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La Transición, explicada por un ex'batasuno' y dos ex'chinos'

Txema Montero charla con Eugenio del Río (en medio), en presencia de la abogada Paquita Sauquillo.

Aitor Guenaga

Hace varias décadas ya, el grupo de reggae vitoriano Potato describió con acierto en su ya mítica canción Rula la 'guerra' que había en la capital alavesa por controlar lo que entonces en Euskadi se denominaban los “territorios liberados”. “En la Pinto, en la Kutxi, en Zapa, la gente dura, rula, rula, rula. Los gitanos en la esquina, las ratas en la cocina, hay una guerra latente por controlar la colina...”. Y por rescatar todas esas realidades de luchas alternativas que quedaban sepultadas por una violencia, la de ETA, que para entonces todo lo contaminaba. “Todavía hay kien resiste kien okupa kien objeta dicen los gobernantes ke el problema solo es ETA Menuda jeta, jeta, jeta, jeta...”, cantaban los Potato.

Ahora, 40 años después de la muerte de Franco y a cuatro de la declaración del final de las actividades terroristas de ETA, hay también una guerra en marcha: la del control del relato de lo que ha pasado en Euskadi. Con ese telón de fondo, y la presentación del libro 'La calle es nuestra, La Transición en el País Vasco (1973-1982)' los responsables de su publicación reunieron el pasado jueves en Bilbao a tres destacadas personalidades de la política española y vasca para rememorar aquellos años de militancias múltiples, de correr delante de los grises, de asistir a los detenidos que pasaban por el Tribunal de Orden Público (TOP) tras haber sido 'convenientemente' interrogados por los miembros de la temible Brigada Políticosocial o de cantar en las romerías de los pueblos lo de “voló, voló, Carrero voló y en el tejado quedó, eup!”.

Un exmiembro de Herri Batasuna como Txema Montero, un fundador del Movimiento Comunista de España (el 'emecé' de la época) Eugenio del Río y la abogada y exmiembro de la ORT Paquita Sauquillo echaron la vista atrás y, con una gran dosis de honestidad, revisitaron una época convulsa en la que todos ellos dieron muchas horas de su vida a sus respectivas causas. Tal vez el testimonio del abogado y exeurodiputado de HB Txema Montero fue el más impactante. Como diría pocas horas después uno de los asistentes fue un “desnudo integral” de alguien que situó el comienzo y el final de la Transición en dos acontecimientos inducidos por ETA: el asesinato de Carrero Blanco en diciembre de 1973 y la declaración de fin definitivo de su actividades terroristas en octubre de 2011.

Montero recordó aquella primera manifestación en la que participó en Mungia (Bizkaia) en una noche en la que los copos de nieve iban cubriendo las aceras y las calles del centro del pueblo. A la espera de que la Guardia Civil terminara apareciendo para disolver esa tímida y a la vez arriesgada muestra de recuperación de las libertades. Como en la Comuna de París, cuando los comuneros disparaban a los relojes de las torres para ganar tiempo, para pararlo incluso. El problema más tarde, como reconocía el propio Montero, es que las balas en Euskadi, las de ETA, terminaron, desde una defensa a ultranza de la “coherencia”, por “negar también el derecho a la vida de los otros”. Del que pensaba diferente. Un 'pequeño detalle'. “El 'gran detalle' es que esa negación de la vida se argumentaba como ineludible para alcanzar la Independencia y el Socialismo o la negociación con el Estado. Se trataba pues de un mal disfrazado como el paso necesario hacia algo superior, doctrina política cuya bajeza queda ya de manifiesto por el simple hecho de que requiera un sacrificio humano para su realización”, según admitía este letrado que le ganó la partida en los tribunales a un torturador como el teniente coronel Rafael Masa o que investigó hasta el paroxismo el asesinato del pediatra y dirigente de HASI Santiago Brouard, asesinado un 20 de noviembre de 1984.

Eugenio del Río, tras escuchar las palabras del exdirigente de HB, expulsado de la coalición independentista en 1992, destacó la “profundidad y sentido de la realidad” de la reflexión-'confesión' de Montero. El mismo principio, el de realidad, que aplicó Del Río al echar la vista atrás y admitir de saque que es irreal defender ahora que “había condiciones para realizar un cambio más profundo” en la Transición. Y esa idea que durante años perduró entre las formaciones de extrema izquierda de que lo que vino tras la muerte del dictador fueron los mismos lobos con otra indumentaria no aguanta un pase. “Hubo cambios, naturalmente, y no es ocioso decirlo. Cambios en materia de libertades y de derechos humanos, garantías jurídicas, derechos sociales, democratización de la enseñanza, participación social de las mujeres... y podría seguir”, reconoce un Del Río metido ahora en tareas de coordinación del la página www.pensamientocritico.org. “Desde luego que no era lo de antes”, asume.

