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Las restricciones aún impiden a embarazadas de todas las comunidades estar acompañadas en las consultas

Una sanitaria vacuna a una mujer embarazada.

Ana Requena Aguilar / Marta Plazuelo

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Elena es de Jaén, pero vive en Madrid. Embarazada ya de casi nueve meses, en marzo de este año tuvo que decidir: dar a luz en la sanidad pública o hacerlo en la privada, a la que había acudido durante el embarazo para algunas pruebas. “Hasta el último momento no sabía realmente si iba a dar a luz por un lado o por el otro, hasta que finalmente me decidí por el seguro privado porque en la sanidad pública no podía entrar el papá en ninguna de las ecografías, ni al hospital, ni a la sala de espera, ni a la consulta... sin embargo, por el seguro privado podía entrar a todas. Además, en la sanidad pública no me aseguraban que el papá pudiese estar en el momento del parto hasta el último momento y dependiendo de las circunstancias con las que nos encontráramos”. Así que Elena, que en otro momento hubiera parido en un hospital público, acabó en uno privado.

Su caso ilustra la situación en la que se encuentran las mujeres embarazadas desde que comenzó la pandemia: los protocolos de seguridad de centros y hospitales públicos no han permitido, por lo general, que pasaran acompañadas a las citas médicas, tampoco a las ecografías de más importancia ni a las urgencias obstétricas. Durante los partos, el acompañamiento no siempre ha estado garantizado, dependía del centro y del tipo de parto: vaginal o cesárea. Veinte meses de pandemia después, con el 74% de la población vacunada con la pauta completa y las restricciones en ocio y hostelería desapareciendo, no hay una situación homogénea en todo el país, pero sí muchas evidencias de que la mayoría de estas restricciones siguen en marcha.

La asociación “El parto es nuestro” tiene registrados al menos 200 hospitales y centros sanitarios públicos de todas las comunidades autónomas que no permiten el acompañamiento de las embarazadas. La asociación reconoce que toda la sociedad y la propia atención hospitalaria se ha visto afectada por la pandemia, y ha habido que adaptar muchos protocolos. Cree, sin embargo, que en la situación actual ya no existe justificación para que se mantengan unas restricciones que consideran perjudiciales y contrarias a las recomendaciones de las sociedades científicas, la Ley General de Sanidad y las normativas sanitarias autonómicas.

La presidenta de la Federación de Asociaciones de Matronas (FAME), María Jesús Domínguez, confirma que prácticamente todas las visitas de control y seguimiento del embarazo siguen restringidas para acompañantes. “Las mujeres continúan accediendo solas, también a pruebas importantes. Al inicio de la pandemia podía ser una medida necesaria pero no podemos entenderlo ahora, que la pandemia está controlada. Hace mucho tiempo que deberíamos haberlo recuperado, las mujeres tienen derecho a estar acompañadas. El embarazo es un momento de dudas e incertidumbre y también un proyecto de vida que sueles compartir con alguien. Ahí empieza la vinculación con el hijo”, asegura Domínguez. Aunque cuando va a darse una mala noticia, explica, los centros intentan que las mujeres estén acompañadas, muchas veces las complicaciones aparecen en cualquier revisión. “Puedes ir a una eco de la semana 12 y que no haya latido, y esa noticia la recibe la mujer sola. O estar en la última consulta antes del parto y que una mujer que previamente ha tenido una cesárea tenga que decidir si intenta el parto vaginal o se decide por otra cesárea sin nadie que la acompañe y la esté apoyando”, prosigue.

La responsable de obstetricia del hospital de Sant Pau (Barcelona), Elisa Llurba, defiende que es el momento de volver a la normalidad “manteniendo unas mínimas medidas de seguridad e higiene”. “La situación ya permite eliminar la mayoría de las restricciones”, dice la obstetra, que reconoce que durante los primeros meses de la pandemia la situación fue muy dura. “Nunca impedimos que los acompañantes pasaran a los partos, aunque a las cesáreas no podíamos arriesgarnos, teníamos muy poco personal sanitario disponible. En las consultas dejábamos que entraran con acompañante en las ecografías importantes o en momentos en los que hubiera que tomar decisiones”, relata. Más tarde, una vez que pudieron hacer PCR a madres y acompañantes, las mujeres embarazadas podían acudir acompañadas a todo el proceso.

Llurba reconoce que la situación es heterogénea, en función de las comunidades autónomas y de los hospitales y centros sanitarios. “Está reconocida la necesidad de acompañamiento de las mujeres gestantes en todo momento. Es una cosa que tenemos que promover los profesionales que atendemos a estas pacientes. Es un tira y afloja también con el resto de compañeros del hospital, en nuestro caso hemos tenido siempre esta sensibilidad. Las mujeres embarazadas tienen una situación de vulnerabilidad y requieren que alguien de su entorno de confianza las pueda acompañar si ellas quieren, tanto en las consultas y en el parto como en el puerperio. Hay otro paciente, que es el hijo que espera y en el que suele estar involucrada otra persona que también tiene derecho a saber las cosas que se decidan”.

Acompañada en el bar, sola en la ecografía

Erika dio a luz en Sevilla y, como Elena, también decidió contratar un seguro privado. Se sintió, dice, un poco “obligada” a hacerlo. “En la privada yo podía entrar con mi pareja a las ecografías, mientras que en la sanidad pública no me dejaron en ningún momento entrar con él; ni siquiera para las revisiones importantes. Estaba muy enfadada con este asunto, ¿en los bares podía estar con mi pareja rodeada de más personas pero no podía acompañarme a ver a nuestra hija en una ecografía?”.

