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Ofertas de empleo sin oferta y sin empleo

Oficina de la plaza del Castillo de Pamplona en la que se llevaron a cabo entrevistas de comercial.

Celia Bustamante

La desesperación también se exprime. Así parece que piensan algunos 'empresarios' que, al calor de la crisis, ofrecen puestos de trabajo que, en un limbo legal, se aprovechan de la situación y el desconocimiento de muchos de los candidatos que optan a coparlos. Se trata de firmas comerciales que se lanzan a la caza y captura de personas desesperadas por conseguir un trabajo, que leen ofertas de empleo, principalmente en portales de internet, como comerciales. Una vez que llaman, comienza un periplo denigrante que les lleva a una entrevista surrealista en locales vacíos, a veces abandonados, y a unas condiciones laborales que distan mucho de lo mínimo exigible. Para añadir más dramatismo, los contratantes suelen ser empresas que se crean 'ad hoc' y desaparecen a las pocas semanas, de tal forma que los empleados acaban teniendo grandes dificultades incluso para cobrar las mínimas comisiones que consiguen a puerta fría.

Los sindicatos conocen la realidad de estas empresas, pero de lejos. No han tenido casos de empleados que hayan acudido a las organizaciones para solucionar reclamaciones o hacer consultas, por lo que no pueden investigar qué condiciones laborales tienen los trabajadores. No tienen ningún afiliado que se dedique a este tipo de ventas y además, aseguran que los vendedores no tienen un convenio propio que puedan negociar o que facilite que se conozca su realidad, sino que se ajustan al convenio del sector de lo que vendan.

Esta falta de control llega también a los servicios públicos de empleo. Desde la administración no tienen constacia de que existan este tipo de ofertas porque no se registran en sus sistemas. En caso de que alguna de estas ofertas llegara a su servicio, podrían investigar las condiciones que se ofrecen, incluso denunciarlo si no cumple la normativa, pero no han tenido ningún caso. Estas ofertas de empleo se quedan en páginas web en las que no existe control, por lo que las oficinas de búsqueda activo de empleo no tienen ninguna competencia sobre ellas.

El desconocimiento por parte de las instituciones que pueden defender los derechos del trabajador da una gran ventaja a estas pequeñas empresas que se dedican a subcontratar comerciales, ya que permanecen en un segundo plano sin contar con ningún tipo de control externo que vele por la calidad de los empleos ofertados. Además, cambian habitualmente de sede física, de nombre y de número de teléfono, lo que hace más difícil todavía que, incluso los propios trabajadores, puedan reclamar su sueldo o reivindicar otras condiciones laborales. La sospecha que impera entre los trabajadores que se dedican a estas labores comerciales es que se trata de empresas piramidales, en las que una persona se hace cargo del contrato con la gran empresa que comercializa y va delegando trabajos en muy malas condiciones para lucrarse gracias al esfuerzo de otros. Sin embargo, la falta de conocimiento por parte de los trabajadores de quién es su jefe real e incluso de cuál es el nombre de la empresa para la que trabaja dificulta que se pueda comprobar si realmente un 'empresario' se está lucrando de forma ilegítima a costa del trabajo mal remunerado de otros.

Trabajo... “sin salario”

La mayoría de las ofertas buscan a personas jóvenes con ganas de aprender, un perfil que motiva a la mayoría de quienes están buscando empleo, pero la oferta que se ofrece tras la entrevista no cumple las expectativas mínimas. “Me ofrecían un trabajo, pero no tenía ningún tipo de salario, me tenía que hacer autónoma y cobraría solo las comisiones por los contratos que consiguiera firmar”, afirma una joven que ha realizado varias entrevistas para este perfil. “Ahora, cuando me llaman de un trabajo, siempre pregunto si es para puerta fría. En varias ocasiones me han dicho que no, y al llegar a la entrevista, sí que lo era. Saben que si dicen que es puerta fría, la gente no quiere ni ir a la primera entrevista.”

Otro joven, que formó parte de un proceso de selección para una oferta de promotores relata una experiencia parecida. “Me dijeron que había sido seleccionado y que al día siguiente tenía que ir de traje a la oficina. Cuando llegué allí me pusieron con un comercial que me iba a enseñar cómo trabajaban. El plan para el día era ir a Vitoria durante más de nueve horas a vender con él. Ese día era de prueba y de formación, y no me iban a pagar nada. A partir de ahí, me dijeron que yo vendería por mi cuenta y que cobraría las comisiones de los contratos. La comisión más alta era de 80 euros, por un contrato que el compañero me dijo que no firmaba casi nadie. No había salario mínimo, ni contrato, ni horario, ni condiciones de ningún tipo, tenía que ser autónomo y pagarme yo los viajes a las ciudades a las que tuviera que ir”.

Estos dos jóvenes en paro, que prefieren permanecer en el anonimato, han participado en varias entrevistas y procesos de selección de empresas que ofrecían trabajo como promotor, comercial, e incluso técnico de marketing. Ambos manifiestan que dan ‘mala espina’. “Una de las entrevistas en las que participé fue en una oficina abandonada. Antes de ir, investigué sobre la localización de la oficina, ya que el nombre de la empresa no me sonaba de nada. Según un par de páginas de Internet era la sede de una empresa que se dedicaba a importar y exportar productos a China, lo que me sorprendió bastante”. La joven acudió a la entrevista con incertidumbre ya que le resultaba extraño que una empresa de importación y exportación a China buscara promotores y jefes de equipo de promotores. “Al llegar la oficina estaba vacía. Se notaba que la habían alquilado para ese día porque no había ni un libro ni un papel en las estanterías, y una importante capa de polvo encima de las mesas y del mostrador de recepción”.

El día a día

Los equipos de comerciales salen cada mañana de la oficina a una zona de la ciudad para intentar captar clientes. Sus condiciones laborales son una incógnita para los sindicatos, porque no reciben consultas o quejas de los trabajadores. Las empresas para las que trabajan no tienen una sede física en las ciudades en las que prestan sus servicios y muchas veces tienen problemas incluso para cobrar las comisiones por los contratos que han conseguido.

Una forma habitual de trabajar es coger un autobús y bajar cada día en la siguiente parada, para ir cubriendo esa parte de la ciudad. Durante el trayecto las conversaciones giran en torno a los contratos que se han firmado el día anterior, y siempre hay caras nuevas. Todas las semanas un nuevo joven con traje y corbata forma parte del grupo, del que otro ha desaparecido. Tres comerciales de unos 40 años lideran el grupo y aconsejan a los recién llegados cómo ‘entrar al cliente’ o animan a las nuevas incorporaciones con frases del tipo “ahora vienes un par de días conmigo y al tercer día ya estás vendiendo solo, y a empezar a ingresar dinero”.

Las experiencias de personas que han pasado por este tipo de trabajos hacen levantar la sospecha sobre las empresas que gestionan estos equipos comerciales. “Yo vendía contratos de Endesa, pero no trabajaba directamente para ellos sino para una empresa externa que vendía sus contratos. Dos veces tuve problemas para que me pagaran las comisiones de dos contratos que conseguí y que tenían la comisión más alta. Una de las veces, cuando fui a reclamar, llamé al teléfono de la empresa y ya no tenía la oficina ahí. Se habían cambiado de sede y de teléfono y no me dijeron nada”. Este joven, que también prefiere que no se conozca su identidad, estuvo trabajando tres meses para una empresa que durante su relación laboral cambió tres veces la ubicación de su oficina y el teléfono. “Una de las veces que tuve que hablar con ellos, ya casi al dejarlo, habían cambiado hasta de nombre”.

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