En la pedanía murciana de El Mirador (San Javier) los estragos de la riada que atravesó sus calles la noche del pasado 10 de octubre son visibles y diversos. Las líneas blancas de la carretera se confunden todavía con el barro seco. El muro de la casa de una familia que tuvo que ser evacuada aquella madrugada está destrozado. Un vecino camina a paso lento por la acera, cargando en cada mano una garrafa de ocho litros rebosante de agua, y las coloca en el zaguán de una casa donde una mujer, Carmen, barre el suelo con cierto aire de fatiga. Enseña los restos del recogedor antes de tirarlos al cubo de la basura: tierra roja y arcillosa, piedras, cañas. De lejos viene un fuerte olor a abono que procede de los campos de cultivo que rodean el pueblo, muchos dispuestos a orillas de la desbordada rambla de Cobatillas, cercando su cauce, debilitándolo ante la lluvia torrencial.
“Toda esta mierda vino del campo. El agua pasó muy rápida por todas las calles. Daba miedo verlo. Parecía que ese río marrón se lo iba a llevar todo por delante. Entró en casas y comercios. Pero lo que no esperábamos, porque nunca antes había pasado, es que lo peor llegara horas después, cuando todo se calmó”, dice, y mete dentro de la casa las garrafas que le ha dejado su vecino.
Los habitantes de El Mirador llevan ya sin agua potable, este martes, un total de once días. El corte afecta a unas 100.000 personas en la ribera norte del Mar Menor, desde San Javier y San Pedro del Pinatar a Los Alcázares, pasando por diversas pedanías del Campo de Cartagena pertenecientes a Murcia y a Torre Pacheco. La incidencia, larguísima, viene propiciada por la inundación con agua de escorrentía repleta de barro de la almenara de un canal de abastecimiento de la Mancomunidad de los Canales del Taibilla (MCT). Los trabajos de limpieza del tramo afectado, de unos 20 kilómetros de tuberías subterráneas, precisan fuentes de la MCT a este diario, concluyeron “en la madrugada del domingo 19 de octubre”. El Delegado del Gobierno en la Región de Murcia, Francisco Lucas, ha asegurado esta mañana que la normalidad se recuperará, al fin, “el miércoles o el jueves”.
Por el momento, en Los Alcázares y San Javier se permitió a partir de este pasado fin de semana usar el agua del grifo para higiene personal y tareas de limpieza. En El Mirador, considerada la zona cero de la dana, los vecinos solo pueden llenar la cisterna del váter. La MCT está enviando periódicamente a los laboratorios de la Consejería de Salud de la Región de Murcia el agua de los depósitos desinfectados para que ésta la analice y la decrete apta para consumo humano.
“Nos dicen que tenemos que esperar, que pronto se solucionará, pero no nos cuentan nada más. Llevo 40 años viviendo en esta casa y no recuerdo nada igual. Me levanto todas las mañanas con la esperanza de leer en el móvil que ya tenemos agua. Pero eso no sucede. Lavamos la ropa a mano, como se hacía en estos pueblos antiguamente. Nos traen garrafas o vamos nosotros a llenarlas a las cubas, y nos duchamos con barreños de agua calentada en una olla. Jamás pensamos que esto fuese a durar tanto. Lo único que pido es poder darme una buena ducha”, explica Carmen.
“Cuando se ocupa el espacio natural del agua”
Alrededor de su casa, ubicada a un paso centro de El Mirador, se despliega un abanico infinito de tierras y fincas de cultivo del Campo de Cartagena, atravesadas, siempre, por el Trasvase Tajo-Segura, la infraestructura hormigonada que las abastece de agua de riego y que, junto a la rambla de Cobatillas, también fue desbordada con las tormentas del 10 de octubre. Hubo una conexión en ambos desbordamientos: la rambla, llena de agua, sedimentos y arrastres, se atascó en la intersección que tiene con el trasvase, justo en el punto que debe cruzarlo por debajo y seguir su curso hasta el Mar Menor. Acabó colmatándolo.
Un operario de la empresa municipal de aguas de San Javier revisa una conducción ubicada en un tramo de carretera que discurre junto al trasvase. Afloja la llave de paso de la boca y brota de ella un chorro leve. Dice que, desde el 10 de octubre, lo único que ha hecho ha sido doblar turnos y participar en las labores de descontaminación de los depósitos. Que este tramo de la rambla de Cobatillas fue la clave del siniestro, que se inundó todo y el agua se volvió incontrolable. Mira hacia el horizonte de cultivos. En medio de todos ellos está la almenara de la MCT donde la escorrentía se infiltró con una voracidad que nadie esperaba. “Cuando se ocupa el espacio natural del agua, ésta se busca otros sitios. Y al final pasa lo que pasa”, denuncia.
Cultivar en plena rambla
Pedro Conesa, otro vecino próximo a El Mirador, ya se había imaginado, con toda la lluvia que estaba cayendo aquella noche, que el nivel del cauce de Cobatillas, en esa intersección con el trasvase, iba a crecer hasta colapsar. Por ella llegaron a circular, en picos máximos, según estimaciones de la Confederación Hidrográfica del Segura (CHS), hasta 1.300 metros por segundo de agua. Las estaciones meteorológicas registraron precipitaciones de 180 litros por metro cuadrado en la zona. Lo que históricamente había sido, relata Conesa, en ese tramo, una rambla abierta y natural, con espacio suficiente para que el agua discurriera con holgura, con el paso de los años fue comprimiéndose cada vez más, perdiendo terreno en favor de numerosas explotaciones agrícolas.
