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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

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A Taylor Swift no le piden fotos en la España vacía (o sí, no lo sé)

Taylor Swift, en un concierto en Las Vegas de 'The Eras Tour'

Aldo Conway

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Granada. He seguido los consejos de mi hipotálamo: “en Murcia no se pue’s'tar, copón”, así que me he venido a pasar unas semanas en la montaña granaína en casa de mis padres. Tenía algunos trabajos pendientes también para entregar estas semanas y mi idea era hacerlos desde aquí, porque, por lo visto, soy un nómada digital. Sobre este término solo puedo decir que, en mi caso, más que nómada, soy un vagabundo digital.

Estoy en un pueblito de la comarca de Huéscar, a algo más de mil metros sobre el nivel del mar. Las noches son frescas y los días a la sombra, agradables. No pasa de los dos mil habitantes, pero siempre hay cierto bullicio en algunos bares y en la plaza cerca de casa siempre hay muchos coches aparcados que cambian cada dos o tres días. Gente de paso: estamos en la semana previa a las fiestas y se nota. Como os cuento, venía a trabajar y para ello sólo necesito las teclas cochambrosas de mi ordenador portátil que se cae a cachos y una conexión a internet ni buena ni mala: con que exista me basta. Pues los dos primeros días, la red móvil al completo se cayó, y sólo tuve acceso a internet un par de horas cada día.

El del estanco, Rafa, un chaval de mi edad al que conozco de vista desde que somos críos, me contaba el otro día que lo de la red es bastante normal. “Lo tendrían que hacer por la noche; molestas menos; pero claro, diles tú que paguen la nocturnidad a los operarios si tienen que hacer reparaciones en la red. Voy a hablar con la alcaldesa y le voy a apretar las tuercas”, me contaba, a lo que yo le dije que era una putada por lo de los datáfonos y todo eso, pero me explicó que con los datáfonos no había problema, pero que por ejemplo en la farmacia es un problema: “A los que somos de aquí, pues no pasa nada, porque nos conocemos y nos puede apuntar las cosas si nos hacen mucha falta. Pero esta semana que viene son las fiestas, y viene mucha gente de fuera. Es que así no se puede estar”.

El pabellón municipal, el campo de fútbol y la piscina son una gozada. Apenas cuesta un par de euros pasar el día y la cantina es el Valhalla de los borrachos veraniegos. Muchas fachadas están rehabilitadas, hay distintos puntos con un código QR donde puedes consultar información sobre algunos lugares del pueblo. Para un turista o residente de segunda vivienda, la experiencia rural premium es fantástica, pero no puedes ir ni salir de allí si no es en coche.

La otra noche, subiendo a casa de cenar en un bar, coincidí con unos viejos amigos de mis padres, que también tienen una casa allí. Tendrán, no sé, ochenta y largos como poco. Viven en una casa preciosa de enormes muros blancos y ventanas de madera pintadas de azul. Tienen maceteros en las ventanas con rosas y claveles rojos y, los dos, tienen unas piernas de escalador que ni Kílian Jornet. La razón: su casa está en lo alto de una rampa tan inclinada que -puedo deciros por experiencia propia- cuesta subir de pie si has bebido un par de vinos. Ellos se quejaban de que antes había un autobús que pasaba todos los días. Hacía la ruta Murcia-Baza y tardaba dos horas y media en llegar. Por el poco tráfico que tiene la ruta, ya no hace parada por el pueblo. “Primero lo pusieron solamente los jueves, que ya ves tú, luego no puedes volverte, y después lo han quitado. Están diciéndoles a los del Ayuntamiento que a ver qué pasa, que aquí somos todos personas mayores y tenemos familia fuera”.

Las grandes ciudades andan desesperadas por atraer un talento que ya tienen, mientras aquí, que sí debería urgir lo de atraer, ya no talento, sino machos y hembras humanos en edad reproductiva o de adoptar -porque si no, a esto le quedan tres siestas-, se desviven por que el turista tenga un par de buenas semanas al año. En la España vacía no hay palacios de deportes. No llegan trenes, ni autobuses. Ni siquiera hay, al parecer, una red móvil estable, que te permita teletrabajar o hacer una listening party de 'All Too Well'. Decíamos el otro día, en broma, que si Taylor Swift se sentase a desayunar en la mesa de al lado nadie la reconocería, o, como mínimo, nadie la molestaría. Es tan guiri que todos sabrían que es guiri, pero no qué guiri es exactamente: se limitarían, como haría cualquiera con dos dedos de frente, a hablarle despacito y a gritos. Me gustaría saber qué opina Taylor Swift de la España vacía, ella que ha trascendido lo urbano y lo rural, y está para todos en un plano metafísico o divino, sobre tener a la abuela en un retén, incomunicada y lejos de un hospital. Lo digo, sobre todo, porque ella nació en un pueblo similar en Pennsylvania, con el agravante de que aquello está lleno de yankis y el hospital más cercano está igual de lejos, pero no es público. 

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