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“En Euskadi nunca hubo dos bandos enfrentados: unos mataban y otros morían”

Una concentración de Gesto por la Paz tras un asesinato. Foto: Gesto por la Paz

Eduardo Azumendi

“El gran día fue el 20 de octubre de 2011 [cuando ETA declaró el cese de la violencia]. Entonces, la sociedad vasca arrinconó a ETA hasta convencerla de que tenía que bajar la persiana. Esta despedida por capítulos es como una especie de funeral con invitados de honor. Como si la desaparición de ETA necesitara un cierre espectacular”. Así lo asegura Fabián Laespada (Bilbao, 1962), quien fue durante los años más crudos del terrorismo portavoz de la Coordinadora Gesto por la Paz de Euskal Herria. Una plataforma que supo poner a la sociedad vasca frente a un espejo que, en los conocidos como ‘años de plomo’ (los de más asesinatos de ETA), devolvía una imagen poco edificante de una ciudadanía que muchas veces miraba para otro lado ante los crímenes. Gesto por la Paz surgió de manera espontánea en noviembre de 1985 en la Plaza Circular, en Bilbao. “Había que salir, tener una significación constante”, recuerda Laespada.

Este profesor de la Universidad de Deusto vive “con bastante distancia” la escenificación por capítulos de la disolución de ETA, “como lo vive una gran parte de la sociedad vasca”. “ETA es un capítulo amortizado. No encontramos ninguna lección que extraer de una trayectoria con 850 muertos, miles de extorsionados, 42.000 amenazados…Es una historia tan triste... La convivencia de la sociedad vasca se vio tan comprometida. Estuvimos al borde de la ruptura y todo se lo debemos a una banda terrorista que atacó a una parte de la sociedad”.

Por eso, este broche final solo merece “cierto desprecio” para Laespada. “Basta ya de esta entrega por capítulos de un cierre que realmente se produjo en 2011. ETA ha contado con una mediación internacional impagable. Ha sabido vender su producto. Cuando uno siente que la paz era esto, los siete años transcurridos sin violencia, no hace falta ningún broche de oro ni nada por el estilo. Es intentar vender a la sociedad vasca que ETA era necesaria en su historia y no es así. Creo que los que van a acudir al acto final quieren estar ahí por una necesidad de protagonismo histórico que no puedo compartir. Los que hemos estado en la resistencia lo vemos como un absurdo acudir. Cuando vas al funeral de una persona, de algún modo le estás homenajeando y presentando tus respetos. Si alguien va al funeral de ETA es porque le está reconociendo de alguna manera”.

Al final, lo que trata la banda terrorista es “hacer presentable su trayectoria de ‘lucha armada’ hasta el final, pero lo que se ha vivido es puro y duro terrorismo. Atacar un cuartel de la Guardia Civil y matar a niños es cruel y eso cambia la perspectiva de la lucha revolucionaria. No hay revolución matando niños”.

Y tras la disolución de ETA hay que seguir conviviendo. “La convivencia”, señala Laespeda, “no es mala en esta tierra, está consolidada y tejida. La reconciliación tiene que partir desde los que han atacado. Pero ha pasado todo tan rápido desde que declaró el cese de la violencia, nos hemos acomodado tan fácilmente a la situación de no violencia, que la reconciliación está pasando desapercibida”.

“Convivir”, añade, “estamos conviviendo porque, afortunadamente, en Euskadi no ha ocurrido como en Irlanda, donde una sociedad rica se enfrentaba a una pobre, una católica a una protestante. Aquí todos vivíamos juntos y la pluralidad en cierta medida nos ha salvado. En Euskadi, nunca ha habido dos bandos enfrentados: un grupo decidió coger las armas y se dedicó a matar. Mientras, otros morían. Unos disparaban y otros ponían las víctimas”.

Laespada considera que aún serán necesarias “un par de generaciones para que exista esa especie de hermanamiento total” en la sociedad vasca, aunque “en una fiesta a favor del euskera o de las ikastolas nos encontramos gente plural sin problema”.

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