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ENTREVISTA

Una víctima del dueño de una agencia de modelos condenado por grabar a mujeres desnudas: “Todavía entro con miedo a los probadores y reviso si hay cámaras”

Andrea L., tras la entrevista

Rodrigo Saiz

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Con 16 años, Andrea L. vio la oportunidad de cumplir uno de sus sueños, dedicarse al modelaje. Para probar suerte en el mundillo y sacar “algo de dinero”, esta joven navarra decidió contactar con 'Dana Models', una agencia de modelos que se publicitaba en internet, propiedad del que había sido galardonado años atrás 'mister Navarra' Daniel Lucía Obregón y que este lunes, seis años después, ha sido condenado por haber grabado a más de 129 mujeres desnudas sin su consentimiento.

Andrea, tras contactar con la agencia, se presentó en sus oficinas en el barrio de la Milagrosa de Pamplona. Conoció a Daniel y pasó a realizarse las primeras fotografías: primero con una pizarra con su nombre y después en bikini “para ver si tenía tatuajes, piercings o cicatrices”. Hasta ahí “todo normal”, señala. Andrea en ese momento no lo sabía, pero mientras se cambiaba Daniel había dejado la cámara de fotos encendida sobre el trípode y grabando un vídeo. “En ese momento ni me fijé, no te das cuenta. Era una niña y ni se me ocurría pensar que podía haber dejado la cámara encendida”.

Andrea sí que notó un comportamiento “extraño” en Daniel semanas más tarde, cuando tuvo que acudir a un curso que él mismo organizaba para las modelos de su agencia en el que les enseñaba a desfilar, posar y actuar delante de la cámara. “De ese curso me fui llorando”, recuerda. En una de las sesiones de trabajo en grupo, Daniel pidió a Andrea y una compañera que interpretaran una escena en la que las dos tenían que besarse en la boca. “No entendía qué tenía que ver eso con el trabajo de una modelo y las dos le dijimos que no. Él nos insistió y nos dijo que teníamos que quitarnos la vergüenza si queríamos llegar a vivir de esto”.

No fue la única situación en la que Andrea se sintió incómoda en ese curso. En otro momento de la sesión, relata, Daniel les pidió a todas las chicas que se cambiaran de ropa en una de las salas que tenía en su oficina, “y él se quedó dentro mientras nos desnudábamos y nos vestíamos con la otra ropa. Yo no le dije nada, pero una compañera sí que le preguntó que por qué no salía y le dijo que nos teníamos que acostumbrar a cambiarnos delante de la gente, que así era en las pasarelas y desfiles”. Andrea lamenta no haberse dado cuenta en ese momento de que lo que les estaba haciendo Daniel era denunciable. “Viéndolo ahora, me doy cuenta de la gravedad de lo que hacía, pero en aquel momento era más cría y ni te lo planteas, no le dices nada y lo haces”.

Al cabo de un tiempo, un día en casa de Andrea sonó el teléfono. Era la Policía Foral, ella y sus padres tenían que ir a comisaría a revisar unas imágenes y confirmar si la que salía en unos vídeos cambiándose de ropa y desnuda era Andrea. “Ahí lo pasé muy mal, porque te sientan delante de un ordenador y te ponen el vídeo delante de tus padres y varios agentes de Policía para que confirmes si eres tú la que sales y fue muy incómodo, porque se me veía desnuda. Incluso salía hasta mi madre, que había entrado en la habitación para ayudarme a atar el nudo del bikini en la espalda”. Andrea recuerda que en el momento de reconocerse en las imágenes, enseguida le entró el miedo de pensar que Daniel podría haber difundido o subido a internet los vídeos. “La Policía nos dijo que no habían encontrado pruebas de que lo hubiera pasado a más gente o colgado en la red, que en principio todo indicaba que eran para uso propio”.

A partir de ese momento, todo cambió para Andrea. Nunca más volvió a trabajar como modelo y confiesa que desde entonces entra “con miedo” a los probadores y baños públicos. “Se me junta eso y que poco después también me grabaron con un móvil que habían dejado en el baño de un bar. Ahora siempre que entro en un probador, un vestuario o un baño público, reviso si hay cámaras”.

De las más de 140 mujeres, muchas de ellas menores, de las que la Policía Foral encontró fotos y vídeos en el ordenador de Daniel Lucía, 129 se animaron a denunciar con la esperanza de que tras el juicio pudieran cerrar ese capítulo de sus vidas. “Yo no necesité terapia psicológica, pero otras compañeras lo han pasado muy mal, algunas siguen yendo al psicólogo e incluso toman medicación”. Andrea cuenta esto con “rabia”, porque asegura que los seis años que han transcurrido desde que ocurrieron los hechos hasta la celebración del juicio han beneficiado a Daniel Lucía y perjudicado a las víctimas.

“La parte a proteger tiene que ser la víctima, y para nosotras estos seis años han sido un infierno. Hemos tenido que vivir con la incertidumbre de saber qué pasaría y sin poder cerrar la herida”. A Daniel, en cambio, los seis años le han valido para que el fiscal acordase con la defensa una rebaja de la pena que inicialmente solicitaba para él, que pasó de 409 años de cárcel a 115 por haber confesado los hechos y por las dilaciones indebidas. De los 115 años a los que ha sido condenado, solo cumplirá en prisión un máximo de cinco de manera efectiva, ya que, según recoge el Código Penal, el cumplimiento de la condena de prisión no puede exceder del triple del tiempo de la pena más grave impuesta. En ese caso, 20 meses.

“Yo incluso me lo he llegado a encontrar”, relata. “Un día fui a ver un partido de fútbol a un pueblo y vi que él era el árbitro. No sabía cómo actuar, si irme o quedarme, son momentos en los que lo pasas muy mal y que si la Justicia hubiese sido más rápida no me hubiera tocado vivir”.

Andrea también denuncia que “se ha silenciado a las víctimas”. Asegura que en ningún momento de este proceso de seis años nadie le ha preguntado cómo estaba y si necesitaba ayuda. Desde el día en el que con mis padres pusimos la denuncia en aquella comisaría de la Policía Foral hasta hoy, nadie se ha puesto en contacto conmigo. Solo un correo electrónico en el que me decían que este lunes (8 de febrero) tenía que ir a los juzgados a declarar como testigo en el juicio“. Andrea se queja de que incluso se enteró por la prensa de que el juicio se cancelaba tras el acuerdo al que llegó la defensa de Daniel con la Fiscalía y las acusaciones particulares ejercidas por algunas de las chicas que fueron con abogado. ”Da mucha rabia, siento que nos han abandonado, no nos han escuchado, al no celebrarse el juicio no hemos podido contar lo que nos pasó y lo que hemos estado sufriendo todos estos años“, lamenta.

A raíz de la decepción que se llevó al saber que no iba a ser escuchada en el juicio, Andrea decidió contactar con algunas de las chicas que había conocido en 'Dana Models'. “Seguía a algunas por las redes sociales y les hablé para ver si sentían lo mismo que yo, y vi que era algo compartido”. Así, crearon un grupo en WhatsApp en el que fueron añadiendo a todas las denunciantes que conocían. “Ahora somos unas 40”. El viernes se concentraron delante del Palacio de Justicia de Navarra, en Pamplona, para protestar por la sentencia, con la que no están de acuerdo, y denunciar que no se las ha escuchado. Además, han pedido tener reuniones en el Parlamento foral, con el Instituto Navarro para la Igualdad y con el consejero de Justicia para que se les dé la voz “que se les ha robado” y que su relato no caiga en el olvido.

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