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¿Aparato (socialista) es libertad?

Patxi López y Alfredo Pérez Rubalcaba, en una mitin en la pasada campaña electoral.

Aitor Guenaga

Nada ha sucedido en el socialismo vasco como Patxi López esperaba. Salvo la consecuencia última del tsunami europeo que se ha llevado por delante 100.000 votos del PSE y los planes de su secretario general acerca de concurrir a las primarias del PSOE en noviembre para ser el cartel electoral para las próximas elecciones generales. Lo único que se va a cumplir en todo este monumental embrollo en el que está inmerso el partido es que el PSE-EE tendrá un nuevo liderazgo. Pero antes de tiempo. Será en septiembre de este año, antes de las previsiones que se manejaban en el equipo de López. Y en una situación de debilidad interna y aneurisma político mucho mayor. ¿O tal vez se podrá hablar de fortaleza en otoño si se cumple la pretendida renovación impulsada desde las cúpulas -aparatos regional y territoriales- del partido? Parece difícil.

Que el socialismo está noqueado desde la noche electoral de los comicios europeos es una evidencia. Su pulso es débil. Como un enfermo grave con respiración asistida que va a ser sometido a una operación a corazón abierto. Una intervención con luz, taquígrafos, Twitter, entrevistas y canutazos varios que lleva a la militancia y a los dirigentes de sobresalto en sobresalto en un mismo día. Que el PSOE se desnuda en cada crisis y se abre en canal es marca de la casa, algo habitual en la historia de todas las crisis del socialismo, también en Euskadi. Lo reconocen todos los veteranos del lugar.

El problema es que el ciclo de 12 años que ahora finaliza con la salida de Patxi López de la secretaría general del partido ha terminado por convertir el partido en un instrumento viejo, alejado de la realidad. Lo dijo el propio Patxi López en una comité nacional el 30 de octubre de 2012, tras el primer aviso electoral al socialismo vasco: “Hoy nuestro viejo partido se está convirtiendo en un partido viejo. Una organización que se está encontrando con límites que no puede traspasar. No estamos consiguiendo que nueva gente se involucre en el proyecto socialista”. Algún destacado dirigente y muñidor en la sombra del PSE dijo después que esa frase fue un error. Y sin embargo era el diagnóstico certero del viaje hacia la irrelevancia política a la que el partido podía estar condenado si no se ponían desde ya remedios: transparencia, apertura, renovación, caras nuevas...

Entonces, en 2012, perdieron 100.000 votos y nueve escaños -es verdad que, entre otras razones, porque la irrupción de EH Bildu obligaba a volver a repartir la tarta contando con el sector político ilegalizado de Batasuna-. Un aviso, el de las autonómicas de 2012, que el líder del PSE creyó ver, pero al que no se puso remedio real ni en el día a día, ni en el congreso celebrado en febrero de 2013. Ni tampoco en las aportaciones que se llevaron a la Conferencia Política del pasado año. “El PSOE ha vuelto, compañeros”, clamó un griposo Alfredo Pérez Rubalcaba. Y la delegación socialista -y las del resto de España- salió con una inyección de adrenalina, una sobredosis de optimismo capa de mover montañas. Pero el PSE seguía enfermo.

Cosas de la política. Ahora que el gran debate en el PSOE es si dejar votar a toda la militancia para elegir al nuevo líder (como defiende Eduardo Madina) o que lo elija el aparato, con los barones y lo refrenden los delegados en el congreso extraordinario de julio, Patxi López -al igual que los socialistas gallegos- pueden presumir de tenerlo incorporado en sus estatutos. Lopéz ha dicho que le “gusta a fórmula” también para el PSOE. Si como parece la Ejecutiva de este lunes en Ferraz da luz verde al voto directo de los militantes a través de una consulta no vinculante que luego sería ratificada por los delegados en el congreso extraordinario de julio, se habrá dado un paso en firme para abrir el partido y sus estructuras a la militancia. Y acercará aun más la previsible batalla entre el aparato controlado por Susana Díaz y Eduardo Madina.

Es sintomático que sea ahora cuando se apruebe ese sistema. Ya se propuso en la Conferencia Política el voto directo para elegir al líder y el aparato -ese que según López “ya no existe en el Partido Socialista”- tocó a rebato para que los delegados dejaran todo lo que estuvieran haciendo para votar en contra.

Patxi López ha renunciado a dar la batalla por el liderazgo del PSOE y parece haberse entregado con armas y bagajes a la lideresa andaluza. Desde el minuto cero, antes de que los barones del partido, como si de una jugada maestra de dominó se tratara, salieran en tromba para alabar a Susana Díaz. Es como si casi todo el mundo comulgara con la idea: “Estoy aquí a lo que ordene Susana, como todos”. Es como si Alfonso Guerra hubiera vuelto a la primera línea de la política para recordar aquella frase célebre de “aparato es libertad”.

Aunque López diga, en relación al futuro del PSOE, que “no hay guiones escritos”, el guión de la “renovación” en Euskadi está medio armado. Mientras algunas aceptarán su destino, otros aun quieren resistirse a dar el paso para estar en la primera línea. Y la parte no escrita dependerá, según el territorio, de los movimientos críticos y de su fuerza para poder condicionar la “renovación” en marcha.

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