En su relato aparece, además, otra de las restricciones que han vivido las embarazadas en pandemia: la falta de clases de preparación al parto, que en algún casos se han cancelado y en otros se han prestado online, a veces con vídeos. Erika no tuvo ningún tipo de clase, ni presencial ni online. “Yo no iba con mucho miedo, pero es verdad que por muy segura que vayas las dudas las tienes. Cuando llegó el momento me dejé llevar un poco por las personas que estaban allí, que fueron un encanto. No tengo ninguna pega con eso, pero creo que las clases son necesarias porque hay un momento cuando estás dando a luz en el que entras un poco en pánico. Ya no solo físicamente, sino también psicológicamente. Me he sentido muy desamparada en ese sentido”.

Elisa Llurba apunta a que los grupos de preparación al parto y de apoyo al postparto serán los últimos servicios en recuperarse, porque han tratado de mantenerlos online: “Algunos grupos deberían quedarse online, porque a algunas mujeres les va mejor así, pero también debe haber la oportunidad de hacer mixto, con presencialidad”. La presidenta de FAME, María Jesús Domínguez, subraya la importancia de recuperar estas clases y grupos, no solo en modo online. “Han hecho su función durante la pandemia, pero tienen sus carencias. La consulta telefónica ha venido para quedarse y en algunos casos es útil, pero la presencialidad, el contacto físico y el poder acompañar de cerca a las mujeres hay que recuperarlo ya. Se nota mucho las mujeres que llegan sin ningún tipo de preparación, igual que se nota la soledad en una etapa tan dura como el puerperio”.

Soledad Carreguí es matrona y supervisora de partos en el Hospital de La Plana. Explica que las indicaciones de la Conselleria de Sanitat de la Comunidad Valenciana mencionaban que las gestantes podrían ir acompañadas siempre que se respetara la distancia de seguridad y otras normas de higiene, como el uso de mascarillas. La aplicación ha ido y va por barrios. “Hay hospitales con consultas pequeñas y que no podían cambiarlas y que se han acogido a eso para no permitir acompañantes. En mi hospital sí las hemos permitido, nosotras vamos protegidas y en la mayor parte de los casos las mujeres no tienen por qué quitarse sus mascarillas. En otras circunstancias, como en un viaje en tren, se permite que vayas rodeada de gente, mucho más rato e incluso comiendo o bebiendo”, dice la matrona.

Carreguí cuenta cómo, durante meses, sí estuvo terminantemente prohibido que los acompañantes entraran a la consulta. “Le tenías que decir a una mujer que el embarazo se había parado o que habíamos visto alguna malformación y la mujer estaba sola recibiendo una noticia así. Era muy duro”. Lo constata uno de los testimonios que “El parto es nuestro” ha recopilado para su campaña “NoentresSola”: “En junio del 2020 tuve un aborto de siete semanas de gestación por el que fui dos veces a urgencias, la primera vez por la amenaza de aborto y la segunda por la pérdida. En ambas ocasiones pasé sola, quedando el padre fuera del hospital. Si el seguimiento del embarazo sola es difícil, encarar el aborto ya ni os cuento”.

En muchos lugares, ya antes de la pandemia, las mujeres que parían por cesárea no podían estar acompañadas. En los últimos meses, la cosa se ha complicado más. “A pesar de que podemos hacer cribados rápidos para asegurar que los acompañantes no tienen la infección, no se les permite pasar al quirófano. Aquí lo que hacemos es que nada más acaba la intervención le damos al acompañante ropa quirúrgica para que puedan reunirse los tres en la zona de despertar”, explica Carreguí, que defiende los beneficios del acompañamiento en situaciones de vulnerabilidad, de crisis intensa o de parto: “Ahí las mujeres necesitan tener apoyo, alguien que pueda acompañarlas y ayudarlas a tomar decisiones”. Y añade: “La normativa se ha ido levantando para otras cosas, pero para esta no”.

“El parto es nuestro” continúa con su campaña para denunciar estas restricciones y ha enviado cartas al respecto a todas las consejerías de Sanidad y también a centros sanitarios. De momento, tanto Aragón como Murcia han respondido y se han comprometido a garantizar el derecho al acompañamiento salvo en casos puntuales o situaciones excepcionales debidas a la pandemia.

La Asociación catalana por una maternidad respetada y placentera (MARE), de reciente creación, asegura que pese al año y medio transcurrido de pandemia y la mejora de la evolución, siguen llegando testimonios que dan cuenta de que las mujeres embarazadas siguen enfrentándose a severas restricciones. Esto, subrayan, “a pesar de que la evidencia científica corrobora las graves consecuencias de estas prácticas en momentos de máxima vulnerabilidad como el embarazo, el parto y el postparto”. “La situación es alarmante y reivindicamos que las instituciones públicas y sanitarias se pongan las pilas en este tema y respondan con políticas públicas que estén a la altura. La sanidad pública y los profesionales sanitarios deberían de escuchas las vivencias de las mujeres y redactar protocolos actualizados que respondan a las necesidades de las mujeres. Mientras tanto, continuamos constatando que el abandono de las instituciones públicas de la maternidad continúa dejando graves consecuencias, físicas y emocionales, en centenares de mujeres”, señalan.

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