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Sol Gragera

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Fue un sábado de octubre a las 19:00 horas en el Teatro Principal, ubicado en la céntrica Plaza del Castillo de la capital navarra. El espectáculo no duró más de diez minutos y pudo presenciarlo un selecto público invitado previamente. La prensa escrita, que era el único medio de comunicación disponible entonces, fechó el 24 de octubre de 1896 como el día en que llegó el cine a Pamplona. La ciudad, entonces amurallada, sin automóviles y con apenas 28.000 habitantes, acogió durante cuatro días las primeras proyecciones de imágenes en movimiento. La luz de un ‘kinematógrafo’, una patente distinta al cinematógrafo de los hermanos Lumiére, trajo el visionado de ocho títulos sobre una gran pantalla. Las imágenes de “Una pelea de negros” abrieron el programa de esta primera exhibición pública del cine, para la cual había que pagar una peseta, en aquel momento una moneda de plata con la efigie de un Alfonso XIII de diez años.

Esta patente, vinculada a Thomas Alva Edison y no a los hermanos de Lyon, llegó a Pamplona desde Londres de la mano de Alberto Durán, quien comenzó en la capital navarra una gira que continuaría en Vitoria, en Logroño y en distintas ciudades de Catalunya. La historia de la llegada de las primeras proyecciones cinematográficas a la comunidad foral la ha investigado y recogido en el libro ‘Llegada e implantación del cinematógrafo en Navarra (1896-1930)’ Alberto Cañada, director de la Filmoteca de Navarra. Esta entidad es la que ha impulsado este domingo, 125 años después, una sesión conmemorativa en el actual Teatro Gayarre con la proyección del mismo programa visionado aquel día de otoño. Tal y como explica Cañada, poco ha logrado saberse de esta máquina aunque -aclara- probablemente sería algo muy parecido al cinematógrafo. “Es decir, se usaba una fuente de luz y luego el aparato pasaba la película con un objetivo para que pudiese ampliarse y verse en la pantalla grande”, explica.

Según se desprende de la investigación realizada por Cañada, fue apenas dos días antes, el 22 octubre, cuando el Ayuntamiento de Pamplona recibió una instancia de la Sociedad del Kinematógrafo solicitando el uso del principal espacio cultural de la ciudad. Tal y como reza el documento, todo con “el objeto de dar dos o más espectáculos-conferencias y presentar el célebre aparato ‘kinematógrafo’ (fotografía animada)”. La Comisión de Fomento del consistorio gobernado por Fernando de Gorosábel y Sagasti no tardó en responder: “Vista la presente y resultando que lo que en ella se propone, o sea, la presentación del ‘kinematógrafo’, maravillosa invención de Edison, es un espectáculo cultísimo que ha sido muy bien acogido por todos los sitios donde se ha presentado, se concede el teatro a Don Alberto Durán desde esta fecha hasta el 31 del actual mes”.

La misteriosa figura de Alberto Durán comenzó en Pamplona la exhibición del aparato en actos abiertos al público en general. Llegó desde Inglaterra, donde en agosto estuvo presentando un aparato llamado ‘vivagraf’ en un salón de espectáculos londinense. Poco han logrado averiguar de él los distintos investigadores especializados en la materia. Lo único que puede afirmar Cañada es que Durán se hospedó en una pensión ubicada en el número 6 de la calle de Espoz y Mina. No vivía en la capital navarra, pero por alguna razón eligió proyectar por primera vez en ella.

Un día después de la primera sesión, una de las cinco cabeceras existentes, el periódico el ‘Eco de Navarra’, calificó la exhibición como un “espectáculo que tanto agrada y sorprende a la vez”. Según recoge, los otros siete títulos que siguieron a ‘Una pelea de negros’ fueron, en este orden, los siguientes: ‘Una fragua en la que se ve el martillear del hierro y el humo que despide el fuego’; ‘Un paseo de coches en el que los carruajes pasan a trote’; ‘Un campo de labradores y vacas que cambian de sitio’; ‘Una playa y una lancha en la que van de paseo por el mar unas niñas con su madre’; ‘El baile de la serpentina cambiando de color el traje tal como se representa en el teatro’; ‘Los boulevares de París con su aglomeración de gentes y coches que van y vienen’; y la última: ‘La llegada de un tren a la estación con la salida y entrada de viajeros’.

