Por qué es importante que los niños jueguen, según una psicóloga: “Les ayuda a integrar acciones de la vida real”
Jugar no es solo una diversión frívola, sin propósito. Aunque suele considerarse un simple pasatiempo para los niños, en realidad es mucho más que diversión y algo con más influencia de la que podríamos pensar porque ayuda a sentar las bases de toda la trayectoria de un niño.
Todos los niños, desde bebés hasta menores en edad escolar y también adolescentes, necesitan tener tiempo para jugar cada día porque les permite estar activos, ser creativos y desarrollar sus habilidades físicas, sociales e intelectuales.
De hecho, el juego es la forma en la que los niños comprenden el mundo: aprenden a explorar y entender el mundo que les rodea, desarrollan habilidades para resolver problemas, experimentan e, incluso, aprenden de sus errores.
Verónica Pérez Ruano, psicóloga infantojuvenil y directora de Raíces Psicología, explica a este periódico que “los niños deberían tener un tiempo de calidad destinado al juego y, siempre que sea posible, al juego libre, a poder ser en un espacio relacionado con la naturaleza, como un parque, un río…”.
Podríamos decir que el juego es la herramienta con la que los niños absorben el conocimiento de forma natural, de manera que pueden integrar sin esfuerzo habilidades cognitivas, físicas, emocionales y sociales. Porque cuando un niño juega, aprende, resuelve problemas, piensa de forma estratégica, se relaciona con los demás y gestiona altibajos de la vida.
El poder de los diferentes tipos de juego en los niños
Cada tipo de juego contribuye a aspectos importantes del desarrollo de un niño. Para Pérez Ruano, “cuanto menos estructurado esté el espacio, más se favorece el juego libre real: no es lo mismo un juego libre en una ludoteca o en una habitación llena de juguetes, con pilas y ruidos, cuando el juguete hace las cosas por ti, que uno que permita al niño desarrollar todas sus actividades aprendidas y donde está poniendo en práctica las que están por venir”.
Juego simbólico: desde habilidades lingüísticas y comunicativas a la creatividad
Juego y lenguaje están interconectados. El juego diverso permite a los niños desarrollar habilidades de representación, como cuando una caja se convierte en un sombrero. Esta capacidad de usar objetos con flexibilidad refleja cómo las palabras verbales representan objetos e ideas.
Aparece mucho juego simbólico, es como arte que está vivo y donde desarrollan una historia en el papel, no hay un motivo estético detrás
El juego simbólico también es “fundamental porque les ayuda a integrar acciones de la vida real”, admite Pérez Ruano. Por ejemplo, cuando juegan a “que soy la mamá, el doctor o la profe, pueden ‘vivir’ la experiencia y es cuando lo entienden de verdad”.
En este apartado la psicóloga también destaca el dibujo, donde “aparece mucho juego simbólico, es como arte que está vivo y donde desarrollan una historia en el papel, no hay un motivo estético detrás, sino que está jugando a desarrollar juego simbólico en el papel”.
Pero la creatividad no solo se consigue dándoles rotuladores y papel: “también ayudan las hojas de los árboles, piñas y otros materiales desestructurados que les permiten crear ‘minimundos’ en los que ocurren muchísimas cosas y a través de los que se puede observar todo su mundo interior”, afirma la psicóloga.
Juego libre, al aire libre: mucho más que solo desarrollo físico
El juego activo y al aire libre tiene también un propósito práctico: ayuda a los niños a desarrollar la motricidad a través de actividades como correr, saltar, trepar o bailar, que además mejoran la percepción espacial, la fuerza y la coordinación.
“Lo ideal es que tengan la posibilidad de desarrollar su propio cuerpo sin que nadie les ayude: es lo que se llama movimiento libre dentro del juego, una corriente que desarrolló Emmi Pikler, que habla de cómo los niños consiguen el control de su cuerpo, tienen menos caídas y un mayor control corporal”, admite Pérez Ruano.
Este juego libre que no está estructurado, le da al niño la “libertad total de hacer, nadie le dirige ni le dice cómo tiene que ser porque no hay una sola manera de jugar, sino jugar por jugar”, matiza Pérez Ruano.
