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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Rajoy voló sobre el nido del cuco

Alejandro Sanz Láriz

La naturaleza no ha preparado al ser humano para permanecer impasible ante las monumentales tonterías que escuchamos un día sí y otro también en boca de un gran número de dirigentes políticos. Desde la renta básica que Podemos propone repartir entre los ciudadanos como si no hubiera mañana, pasando por los miembros y las míticas miembras de Bibiana Aído hasta llegar a los despidos en diferido de Cospedal o los desvaríos de Verstrynge, hay todo un muestrario de rebuznos a disposición de quien quiera escucharlos.

Por eso, el hombre, haciendo gala de una capacidad evolutiva verdaderamente darwiniana, responde a estas patochadas, dejando que por un oído le entren y por el otro le salgan. Es la única forma de sobrevivir a la selección natural, haciendo oídos sordos a tamaño número de insensateces.

Pero de vez en cuando ese sonar que llevamos implantado en el sentido común termina por encender la luz roja y disparar las alarmas. Es lo que ocurrió el otro día cuando Mariano Rajoy se dirigió a los “seres humanos normales” de este país, en el transcurso de la presentación del programa marco autonómico del Partido Popular.

Reconozco que, tras superar el estupor inicial que me despertó semejante apelación, no tardé en preguntarme si yo mismo podría considerarme incluido o no en ese grupo de “elegidos” en función de mi mucha o escasa “normalidad”. Como siempre, recurrí a la literatura y se me ocurrió releer aquella novela de Ken Kesey titulada Alguien voló sobre el nido del cuco en la que se cuenta la vida en un hospital mental de Oregón. Ya en las primeras páginas, el protagonista, R.P. MacMurphy explica su presencia allí:

"Verán, la verdad es que me metí en un par de líos en el centro de trabajo y el tribunal decidió que soy un psicópata. ¿Y cómo voy a discutir con un tribunal? Desde luego, pueden apostar lo que quieran a que no lo haré. Con tal de que me saquen de los puñeteros campos de guisantes estoy dispuesto a ser cualquier cosa que se les meta en la cabecita, psicópata, perro furioso u hombre lobo, porque, francamente, no tengo ningún interés en volver a ver un azadón hasta que me muera. Ahora van y me dicen que un psicópata es un tipo que pelea demasiado y jode demasiado, pero no lo veo muy claro, ¿qué opinan ustedes?".

Reflexionando sobre las palabras de Rajoy, me di cuenta de que la mayor parte de los dirigentes políticos españoles o bien tienen un responsable de comunicación que ocupa su puesto por enchufe y no sabe lo que lleva entre manos, o bien son muy buenos pero sus jefes no les hacen ni puñetero caso. Esta segunda explicación ya la he verificado alguna vez.

En un escenario político que se juega en los medios de comunicación a base de titulares, lo último que puede hacer un líder en su sano juicio es ofrecer munición gratuita al rival. Dividir a los votantes entre seres humanos normales y… el resto (siendo amable con el presidente) es una invitación casi irresistible a unirse a los “no normales”, no sé, aunque solo sea por llevar la contraria.

En la novela de Kensey, el autor contrasta el comportamiento de los médicos y especialmente el de Ratched, la enfermera-jefe, y sus tres enfermeros afroamericanos, con la vida de los internos. Llega un momento en que al lector le cuesta distinguir cual de los dos colectivos está más cuerdo. MacMurphy se refiere así a la señorita Ratched:

"Esa enfermera no es una especie de monstruosa gallina, amigo, es una capadora. He conocido a miles como ella, jóvenes y viejos, hombres y mujeres. Los he visto por todo el país y en muchas casas; gente que intenta desarmar a los demás, para hacerles marcar el paso, seguir sus reglas, vivir según sus dictados. Y la mejor forma de conseguirlo, de doblegar a alguien, es cogerle por donde más duele. ¿Nunca te han dado una patada en los huevos en una pelea, amigo? ¿Te deja frío, verdad? Es lo peor que hay. Te da náuseas, te deja sin fuerzas. Cuando te enfrentas con un tipo que quiere doblegarte a base de que tú pierdas terreno en vez de intentar ganarlo él, cuidado con su rodilla, seguro que intentará darte en las partes. Y eso es lo que hace esa urraca, intenta darte en las partes".

Sinceramente, me cuesta integrarme así, por las buenas, en las filas de los “seres humanos normales”. Lo confieso, tengo mis manías, mis filias, mis fobias y mis rarezas, ¿ustedes no? Y una de las principales es que no me gusta que me encasillen: no se si seré normal… ni me importa demasiado, la verdad.

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