Fue este mismo periódico el que añadió una apreciación significativa respecto a la calidad de la proyección: “El efecto es completo y lo sería más sin la oscilación que la máquina produce al desarrollar la cinta”. Esto apuntala una teoría que reseña Cañada, y es que el cinematógrafo de los hermanos Lumière maravilló desde el principio por la estabilidad de los cuadros. Por tanto, el aparato que trajo Durán a Pamplona probablemente fuera un producto de Edison, quien ya había patentado antes el ‘kinetoskopio’ –aparato para el visionado de imágenes de forma individual-. Además, señala el director de la Filmoteca, si lo que trajo hubiera sido una máquina de los hermanos de Lyon, lo más probable es que la hubiera anunciado con ‘C’. El cinematógrafo como patente ya había llegado a España entre abril y mayo del mismo año. De hecho, la primera sesión pública tuvo lugar en el Hotel Rusia de la capital el 13 de mayo, cinco meses después de acoger El Gran Café de París, el 28 de diciembre de 1895, la histórica sesión de los hermanos Louis y Auguste.

Convocado con toda solemnidad, al primer pase de las 19:00 horas del sábado 24 de octubre estaban invitados distintas autoridades, el Gobernador civil, José Díaz de la Pedraja -del partido liberal-conservador-, así como diputados, magistrados y periodistas. El domingo fue el día en que Alberto Durán ofreció más sesiones, un total de cuatro y con dos o una hora entre cada una de ellas. El resto de días, el 26 y el 28 de octubre, programó dos visionados para cada uno de ellos. Para comunicarlo a los casi 30.000 vecinos de la capital navarra, la Sociedad del Kinematógrafo distribuyó un anuncio en la prensa que calificaba la máquina como “aparato maravilloso que permite apreciar con toda claridad y precisión la fotografía animada, escenas de la vida real, calles y paseos (...)”. Los periodistas que asistieron a la exhibición dejaron constancia en sus crónicas de la sorpresa que provocó en el público. Por ejemplo, el lunes 26, un cronista de ‘El Liberal Navarro’ escribió: “El mejor elogio puede hacerse diciendo que sabe a poco el número de fotografías exhibidas”.

Tampoco faltó la primera censura. La línea católica-conservadora de ‘La Tradición Navarra’ incluyó lo siguiente en una nota el día 27: “Hay que reconocer que es de gran efecto dicho aparato y si la empresa comprendiese sus verdaderos intereses haría bien en suprimir algunos cuadros que presenta, pues aunque la mayoría son inocentes, hay otros tales como la serpentina y la escena del fotógrafo que sobre ser los menos animados no son propios del público honesto que acudiría con más agrado y en mayor número si se suprimieran estos atrevimientos”. Pero era justo eso lo que el público más quería ver. Según señala el ‘Eco de Navarra’, “la gente aplaudió mucho y pidió la repetición del número de la serpentina”. Esta cinta, ‘La danza serpentina de Loie Fuller’ era precisamente uno de los títulos que grabaron y exhibieron los hermanos Lumière, que colorearon fotograma a fotograma los pliegues del traje de la reconocida bailarina estadounidense.

La mayoría de los títulos exhibidos por Durán en su gira coinciden con la programación de los hermanos de Lyon. “No lo puedo asegurar. Pero sospecho que Durán proyectaba películas de los Lumière, porque las películas en estos primeros años de cinematógrafo se compraban. No es como ahora, que se alquilan. Entonces se compraban y es por lo que sospecho, pero es una sospecha, que estas películas pudiesen ser de los hermanos Lumière”, explica el director de la Filmoteca de Navarra.

Aunque fue unánime el aplauso y el elogio de la prensa, Alberto Durán no hizo uso del Teatro Principal los ocho días para los cuales obtuvo permiso. Fueron solo cuatro jornadas, de sábado a miércoles, entre las cuales el martes se quedó sin proyectar. El precio de entrada del espectáculo era de una peseta. Justo el precio de una suscripción mensual a un periódico. Esto hace suponer a Alberto Cañada que solo un público muy selecto, curioso y lector de prensa, pudo costear la entrada en una ciudad con siete veces menos habitantes que la Pamplona actual. “El que fue a ver este espectáculo fue un día nada más. Cuatro días o cinco días, no. Por eso yo sospecho que no tuvo mucho éxito. Probablemente hubo mucha gente que quiso ir, pero igual por el precio no fue”, sostiene. Además, señala que tampoco es posible saber si hubo música en aquella primera sesión, anunciada como una conferencia explicativa en lo que era la primera toma de contacto con el invento.

A las puertas del siglo XX, la llegada de las primeras proyecciones cinematográficas a la capital navarra supuso el preludio de una nueva época. Según apunta el historiador Juan José Martinena, quien da contexto en la sesión conmemorativa del 125 aniversario de la llegada del cine, para una sociedad que se iluminaba aún con candil, esta exhibición “tuvo que ser un impacto tremendo, como unos pocos años antes lo había sido la luz eléctrica con las bombillas”. “Era una ciudad triste y muerta prácticamente todo el año. Solo en San Fermín tenía una cierta alegría. Con estas cosas, la sociedad empezaba a percibir que estaba entrando en una época nueva”, abunda.