Desarrollo emocional y social: construir con el juego más estructurado
El juego también es esencial para el crecimiento social y emocional porque brinda a los niños la oportunidad de interactuar y relacionarse con otros, de aprender a cooperar y forjar relaciones. Les permite, así, desarrollar habilidades sociales como compartir, respetar turnos y resolver conflictos y, en consecuencia, a trabajar la empatía, comprender las perspectivas de los demás y construir relaciones positivas.
Con los juegos de mesa trabajan mucho la concentración, la atención, el control de la impulsividad
Los juegos de mesa les ayudan a seguir unas reglas, respetar las ideas de los demás y trabajar en grupo para lograr un objetivo común. Además de mejorar las habilidades sociales, les sirven para aumentar la autoestima y la confianza y les ayuda a sentirse más seguros. “Con los juegos de mesa trabajan mucho la concentración, la atención, el control de la impulsividad porque inhiben el deseo de tirar la primera carta, tienen que pensar, trabajan la paciencia y son también interesantes los roles sociales”, afirma la psicóloga.
Aquí también podríamos incluir otro tipo de juego estructurado como el 'pilla-pilla' o el escondite. “Hay una parte muy importante de juego social, cómo se relacionan con el resto de niños, cómo siguen las normas que han acordado, cómo delimitan el campo y estructuran el juego sin que un adulto tenga que intervenir”, afirma Pérez Ruano. “Aquí es muy bonito ver cómo cuidan a los más pequeños, a los que no hay que pillar, les dejan participar, pero con privilegios porque tienen unas condiciones especiales. En el juego estructurado esta parte se aprecia muy bien”.
Aprender a través del juego
Más allá del desarrollo cognitivo, social y físico, el juego fomenta algo más profundo: los niños juegan por placer, por la alegría de descubrir, de expresarse, no por recompensas externas. Y esto es clave para el aprendizaje permanente.
Los niños aprenden mejor con experiencias alegres, como el juego, que les permite conectar con sus vidas, les involucra de manera activa, les permite probar cosas de forma repetida y les da una interacción social. Pero no siempre experimentan todo esto al mismo tiempo, razón por la que necesitan distintos tipos de juegos.
Y la investigación en este campo lo respalda, como este estudio, que muestra una relación entre el juego libre, la autonomía a largo plazo y el pensamiento creativo. También la Enciclopedia del Desarrollo Infantil Temprano confirma que los entornos de juego que explora fomentan la imaginación, la independencia y el interés por el aprendizaje.
El tiempo frente a la pantalla, ¿es tiempo de juego?
Pérez Ruano es clara en este aspecto. “Las pantallas no se consideran tiempo de juego y mucho menos de juego libre. Siempre se dice que cuantas más cosas hace un juguete, menos hace un niño. La parte de creatividad, imaginación, etc. no existe, es como ver una película: es tiempo de ocio pero no de juego”.
Las pantallas no se consideran tiempo de juego y mucho menos de juego libre
Dentro del marco del Plan Digital Familiar, creado por la Asociación Española de Pediatría, se actualizaron y revisaron algunos aspectos sobre las pantallas y los niños y se concluyó que era necesario retrasar la edad de inicio de uso de las nuevas tecnologías. Así, y para optimizar la salud de los más pequeños, se recomienda no usar las pantallas hasta los seis años de edad porque no existe cantidad segura de exposición a las pantallas antes de esa edad. Entre los 6 y 12 años, el tiempo máximo no debería ser superior a una hora diaria.
En este sentido, y según la psicóloga, “hay que distinguir mucho las pantallas de tiempo de juego libre que pueda hacer con amigos en un espacio libre; durante la infancia, un niño tiene que poder elegir a qué jugar”. Además, sigue Pérez Ruano, “en un videojuego en red discuten muchísimo, y esto lo hemos visto mucho en la consulta: discuten con amigos jugando, se ponen nerviosos”.
Y, aunque no es partidaria de prohibirlos, porque forman parte de nuestro día a día, sí insiste en que siempre debe hacer “con acompañamiento”.
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