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En tiempos de la Covid-19 es cuando más se echa de menos la subestimada escuela presencial

Imagen del colegio público Ramón y Cajal de Fuenlabrada, con un aula vacía esta mañana

Eduardo Azumendi

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Los tiempos del Covid-19 han traido una paradoja: la elogiada enseñanza telemática ha mostrado algunas costuras y solo la buena voluntad de docentes, alumnos y familias está paliándolas. En en estos momentos cuando precisamente miles de familias y alumnos se dan cuenta de las bondades de una escuela presencial a menudo subestimada. Una escuela presencial donde la brecha digital se mitiga entre alumnos, con acceso a la misma conexión a internet. De un día para otro, los centros educativos cerraron (lo nunca visto en España desde la Guerra Civil) y sumieron en el caos a alumnos, docentes y familias. Dio comienzo la enseñanza telemática, con mejor y peor fortuna dependiendo de los colegios, institutos y universidades. El sistema no está digitalizado por igual, por lo que en muchos casos ha sido una especie de sálvese quien pueda.

Al menos así lo ve Gorka Sáenz, profesor de taller en el centro de Formación Profesional básica de Txurdinaga, en Bilbao. “No hay directrices claras de cómo afrontar la situación, sobre cómo sustituir las clases presenciales. Hay diversas tecnologías a las que recurrir, pero nada unificado. Y en mi caso, que son clases eminentemente prácticas no hay más remedio que reinventarse”.

Sáenz se ha sorprendido con los recursos que se han puesto en marcha que, en muchos casos, hasta ahora eran desconocidos para las escuelas públicas, pero no así para las concertadas. “Algunas empresas tecnológicas han puesto plataformas para que puedan ser empledas, me imagino que por una cuestión de humanidad. Plataformas que ya se usaban en la red concertada. Lo que demuestra es la mercantilización que ha sufrido la educación en los últimos años, con una escuela pública con pocos recursos frente a la concertada”.

En el ámbito de la Formación Profesional Básica, tan sólo el 10 % del total del alumnado cursa estudios en centros públicos. El resto está matriculado en institutos concertados, sobre todo de Kristau Eskola (la red de colegios cristianos en Euskadi) y de iniciativa social. A Gorka Sáenz le faltan horas al día para poder atender las demandas de sus alumnos. “Algunos carecen de la tecnología necesaria para recibir en condiciones las clases, en otros casos mando los trabajos por correo electrónico y me paso el día resolviendo dudas”. Lo que tiene claro es que la enseñanza telemática jamás podrá sustituir a las clases presenciales. Y en un ámbito tan práctico como la Formación Profesional menos aún.

“En cada centro los recursos son diferentes. Es la buena voluntad de docentes y alumnos la que está soportando la situación”. Para Anabella López Castrillo, profesora del primer ciclo de primaria en el colegio Maristas, en Zalla (Bizkaia), el verdadero estrés en su día a día (tras pasar el susto inicial del cierre físico del centro) llega cuando tiene que mandar los deberes de los alumnos a las familias (se trata de niños de seis a ocho años de edad).

“Aún no son niños totalmente autónomos como para mandarles el correo electrónico, que lo abran y se pongan a hacer los deberes. Tiene que haber un acompañamiento por parte de los padres. Y ahí es cuando muchas familias se dan de bruces contra la realidad: algunos niños apenas necesitan seguimiento y, en cambio, otros precisan toda la atención. Algo que cuando están en el colegio pasa obviamente desapercibido para los padres”. “Sé que cuando mando esos deberes”, prosigue Anabella, “en algunas familias crean crisis”.

Muchas veces los propios padres están con el teletrabajo por lo que no tienen tiempo para estar detrás de los deberes de sus hijos. Cuando los mando no sé si los niños podrán hacerlos o no por la falta de ayuda. Y en algunos casos incluso la familia podría pensar que no tienen ningún valor y en dos segundos desacreditar el trabajo que hay detrás. Esos deberes tienen una base y no se manda un corta / pega. Es algo que tú misma has contrastado“.

La igualdad de los colegios físicos

Al igual que Gorka Sáenz, Anabella tiene claro que la educación online nunca podrá sustituir a las clases presenciales. Sobre todo, cuando los niños son más pequeños. “Los alumnos mayores son más autónomos y se pueden defender bien con las tecnologías, pero con los más pequeños el tú a tú es vital, el que aprenda entre iguales. Y el colegio físico es el mejor igualador. Todos tienen que compartir lo mismo: el aula, el pupitre, el ordenador..... Sin distinciones”.

¿Pondrán más en valor las familias la escuela presencial cuando pase la crisis sanitaria? “La profesión del docente”, responde Anabella, “está muy cuestionada por la sociedad, pero creo que la crisis dará más valor a lo que los jóvenes aprenden en el día a día de un colegio físico. No solo se trata de contenidos, hay muchos más valores. Las clases virtuales exigen más preparación que una clase presencial, pero dan menos satisfacciones”.

Garbiñe Blanco se enfrenta a uno de los retos más difíciles en su carrera en la docencia. Es profesora de Matemáticas en segundo de Bachillerato en un instituto público en Bizkaia. El curso en el que los alumnos más se juegan al tener que superar el examen de selectividad tras la tercera evaluación. Imparte dos o tres ahoras al día de clase por medio de videconferencia. “He comprado una pizarra en la que hago los ejercicios. Evidentemente no es lo mismo que una clase presencial, pero a estos niveles los alumnos son muy responsables. A algunos les tienes que ayudar más, pero depende del esfuerzo personal de cada uno. Aunque lo intentas, es muy difícil suplir la cercanía que puedes ofrecer a los alumnos en una clase física”.

Garbiñe coincide con Anabella que las clases virtuales requieren de mayor preparación que las presenciales. “Hay que escribir todo antes, detallar paso a paso. Es complicado, pero se hace lo que se puede”. Y en cuanto a hacer exámenes, de momento no se ha marcado ninguna directriz. “Estamos a la espera, a ver qué dice el Departamento de Educación. Sería muy importante poder disponer al menos de una semana de clase física para resolver dudas. Daría mucha tranquilidad a los alumnos, que ahora están muy preocupados y con mucha incertidumbre por el futuro”.

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