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“Las víctimas de agresiones sexuales tienen muchas dudas a la hora de poner una denuncia, y es un problema para toda la sociedad”

La psicóloga Juana Armendáriz, del Servicio Social de Justicia del Gobierno de Navarra.

Miguel M. Ariztegi

Juana Azcárate forma parte de un equipo de psicólogas contratadas por el Servicio Social de Justicia del Gobierno de Navarra. Se ocupan de la atención psicológica de las víctimas de delitos violentos: violencia de género y agresiones sexuales sobre todo (más de un 80% del total). También tratan a los agresores.

Su labor comienza con una llamada del 112, de las diferentes policías o colectivos de ayuda a mujeres. También desde Atención Primaria o Servicios Sociales, cuando los profesionales sospechan. Y por supuesto a partir de cualquier denuncia presentada, aunque “a veces llegan sin denunciar. Desde el primer momento les ayudamos a que se recuperen, a que vuelvan a ser independientes. Y las animamos a que denuncien para establecer una barrera con el agresor, pero no obligamos”, apunta Azcárate.

Se ocupan de preparar el juicio junto con las víctimas e incluso de acompañarlas, “que no quiere decir que les digamos cómo tienen que declarar, sino qué heridas van a reabrir y cómo afrontarlo”, matiza Azcárate, quien advierte que la atención psicológica -gratuita para las víctimas- puede alargarse hasta después del juicio.

-¿Protegen las leyes españolas a las mujeres víctimas de agresiones sexuales y de violencia? ¿Están homologadas al resto del mundo?

-Sobre el papel sí que las protege, luego cómo se aplique todo eso, no lo tengo muy claro.

-Algunos sectores piden formación de género para los jueces

-Deberían estar especializados, sí. A los demás gremios se nos pide una especialización. Los jueces deberían tener una formación mínima no ya de género, sino de procesos psicológicos, porque hay cosas que no se entienden. No digo que se hagan psicólogos, pero los procesos de memoria son muy importantes. Un juez tendría que saber que hay mujeres que después de una agresión se van a disociar, una disociación adaptativa. Y eso no las convierte en enfermas mentales, es lo más normal, una reacción de supervivencia. La sintomatología puede surgir meses, incluso años después del hecho. Y cuanto más grave es el caso, más fácil es que se dé una disociación.

-Esta semana se ha hecho público el recurso sobre la sentencia de ‘la manada’, parece que deja al Tribunal Supremo el deber de sentar jurisprudencia

-Me quedo con la parte positiva de los dos votos particulares que ven agresión. Ya es un poco más que la sentencia original. Debo decir que yo he llevado con esa Sala otros casos de agresiones sexuales y ha dictado sentencias que me ha convencido mucho. No conozco el detalle del caso, pero este tipo de sentencias retraen a las víctimas a la hora de denunciar. Lo mismo que una exposición excesiva a los medios de comunicación. Judicialmente se sienten desamparadas. Yo sigo creyendo en la Justicia, pero mis víctimas no.

-Los jueces denuncian las críticas destructivas contra el sistema

-Sí, el caso de ‘la manada’, independientemente de su recorrido judicial, ha sido tratado desde el principio como un espectáculo por los medios. Encender la tele, y oír que se estaba tratando el tema en los programas rosas, del corazón, o como se llamen, con personas desinformadas dando su opinión… yo decía, gracias a Dios que esta víctima es de Madrid, donde no es tan fácil identificarla. En una ciudad pequeña se habría suicidado, y lo digo en serio. Todo lo que se ha dicho, cómo se ha hablado, me ha parecido una salvajada. Eso no es información, no favorece a nadie, en todo caso hace el juego a los agresores. La lucha por las audiencias es peligrosa, porque las víctimas no necesitan ninguna publicidad, los agresores sí, para captar el apoyo de una parte de la sociedad, aunque otra los rechace frontalmente. ¿Qué hace el abogado de los agresores en las tertulias televisivas? No me lo puedo creer. Lo puse y aguanté cinco minutos, si llego a estar en ese plató no creo que me hubiese podido contener y me hubiese levantado y dicho cuatro cosas.

-¿Casos como este generan desconfianza en las víctimas?

-Sí. Manadas hay en todas las fiestas populares, en todos los ambientes festivos en los que la gente está más relajada, se bebe más, estamos más horas en la calle... es más fácil para ellos encontrar una víctima asequible ¿Adónde va a ir un depredador? Yo trato a víctimas de ese año y posteriores que aceptan la atención psicológica pero no quieren poner una denuncia por lo que implica. Y a mí eso me asusta, porque quiere decir que hay alguien que ha cometido una barbaridad y que campa a sus anchas. Y que encima se va a sentir impune. Eso está sucediendo, por una combinación de desesperanza en el sistema judicial y miedo a la sobreexposición a los medios.

-Se produce una revictimización de las denunciantes

-Las víctimas de agresiones sexuales tienen muchas dudas a la hora de poner una denuncia. Y es un problema no solo para ellas, sino para toda la sociedad, que quiere que esos agresores no estén en la calle actuando impunes. Si han agredido una vez, pueden agredir más. Pero en toda denuncia de agresión sexual se cuestiona a la víctima. La defensa de todos los agresores sexuales es siempre la misma: hubo consentimiento.

-Se cuestiona el relato de la víctima

-Eso. Si alguien te roba cuando vas por la calle, nadie te cuestiona si te han atracado o no; tu entorno, tus amigos y tu familia te apoyan, y está claro que el atracador es el que ha hecho mal. En las agresiones sexuales es diferente: ¿Habías bebido?, ¿qué ropa llevabas?, ¿habías estado ligando con él antes? Parece que el intento de ligoteo es clave, y no es así, los chicos y las chicas jóvenes salen a ligar, a pasarlo bien y a conocer gente. Pero si ha habido un acercamiento previo, supone un problema en el ámbito judicial.