En 2021, explica, la puesta en marcha de una plantación de limoneros fue la gota que colmó el vaso. El lecho de Cobatillas había pasado de tener una anchura libre a una de poco más de 20 metros. “Por aquí ha pasado la rambla de toda la vida y nunca ha habido problemas. Pero ahora el agua de escorrentía tiene mucho menos espacio para circular por culpa del estrechamiento del cauce. Se han generado inundaciones en zonas que antes no eran inundables. La CHS no ha hecho su trabajo para evitar este desastre. La crecida fue tal que el agua, en vez de seguir hacia delante, fue en todas direcciones, y regresó también hacia atrás, hasta llegar al depósito, que en más de 40 años desde que se instaló es la primera vez que se anega”.
La almenara afectada de la MCT está en medio de los campos, sin más protección que un muro de obra no demasiado alto. La instalación se ha quedado obsoleta, teniendo en cuenta cómo se ha transformado drásticamente el territorio del entorno. Fuentes de la propia Mancomunidad achacan la incidencia a “la modificación en los últimos años de las parcelas existentes por encima del canal, que provocaron una concentración de agua de lluvia en un flujo que inundó la instalación”. “El episodio acontecido, unido a las modificaciones del terreno, no dejan otra opción que desplazar la almenara. Ya estamos trabajando en ello”, avanzan.
La ocupación del dominio público-hidráulico
El investigador en conservación de suelos y agua del Centro de Edafología y Biología Aplicada del Segura (CEBAS-CSIC), Víctor Castillo, advierte en declaraciones a este periódico que “las transformaciones del territorio y la intensificación de fincas agrarias en torno a ramblas pueden provocar que ante un evento extremo de lluvias se generen más escorrentías que arrastran más sedimentos porque se artificializa el paisaje”. “Los cultivos”, prosigue, “han ido ocupando el terreno natural de los cauces”.
“Si se disminuye la capacidad de evacuación de una rambla por estrechamiento al colocar otros usos del suelo a los costados, esto provoca que cuando el agua llegue un cierto caudal, el cauce va a acabar desbordando. La ocupación de zonas de dominio público-hidráulico incrementa, por tanto, los efectos de las lluvias extremas”, explica Castillo.
“El tipo de cultivo en las parcelas también tiene su influencia”, continúa el investigador. “En el regadío, la clave reside en que el agua que cae en la tierra se intente evacuar lo antes posible porque, si se acumulase, resultaría perjudicial para los alimentos. De esta forma, las ramblas se acaban llenando mucho más. Hay un impacto claro en la transformación del suelo, sea por uso agrario, por la creación de caminos o por cualquier otra cosa. Todo ello modifica la hidrología natural del Campo de Cartagena y aumenta, sobre todo, la capacidad erosiva de los flujos”.
Los Alcázares vuelve a la normalidad
Una situación similar a la vivida en El Mirador sucedió en la dana a lo largo de buena parte de la comarca. El desbordamiento de otras ramblas como la de la Maraña sumió a Los Alcázares en una noche de máxima tensión aquel 10 de octubre. Las crecidas comenzaron a anegar las calles, aunque finalmente, para alivio de los vecinos, el agua no levantó más de unos pocos palmos del suelo.
Matilde pasea este martes junto a la rambla urbana de la pescadería. Allí los alcantarillados siguen vomitando barro hacia la orilla del Mar Menor. El municipio ha recuperado el suministro potable completo este martes a las 14 horas, al igual que San Javier. El domingo los vecinos ya pudieron ducharse, lavarse las manos y limpiar la casa con agua de sus propios grifos.
“Yo veo tercermundista toda esta situación”, explica Matilde. “Y no lo digo por llevar tanto tiempo teniendo que venir a recoger agua en garrafas del camión de abastecimiento, sino por la falta de información. No hemos sabido cuáles han sido las causas reales del corte. Pasamos más de una semana sin poder ducharnos o duchándonos en el polideportivo, días enteros sin poder limpiar, sin nada. Y once sin agua potable”.
Junto al Ayuntamiento, un bar informa a los clientes con carteles de papel escritos con rotulador azul que trabajan con agua embotellada. Dice Juan Pedro, su dueño, que los primeros días la gente no entraba ni a tomarse ni un café por miedo a estar ingiriendo agua contaminada.
En Los Alcázares, San Javier y Torre Pacheco, los consistorios han puesto en marcha servicios de información, asistencia y gestión de ayudas a los damnificados por los cortes. Cientos de personas han reclamado ya a la MCT que asuma los gastos que la incidencia está teniendo en su economía doméstica. En San Pedro del Pinatar, las autoridades sanitarias han declarado en la mañana del martes “la aptitud total” para el consumo humano del agua servida por la Mancomunidad, incluyendo la utilización para el consumo directo del grifo o la preparación de alimentos.
La ausencia absoluta de agua potable, nunca vista en la comarca, ha puesto en evidencia, explica Víctor Castillo, la debilidad manifiesta del territorio del Campo de Cartagena, a consecuencia de reducir ramblas para aprovechar al máximo la llanura y explotar el uso agrícola del suelo. “Hay que darles espacio a los cauces. Si se ocupa el terreno por donde discurre el agua, cada cierto tiempo habrá inundaciones, se llenará el caudal de sedimentos y arrastres, y volverá a suceder lo mismo”, concluye.
Fuentes del Ejecutivo murciano consultadas ponen el foco del problema en la construcción proyectada por el Gobierno central, pero todavía no licitada, de diques de laminación en la zona de la rambla de Cobatillas. Por su parte, la ordenación del territorio de la cuenca vertiente del Mar Menor, competencia exclusiva del Gobierno autonómico e imperada por la ley de la laguna de 2020, acumula ya más de dos años de retraso. Aún no tiene fecha prevista.