En el tiempo que transcurrió entre el Gobierno de Arias Navarro, el de Adolfo Suárez y la Ley de la Reforma Política, de 1976, “la idea de ruptura democrática se va viniendo abajo”, reconoce Del Río, quien en todo caso sí apunta la existencia de dos problemas que han permanecido ahí 40 años después: la capacidad de mediatizar el poder político por parte de la “clase económica más poderosa (la banca y el poder financiero), algo que ha ”seguido alimentando la corrupción“ en España, y la desigualdad política, entendida como que no todos los partidos tienen igualdad de oportunidades, lo que ha ayudado a ”consolidar el sistema bipartidista“ que ahora por primera vez los partidos emergentes como Podemos o C´s han puesto en cuestión. ”Es un anomalía democrática extraordinaria“, sostiene este donostiarra nacido en 1943 que entró de la mano del antifranquismo en ETA en 1965 para abandonarla un año después en lo que fue la primera escisión de la organización para crear ETA (berri), luego Komunistak y finalmente en 1976 el Movimiento Comunista de España (MCE), los 'chinos' de la época, por su tendencia maoísta.

Una candidata a alcaldesa por el PTE-ORT

'China' era, pero de otra facción, de la ORT, la abogada Paquita Sauquillo. Su militancia antifranquista fue de la mano de su paso por los tribunales -“el TOP no terminó hasta el 77”, recordó a los asistentes al acto, mucho camarada entrado en años que ya peinan canas- para defender a los represaliados por la dictadura y la Transición. No en vano, en uno de los hechos más sangrientos de la Transición, los asesinatos de los abogados laboralitas de la calle Atocha, perdió la vida uno de sus hermanos, Javier Sauquillo, miembro del PCE y de CC OO, y resultó herida su cuñada. Paquita Sauquillo no pudo cumplir su sueño de ser alcaldesa de Madrid, municipio en donde se presentó como cabeza de lista de la candidatura conjunta del PTE y de la ORT en las primeras elecciones municipales en libertad tras la dictadura.

“Había mucha gente que quería cambio, pero no quería pelear mucho por él”, rememora una Sauquillo que derivó mas tarde hacia las filas del PSOE y que ha encabezado desde 1984 el Movimiento por la Paz, el Desarme y la Libertad. Sauquillo quiso detenerse en la importancia que tuvo la Transición y el paulatino reconocimiento de derechos para las mujeres. “Es que hasta 1972 no éramos mayores de edad, y luego con la licencia marital tampoco éramos libres del todo. Y hasta 1963 nos podían matar nuestros padres o maridos por adulterio. Estábamos sometidas a los hombres”, rememoraba.

Sauquillo, galardonada recientemente por la Abogacía Española por su lucha por los derechos humanos y las libertades públicas durante toda una vida, pone en valor lo conseguido. “La Constitución fue muy positiva; conseguimos las libertades, cambios en el Código Penal, en el Código Civil, pero no pudimos hacer algo más, no fuimos capaces. Aunque tampoco se puede ver con los ojos de ahora lo que hicimos y logramos en 1978”, sostiene una Sauquillo que define la existencia en la actualidad de una triple crisis: política, institucional y territorial.

Los relojes comuneros se han detenido; el tiempo no. Ya no hay partisanos en lontananza. “Las fronteras son mi cárcel”, cantaba Leonard Cohen. Tal vez la clave está, según rememoraba Txema Montero, en reconocer que más que aquella máxima de que “resistir es vencer”, la cuestión está en admitir que en democracia “convencer es vencer”. Y que a muchos de las personas que hicieron la Transición y recuperaron la calle para la ejercer las libertades les faltó también cierta “paciencia democrática”, como reconocía este letrado abertzale que fue de los primeros en decir que a ETA le había derrotado la Guardia Civil.

“Oh, el viento, el viento sopla

a través de las tumbas el viento sopla

la libertad pronto vendrá

entonces saldremos de las sombra“

(The partisan, Leonard Cohen)

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