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Los refugiados de Moria: personas hacinadas que mueren de frío en las noches de invierno

Niños jugando en el campo de refugiados de Moria

Joaquín Sánchez, 'el cura de la PAH'

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Antes de comenzar la crónica de este primer día, tengo que reconocer que cuesta escribir, porque somos conscientes de que nos vamos a encontrar la misma realidad que nos dejamos hace algunos meses y que hemos ido siguiendo constantemente y te haces la pregunta de si esto va a servir para algo, ante un proceso muy bien planificado basado en el miedo y el egoísmo para producir la indiferencia o el rechazo ante el drama de los refugiados y refugiadas. Somos muy conscientes de que no nos vamos a encontrar un panorama mejor y nos preguntamos por qué ante tanto dolor no reaccionamos.

Llega el momento de coger los coches e iniciar el trayecto para llegar al campo de refugiados de Moria y Monte de los Olivos, pero antes hay que hacer una parada en los proyectos  de The Hope Project y la Móvil Kitchen y reencontrarnos con gente que queremos y que siguen expresando su cariño y solidaridad a estas personas, que han dejado sus vidas, que han abandonado sus tierras por la guerra y que encuentra en estos proyectos un espacio de humanidad, un espacio para tener un comida en condiciones y un espacio para la recreación artística.

Echamos de menos a Julio, que ha dejado de estar aquí por problemas de salud y nos encontramos con una organización nueva, que es Sant 'Egidio, que colabora en dar cenas, y con voluntarios y voluntarias de la Facultad de Medicina de Albacete.  También hay que destacar que hemos conocido a Nati, la compañera de Julio, que lo sustituye para intentar dar viabilidad a la Móvil Kitchen hasta donde se pueda. ¡Ni qué decir que el reencuentro ha sido una explosión de sentimientos y afectos!

Cada vez que se produce estos encuentros, los avasallamos a preguntas, cuyas respuestas avalan por desgracia nuestras preocupaciones, y nos llegan de angustia. Nos vuelven a decir que la comida es vomitiva. El hacinamiento provoca múltiples problemas que iremos desgranando en estos días en la crónica diaria. La falta de atención médica y el no tener que hacer nada, se plasma en una frase que suelen decir: “Cada día que empieza, es un día que tu corazón muere”. Preguntamos sobre el nuevo presidente de Grecia, Kyriakos Mitsotakis, y nos dicen que es una gran amenaza, que vienen tiempos complicados, que ha prometido cerrar el campo de Moria, pero que tal vez en de cerrarlo se convierte en una especie de prisión. Nos decían que hay muchos intereses económicos para no cerrarlo, desde las empresas de catering hasta los alquileres de pisos en Mitilene, que es la ciudad más próxima a este campo de refugiados.

Una vez terminada la conversación, donde se mezcla lo personal y la situación, retomamos el viaje hasta llegar al campo de refugiados de Moria y Monte de Olivos, que están juntos. Es fácil distinguirlos, porque Moria está amurallado y con concertinas y el acceso está controlado y el de Monte de Olivos es una extensión enorme de tiendas de campañas, que ha ido creciendo con el paso del tiempo y que se considera no oficial, no legal.

Nos reencontramos con amigos de estos campos y nos fundimos en abrazos y sonrisas, porque para nosotros no son refugiados, son amigos, que forman parte de nuestras vidas. Nos informan de que la situación es mala y que este invierno ha muerto gente con el frío; nos decían que cuando entraban en una tienda, y veían un cuerpo inerte, lo tocaban para confirmar que había fallecido. No había resistido el frío.

Nos tomamos algo y nos acompañan para visitar de nuevo el campo del Monte de los Olivos, donde vemos muchos niños y niñas, que nos regalan su cercanía y sus juegos y sus padres y madres que nos ofrecen un gesto de amabilidad y confianza. Son ellos y ellas quienes nos acogen y que, a pesar de lo inmenso de su dolor, siguen siendo un pueblo acogedor y hospitalario, y enseguida te invitan a entrar en sus tiendas a tomar un té.

Tomamos contacto con la organización 'Rowing together', cuyo objetivo es la atención a mujeres embarazas y violaciones y, aunque no es su cometido, hacen de psicólogas por todos los traumas que conlleva la violación ya que son estigmatizadas por ello. También contactamos, este primer día, con la organización 'Refugee 4 refugees', que han creado un espacio de juego para los niños y niñas.

Siempre hay signos de esperanza, tanto en las actitudes de los propios refugiados y refugiadas como en las personas que expresan su vida desde la solidaridad.

Hasta mañana.

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