La comunidad foral contaba entonces con apenas 300.000 habitantes. En España entonces gobernaba la Regencia de María Cristina de Habsburgo y comenzaban a cobrar fuerza corrientes como el nacionalismo vasco, el socialismo o el movimiento obrero. Según Martinena, “aquella Pamplona estaba más cerca de la época virreinal, la Pamplona de los siglos XVII y XVIII, más que de la Pamplona moderna”. Señala que la ciudad permanecía amurallada como lo había estado desde la Edad Media: “Había seis portales que se cerraban por las noches y la población tenía que estar dentro para entonces. Y no se sentía como antiguamente defendida por las murallas, sino agobiada y oprimida”. Como curiosidad, apunta, las murallas de San Sebastián habían sido derribadas en 1863.

Historia del Teatro Principal donde llegó el cine

La realidad urbanística respondía a un espacio insuficiente para crecer. “Los proyectos que empiezan a plantear el ensanche eran extra murales y hasta 1920 no se autoriza el derribo de las murallas”, apunta Martinena. Este proyecto fue precisamente el que, en 1931, motivó el derribo del Teatro Principal que acogió la primera proyección cinematográfica. El principal edificio cultural de la ciudad formaba un conjunto neoclásico con el Palacio de Navarra y el edificio Crédito Navarra. De manera que cerraba la Plaza del Castillo en el punto que hoy da inicio la avenida Carlos III. Este edificio fue realizado por el arquitecto Pedro Manuel Ugartemendía, mientras la fachada fue diseñada por José de Nagusia, director de la obra.

El Teatro Principal demolido durante la República con el fin de abrir el conocido como ‘cuarto de estar’ de Pamplona hacia el sur de la ciudad, de manera que se levantó en la avenida antes mencionada en 1932. Del antiguo edificio construido en 1841, en la entonces denominada Plaza de la Constitución, solo se conserva la fachada. Esta fue trasladada al actual Teatro Gayarre, denominado así desde 1903 en honor al músico y tenor navarro Julián Gayarre, y que el próximo 3 de mayo cumple 90 años de su nueva construcción. Según señala Martinena, la fachada neoclásica se conserva casi en su totalidad, a excepción de algunos detalles de remate, el reloj y unas esculturas alegóricas.

Concebido para sustituir al Patio y Casa de Comedias, situado en la calle del mismo nombre, el Teatro Principal fue el lugar privilegiado y escogido para acoger la primera proyección cinematográfica. No obstante, hubo que esperar a los sanfermines de 1897 para conocer exactamente la patente de los hermanos Lumière, que llegó a Pamplona de la mano de un empresario apellidado Iranzo. Según recoge dos días después de San Fermín ‘El Eco de Navarra’ este aparato no presentaba las oscilaciones del primitivo ‘kinematógrafo’: “El aparato es tan perfecto que reproduce con toda exactitud el movimiento de las personas y objetos fotografiados en la hermosa colección”. Así fue como arrancó el comienzo de una gran amistad.

El Teatro Gayarre acoge la programación de Durán 125 años después

Fue este domingo a las 19:00 horas en el Teatro Gayarre, ubicado en número uno de la mencionada avenida Carlos III. La sesión duró algo más de 70 minutos y comenzó con la explicación de Alberto Cañada sobre lo que sucedió tal día como este hace 125 años. El programa estaba dividido en tres partes. La primera se centró en la proyección de fotografías de la Pamplona de finales del siglo XIX con la explicación histórica ofrecida por Juan José Martinena. La segunda consistió en la esperada y aplaudida reproducción del mismo programa que Alberto Durán trajo por primera vez a la ciudad. Y la última parte hizo un repaso, también a través de la proyección de un montaje, de los salones cinematográficos más importantes de la capital navarra. Las tres partes fueron amenizadas por el piano en directo del músico Javier Asín.

La efeméride y el programa fue anunciado por prensa escrita y digital, radio y televisión un mes antes a una ciudad que hoy cuenta con más de 200.000 habitantes. Y tuvo una buena respuesta en un auditorio sin restricciones de aforo con motivo de la pandemia. Apenas dos días antes, el alcalde de la ciudad, Enrique Maya -UPN-, la consejera de Cultura del Gobierno de Navarra, Rebeca Esnaola y del director de la filmoteca inauguraron un monolito en el lugar donde se ubicaba el Teatro Principal, en conmemoración de los 125 años de la primera proyección cinematográfica en la capital navarra.

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