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“No hay que medir el éxito del turismo según el número de visitantes que llegan”

El consejero Retortillo, durante una comparecencia en el Parlamento vasco.

Eduardo Azumendi

El consejero de Turismo, Comercio y Consumo, Alfredo Retortillo, ha vivido un verano tranquilo.Al menos, en comparación con el del año pasado, cuando el fenómeno de la turismofobia ocupó algunos titulares. Para Retortillo, estas acciones, lejos de promover una reflexión serena sobre la política turística, tan solo proyectaban una imagen negativa del sector, de sus trabajadores y de Euskadi en general. “Por eso actuamos desde el primer momento”. Con ese frente en calma, la preocupación del consejero ahora es saber aprovechar el tirón de una actividad pujante como el turismo y, en ese sentido, advierte de que teniendo Euskadi atractivos para ser un destino turístico la comunidad se quedara al margen.

2018 vuelve a ser un buen año para el turismo en Euskadi, al menos en verano

Ha sido un buen verano, con muy buenos datos. Se ha producido un tirón del turismo extranjero y eso en una coyuntura donde en España se ha resentido por la competencia de otros países. Y eso confirma que el turismo que viene a Euskadi, nacional y extranjero, no busca el sol y la playa característicos del Mediterráneo. El turismo sigue creciendo porque, en realidad, en Euskadi hay margen para ello.

¿Y el discurso sobre los límites?

No hay que obsesionarse con batir marcas. Es más importante que los servicios turísticos ofrezcan cada vez más un producto de mayor valor añadido. De manera, que la riqueza que el turismo deja en Euskadi sea cada vez mayor. No hay que medir el éxito del turismo en cuántos turistas llegan, pero hay margen para crecer.

Pero, ¿no se ha dejado que el turismo crezca por su cuenta?  

Euskadi ha llegado tarde al turismo, pero ha sido una suerte. La época del desarrollismo de los años 60 no tuvo control, pero apenas nos afectó. Especialmente, en las líneas de costa.

¿Y esa masificación que a veces se aprecia en la parte vieja de San Sebastián o San Juan de Gaztelugatxe?

Me niego a hablar de masificación. ¿No hay mucha gente en fiestas de Bilbao y nadie habla de masificación?

Pero en ese caso, se trata en su mayoría de bilbaínos y vizcaínos.

Efectivamente. Parece que el problema no es el número de personas, sino de dónde son esas personas. En el caso de San Juan de Gaztelugatxe, la mayor parte puede ser gente de fuera, pero en San Sebastián hay gente de fuera y, sobre todo, del territorio. Si sacamos un foto y decimos: “San Sebastián, abarrotada de turistas”, ¿se ha preguntado alguien de dónde proceden esas personas? ¿O es que acaso vamos a prohibir a los guipuzcoanos acercarse a su capital? Esa lectura de la masificación es peyorativa y no tiene sentido en Euskadi porque no estamos, ni mucho menos, en esos parámetros. Otra cosa es permitir que el turismo crezca solo. No. En Euskadi se han hecho las cosas bien, pero se ha tenido suerte porque cuando se ha empezado a desarrollar el turismo se ha tenido conciencia de la necesidad de hacerlo sostenible.

¿La ventaja de Euskadi puede residir en que es un territorio con una amplia oferta?

Así es. Si lo hacemos bien podemos distribuir los flujos turísticos en el conjunto del territorio sin aglomeraciones.

En esa necesidad de hacer las cosas bien, aparece el fenómeno de los pisos turísticos.

El impacto en Euskadi no es ni mucho menos el que tiene en otras comunidades. Es un fenómeno limitado, aunque San Sebastián es el principal punto de atención. En los dos últimos años, los ayuntamientos de las capitales han colaborado en la regulación con el Gobierno vasco. Al principio, tengo la sensación de que alguien pensó que esto iba a ser una especie de barra libre, sin tener que pagar impuestos ni nada. Pero la población ha ido tomando conciencia de que hay un control y por eso se han producido bajas voluntarias. Como en cualquier fenómeno que surge, tarda en asentarse en sus formas definitivas. En realidad, se trata de una fórmula vieja, pero su presencia en internet la ha hecho crecer de manera exponencial.

