han tenido alguno, está agotado. Prácticamente todos los proyectos que construyen ciudad e incluso algunos servicios públicos se encuentran enfangados por la incapacidad del PP para resolverlos, ni siquiera ahora que gobierna en todo el Estado.
El servicio de transporte público es un completo disparate. Está gestionado por tres empresas distintas que aún no han conseguido establecer un tipo de billete que sirva para todos. Además, mientras algunas zonas de la ciudad se encuentran saturadas de servicios de transporte otras no tienen siquiera un autobús que les aproxime no ya al centro de la ciudad, ni siquiera al centro de salud. El maltrato a la Costera Sur es uno de los muchos casos flagrantes.
El servicio de suministro de agua se privatizó al 49% hace algunos años, siendo la adjudicataria una de las multinacionales más grandes del mundo. Una empresa que obtiene beneficios multimillonarios y que no duda en cortar el agua a nuestras vecinas y vecinos mientras el Ayuntamiento bien mira hacia otro lado, bien crea un fondo social que agota sus fondos a las dos semanas. Resulta inmoral que en la séptima ciudad de España existan esos cortes y ese total desamparo de muchas familias. El acceso al agua potable es un derecho humano y debe ser universal, de propiedad y gestión pública y gratuita (al menos en un suministro mínimo necesario).
La ciudad de Murcia tiene otros dos grandes problemas urbanísticos que no han sido resueltos aún: el yacimiento de San Esteban y el soterramiento de las vías. ¿Cómo es posible que aún no se haya puesto en valor el Yacimiento con el gran valor histórico y cultural que tiene, y que pudiera además convertirse en un atractivo turístico de primer orden? El agotamiento del PP, su escasez de ideas y falta preocupación por la ciudad no podría manifestarse de mejor manera. Y del soterramiento, qué decir... Más de 25 años luchando las vecinas y vecinos por la desaparición de las vías, para acabar con la división que supone para muchos barrios del sur. Sin el soterramiento de las vías estos barrios se ven abocados a convertirse en guetos y a padecer una crónica problemática de movilidad, peligrosidad, contaminación e infradesarrollo de los pequeños comercios y los servicios sociales.
Y es que el modelo del PP para Murcia, lejos de desarrollar una ciudad para el uso y disfrute de quienes residimos en ella, ha sido el del ladrillazo y el compadreo con los suyos. Así, en pocos años, a los murcianos se nos vendió únicamente como progreso la construcción de grandes centros comerciales, urbanizaciones en secarrales o la instalación en su término de empresas internacionales ofreciéndoles todos los beneficios y ninguna obligación.
La escasez de ideas por parte del consistorio es directamente proporcional a la profundidad del hoyo judicial donde se haya inmerso su alcalde. Murcia, una ciudad llana, con un clima extraordinario es de las peores ciudades de España respecto al uso de la bicicleta en la ciudad: apenas cuenta con carriles y el servicio de alquiler depende de los horarios de las tiendas adheridas al proyecto.
Otro caso de parálisis es el barrio de La Paz que, tras la intentona de pelotazo urbanístico, lleva una década esperando a que se acometa su necesaria rehabilitación. ¿La única acción municipal a la fecha? La demolición de la guardería pública.
Sin olvidarnos de la carencia de espacios sociales intergeneracionales e intersexuales, la aplicación del IBI urbano en la huerta, el desarrollo urbano en zonas de rambla, el cierre de bibliotecas como la de Beniaján…
Aún hay algo que resulta más preocupante y es cómo se ha destruido en nuestra ciudad uno de los mayores reclamos turísticos y potenciadores de empleo: la huerta. Desde la Glorieta se ha permitido la urbanización de una zona de gran importancia tanto para conocer la historia de la ciudad, como para habilitar zonas verdes para el uso y disfrute del vecindario. Rehabilitar nuestra huerta debe ser una prioridad.
Y dibujado este desastre de gestión política surge la esperanza, y es comprobar que tras todos y cada uno de esos desaguisados existen movimientos ciudadanos comprometidos con su ciudad, denunciando y proponiendo alternativas; organizados entorno a asociaciones vecinales, colectivos y plataformas ciudadanas o agrupaciones temáticas que llevan años trabajando en la construcción de alternativas.
Tal vez en las elecciones de mayo, para acabar con tanto desastre, debamos dar el paso, dejar de proponer y tomar democráticamente el ayuntamiento. Si ellos están agotados, nosotros estamos llenos de pasión por una ciudad a la que amamos y queremos.
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