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Nueve adolescentes resumen su año perdido con emoticonos y mensajes de audio: cacas de whatsapp y mucha necesidad de amigos

Una adolescente mira su teléfono móvil.

Lucía M. Quiroga

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Si la infancia fue la gran olvidada durante el año de pandemia, con el cierre de parques y los paseos restringidos, la adolescencia también lo fue. Chicos y chicas tuvieron que encerrarse en casa en un momento vital en el que socializar es una de las cosas más importantes, por no decir la que más. Conviviendo día a día nada más que con sus familias, justo cuando los conflictos están a flor de piel.

En pleno despegar de la vida tuvieron que pegar un frenazo. Se perdieron las primeras veces de todo: las fiestas, los viajes, las tardes en el parque, los primeros amores. Todo cancelado por el coronavirus. Cuando lo más duro del confinamiento pasó y empezaron a poder salir de casa, tuvieron que cargar además con las culpas de los rebrotes: que si no respetan las normas, que si hacen botellones, que si salen sin mascarillas. 

Pero, ¿cómo se sintieron ellos durante el confinamiento? ¿Cuáles fueron sus miedos, sus penas, sus preocupaciones? ¿Qué fue lo que más rabia les dio perderse este año? Pocas veces les escuchamos para entender cómo se sienten. Por eso en este reportaje se les cede la voz y la palabra: nueve chicos y chicas de diferentes edades y de distintos puntos de España nos han contado a través de audios de whatsapp qué balance hacen del 2020 que se termina. Y han escogido los emoticonos que, para ellas y ellos, representan el año de la pandemia.

María, 15 años, Leganés (Madrid)

María cumplió 15 años en pleno confinamiento. Eso fue una de las cosas que más rabia le dio: no poder celebrar ese cumpleaños tan especial con sus amigos y amigas. También perderse el viaje de fin de curso y los cumpleaños del resto de la pandilla. Lo que peor llevó: la convivencia con sus padres y no tener contacto con nadie más. Ahora sale un poco todos los fines de semana y le molesta mucho que la gente les mire mal o que la Policía les pida documentación cuando solamente están pasando el rato juntos en el parque.

Iria, 16 años, A Coruña

Ponerse a coser mascarillas fue lo que salvó a Iria del “agobio” de los primeros meses de confinamiento. La costura la ayudó a sentirse útil y aportar su granito de arena, gracias a una vieja Singer heredada de su abuela. Con 16 años, el encierro la sorprendió en una relación de pareja, y cuenta que fue muy difícil dejar de verla. Como muchos adolescentes, pasó por todos los estados de ánimo, como indica su selección de emoticonos, que van desde el llanto y la tristeza a la sonrisa, pasando por el sueño, el enfado y la sorpresa. Le indigna que se les eche la culpa de los rebrotes, ya que cree que la mayoría lo hacen mejor que los adultos: “Mucha gente dice que somos irresponsables, que hacemos fiestas y vamos sin mascarillas. Puede que un porcentaje sea así pero la gran mayoría no, también hay personas mayores que no cumplen”, explica.

Pablo, 13 años, Madrid

Tres emoticonos y dos emociones le bastan a Pablo para definir su 2020: asco y enfado. Llevó muy mal el confinamiento, esperando que pasasen los días lo más rápido posible. “Lo vivía con angustia y con miedo”, asegura. Especialmente por sus abuelos mayores: “Me daba mucho miedo pensar en que les pudiese pasar algo cuando bajaban al mercado, que se pudiesen contagiar y tener problemas por el coronavirus”. Terminaba sexto de primaria el curso pasado, por lo que se perdió todo el tránsito entre etapas educativas y la fiesta de fin de curso. Eso fue lo que más le fastidió de todas las cosas a las que tuvo que renunciar. 

Icía, 11 años, A Coruña 

Lo que más claro tiene Icía son los emoticonos que definen su año, y no duda al cerrar su propuesta con un contundente corte de mangas. Esta preadolescente gallega se dedicó a cocinar, bailar y maquillarse para pasar el tiempo en casa. “Pintarse la cara” fue una de sus aficiones: utilizaba el maquillaje de su madre, que la regañaba por dejarlo desordenado. “Todo el mundo se aburría, pero yo creo que fui la niña que más se aburrió en toda la cuarentena”, cuenta divertida.

Khadija, 16 , Alpujarra de Granada

Khadija vive en el campo con su familia, por lo que no ha notado tanto la diferencia en cuanto a los planes con amigos: “Lo de quedar con mis amigos para mí ha sido como todos los años, ya que al vivir a las afueras no los tengo cerca y no suelo quedar mucho con ellos”. Lo más difícil para ella fue seguir las clases, ya que sus profesores no podían o no sabían organizar las lecciones a distancia. 

Marc, 14, Barcelona

“A mí no me ha gustado nada 2020, porque me he perdido un verano con mis amigos y amigas y he tenido que estar encerrado en casa”. Así se expresa Marc, catalán de 14 años que vive en Barcelona ciudad. Otra cosa que le ha dado rabia perderse durante estos meses han sido sus entrenamientos y pasar tiempo con la familia, más allá de sus padres.  En su foto de perfil de whatsapp, donde aparece con mascarilla, hace un corte de mangas con ambas manos.

Álex, 14, y Enma, 12, Madrid

Álex y Enma son dos hermanos vallecanos de 14 y 12 años respectivamente. Álex define su 2020 con dos cacas de whatsapp; Emma, con dos caras enfadadas diciendo palabrotas. Su zona básica de salud en Vallecas estuvo cerrada durante mucho tiempo, por lo que vivieron intensamente las consecuencias del confinamiento. 

Álex llevó el encierro relativamente bien, pues el hastío de que todos los días fuesen iguales se compensaba con poder compartir tiempo con su hermana y sus padres. “Ha sido difícil, pero entre todos lo hemos conseguido”, cuenta. Lo que peor llevó fue no poder ver a sus amigos; hacían videollamadas y jugaban en multijugador a videojuegos, pero, según él, no es lo mismo que estar en la calle. Eso y que durante una temporada de la desescalada, cuando niños y adultos ya podían salir al menos a dar un paseo, los adolescentes no: “Que hayamos sido los últimos en salir ha sido vergonzoso, deberíamos haber sido de los primeros”, reivindica. 

A Enma la pandemia la pilló en el tránsito entre el colegio y el instituto. Un día anunciaron que cerraban los coles y nunca más volvió a su aula. No pudo visitar el centro nuevo, despedirse de sus compañeros y compañeras, nada. “Este curso ha sido un poco triste porque no pudimos despedirnos bien de nuestros amigos y amigas ni tuvimos una graduación habitual: la tuvimos que hacer de uno en uno, con distancia y con mascarilla”. Al empezar septiembre en un nuevo centro, sin conocer a nadie, se asustó y notó un cambio enorme: “Al principio no quería ir, estaba muy asustada”, cuenta. 

David, 16, La Vila Joiosa (Alicante)

La esperada vacuna es uno de los emoticonos que David elige para definir su año, o más bien para lo que espera del 2021. Es optimista con el futuro y hasta es capaz de verle el lado bueno al año que termina. “No todo ha sido tan malo, el confinamiento ha reducido la emisión de gases a la atmósfera, por ejemplo”. También ha descubierto nuevas aficiones y ha podido pasar más tiempo con su familia. Sobre la vacuna, no tiene dudas: “Yo confío en la ciencia, me la pondré. La vacunación será lo que ponga fin a la pandemia y podremos retomar nuestras vidas”, concluye. 

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