-¿Centrarnos en la cuestión del consentimiento genera desprotección?

-Total desprotección, muchas veces. Pero cuando no hay pruebas físicas es difícil, porque son dos declaraciones enfrentadas. Y siento decirlo, pero en casos como las violaciones y la violencia de género, ¿quién va a declarar mejor, los agresores o las víctimas? Pues está claro que quienes no tienen un trauma por lo sucedido. Los agresores defienden su forma de ser, y las víctimas están rotas. Y luego, si las víctimas reciben ayuda y se presentan al juicio mejor, tenemos otro problema, porque la declaración suele variar, y las defensas intentan evidenciar las diferencias y hacerlas contradicciones.

-Falla el sistema de protección a las mujeres, entonces

-Falla todo el sistema de principio, seguimos con los micromachismos de antes, que esconden problemas más graves. ¿Qué pasa si una mujer es extrovertida?, ¿si sale sola por la noche? Pero también es cierto que a veces los jueces y los abogados hacen preguntas para contrastar versiones, y si las sacas de contexto pueden quedar muy mal, pero el objetivo no es siempre atacar a la víctima. Por ejemplo, no es lo mismo romper un tanga que una braga. Esto puede parecer algo sin importancia, pero cuando denuncias un atraco también te preguntan sobre detalles aparentes sin importancia que pueden contribuir al esclarecimiento de los hechos. Quiero pensar. Yo quiero pensar que el sistema judicial funciona, porque necesitamos que la gente denuncie.

-Y la prensa debe evitar revictimizar a las denunciantes

-La prensa tiene una responsabilidad muy grande para no dar datos que puedan comprometer la intimidad de la víctima en las informaciones. Hay que informar sobre las agresiones sexuales, sí, pero con mucho cuidado, sin dar detalles excesivos. El nombre de un barrio, el de un tipo de comercio, e incluso la descripción somera de cómo es la distribución de una tienda pueden descubrir a una víctima. No nos damos cuenta de que hay datos muy tontos que pueden dar pie a eso. Ha pasado, de hecho. Se revictimiza a las víctimas. Los agresores son en la mayoría de los casos del entorno cercano, y también tienen amigos y familiares que no se quieren creer lo que ha hecho… los entornos se dividen en partidarios de víctima o agresor, y que no intente la chica retomar su vida normal y salir por la noche, porque entonces las habladurías son lo más común: “Pero fíjate, si no está afectada ni nada…” Y si a alguien le atracan a punta de navaja una vez, nadie espera que deje de salir para protegerse, para evitarlo.

-Existe el debate sobre cuánto informar sobre la violencia

-A las víctimas de violencia de género, una vez que han puesto la denuncia, les favorece que la gente hable y que se cuente en las noticias; puede ser positivo como advertencia al agresor. Hay tres puntos de riesgo que son claves: uno, cuando la víctima comunica al agresor que se va a separar; dos, cuando sale la fecha del juicio y tres cuando sale la sentencia. El tratamiento psicológico busca proteger a esa persona y darle fuerzas para separarse si quiere hacerlo y denunciar si quiere hacerlo también. Sacar la violencia de género de las casas, contarla fuera, es positivo para que otras se animen a dar el paso y denunciarlo. Hay agresores que están tranquilos porque saben que todo queda en casa. En el momento en que sale la noticia y se reconoce públicamente al agresor, se incrementa la agresividad, tratan de entorpecer la investigación.

-Las víctimas tienen que recuperar su vida anterior

-Las de violencia de género tienen que volver a creer que son válidas. Las de agresión sexual necesitan confiar en sí mismas y en el entorno, porque pierden la sensación de que viven en un mundo seguro. Probablemente tendrán estrés agudo reactivo, que es la reacción psicológica normal para una situación anormal. Intentamos que no se cronifique la ansiedad generalizada. Los tratamientos en violencia de género dependen de los años que ha durado el maltrato: de cuatro o cinco meses, con seguimientos mensuales o bimensuales posteriores. Las de agresión sexual depende mucho de la agresión, pero entre seis meses y un año es lo habitual. Si los juicios tardan en salir dos años, necesitan atención para afrontarlo después también.

-El auge de la ultraderecha es un hecho en Europa y en el mundo. Ahora parece que llama a la puerta a través de Andalucía. ¿Por qué esa hostilidad contra las leyes que protegen a las mujeres?

-No estoy segura, pero me preocupa y me asusta mucho. Me asustan los fanatismos, sean de derecha o de izquierda, me parecen inaceptables. La ultraderecha está poniendo voz a ese hombre del pasado que quiere recuperar su parcela de poder. No sé qué relación puede tener con otras esferas, como la religiosa, pero desde luego para todos los avances que ha habido en tema de mujer el ascenso de la ultraderecha es un riesgo.

-También tratan a agresores. ¿Cómo son?, ¿se arrepienten?, ¿quieren cambiar?

-Hay de todo. Los poquitos que vienen voluntarios funcionan bien, porque reconocen de partida conductas problemáticas como el descontrol de ira o celos obsesivos… si reconoces lo que te está pasando es el paso más importante. En la terapia con agresores lo que más cuesta es que se reconozcan como tales. El que termina el tratamiento, los datos son buenos. Hay poco fracaso. Pero el problema son los que abandonan, que son muchos.

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