Las normativas municipales sobre pisos turísticos están cuestionadas por Competencia.

La cuestión de los pisos turísticos es una actividad que no se puede leer solo en términos económicos. Ya que las viviendas turísticas se desarrollan en ámbitos residenciales debe considerarse el impacto social que tienen en el vecindario. Los ayuntamientos están legitimados para controlar la evolución del parque de pisos turísticos porque afecta al desarrollo de su ciudad.

En otras ciudades ya se ha visto el efecto de estos pisos turísticos, con el encarecimiento del alquiler y el 'exilio' de los vecinos hacia barrios periféricos.

La gentrificación ha sido una constante en la historia de las ciudades. El turismo no es un factor de gentrificación en Euskadi, ni mucho menos.

¿Comparte la sensación de que el turismo ha pasado de ser considerado como un motor de la economía a una preocupación social?

Sí, existe ese discurso que incide en los elementos negativos del turismo. Al mismo tiempo que se produce ese discurso, hoy en día mucha más gente se ha lanzado a viajar. Parece que una pequeña clase ilustrada les dice a los viajeros que no salgan, que no tienen derecho a viajar. Sería un error y una pena que siendo el turismo una actividad pujante, creciente y teniendo Euskadi atractivos para ser un destino turístico nos quedáramos al margen. Además, el turismo no se puede deslocalizar. Nuestra mayor preocupación debe ser incrementar el valor añadido de los servicios turísticos. Es decir, frente al chiringuito un buen restaurante con calidad no necesita de mucha cantidad de clientes para mantener un negocio sostenible. La otra preocupación es incorporarse a la revolución digital para conocer mejor quienes vienen o los que pueden venir y lo que nos van a pedir.

¿Cómo explica la turismofobia vivida el año pasado frente a la tranquilidad con la que ha transcurrido este verano?

La campaña del año pasado no era una cuestión menor y nos plantamos inmediatamente. El año pasado se produjo un efecto rebote respecto a lo que estaba ocurriendo en otras comunidades, pero al mismo tiempo la sensación era de que se estaba desabarrando con esas comparaciones con Venecia. Este año no ha pasado nada. Todo el año hemos ofrecido una imagen positiva de Euskadi hacia el exterior y el fracaso de la campaña en negativo del año pasado ha contribuido a tener un verano tranquilo. Eso se ha acompañado de entradas de turismo extranjero muy positivas.

¿Los vascos aceptan el turismo con normalidad?

Incluso con sorpresa. No hace tanto tiempo veíamos a nuestro país de una manera gris, por su pasado industrial y por la reconversión que sufrió. No nos parecía un sitio con atractivo para los turistas. Además, estaba la losa del terrorismo. Pero una vez que hemos abierto el país y han empezado a llegar los turistas los vascos nos hemos sorprendido. Y de la sorpresa hemos pasado al agrado y a la aceptación de una actividad que produce riqueza y empleo para Euskadi. Ahora se trata de saber gestionarlo.

¿Existe un límite deseable en cuánto a la cantidad de turistas que no se debe superar?

Todo dependerá del desarrollo de los servicios turísticos. Si uno ve el crecimiento de los últimos 15 años se comprueba que no se ha doblado la cantidad de turistas. Se crece, pero de una manera sostenida. Lo que tengo claro es que Euskadi no puede vivir de un monocultivo económico, tiene que diversificar sus actividades. Y el turismo es una industria en alza.

Euskadi es la otra cara de la moneda del tradicional sol y playa.

Sí. Euskadi tiene sol y playa, pero de otro tipo en relación al del Mediterráneo. Frente al turismo que busca un mes para achicharrarse en la playa, Euskadi atrae al turismo que reparte sus vacaciones en varias actividades.

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