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¿Izquierda sorda?

Archivo - La secretaria general de Podemos y ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030, Ione Belarra.

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Individuos perfectamente racionales con objetivos y estrategias perfectamente racionales acaban produciendo irracionalidad colectiva. Así puede resumirse una de las tesis seminales de la Elección Racional. Cómo evitarlo representa uno de sus objetos de estudio de una escuela imprescindible para entender las ciencias sociales del último siglo. El espacio a la izquierda del PSOE va camino de convertirse en un ejemplo de manual. Tanta inteligencia al servicio de nada, que dicen que decía Manuel Fraga de su vicepresidente en Alianza Popular, Gonzalo Fernández de la Mora.

Todos los actores han demostrado sobradamente su racionalidad, incluso su inteligencia en bastantes ocasiones. Todos tienen sus razones y todos persiguen el objetivo legítimo de acreditar el mayor peso posible y obtener la mejor cuota de representación viable en un proyecto supuestamente común. Todos han puesto en juego estrategias perfectamente racionales, como el goteo de acuerdos e incorporaciones a Sumar para meter presión a Podemos, apurar los tiempos para jugar con los nervios de los otros o convocar a última hora una consulta para preguntar lo obvio. Pero el resultado visible está siendo poner cada vez más difícil y menos creíble el acuerdo que reclamaron sus votantes el 28M con una abstención mayoritaria.

Pocas veces ha habido un mensaje tan claro de un electorado a sus lideres y candidatos. Pocas veces ha sido desoído con la misma claridad y prácticamente en tiempo real. Ahí reside el drama. A veces lo más importante no es tener razón y a veces lo más importante consiste en saber cuándo irse. A veces lo más importante es saber escuchar.

Que haya líos y problemas para llegar a acuerdos en una coalición, ni es patrimonio de la izquierda, ni es la primera ni será la última vez que pase, ni tiene por qué resultar un drama, ni suele preocupar especialmente a los votantes de nadie que ya lo dan por descontado; ahí tienen, sin ir más lejos, el espectáculo que están ofreciendo estos mismo días, en medio y en redes, Unión del Pueblo Navarro y el Partido Popular en Navarra para acordar ir juntos el 23J: la pelea es exclusivamente por ver cuál encabeza la lista.

El problema no reside en ese lío por las listas. Viene de la sordera que acreditas cuando tus votantes te han pedido claramente que no lo hagas y aun así te empeñas en ponerte a jugar a las casitas con las candidaturas como si no hubiera pasado nada. La cuestión ya no es tanto la unidad. Se está convertido en un problema de credibilidad. La pregunta puede que ya no sea si van juntos o separados, si va mengano o zutano, o quién tuvo más o menos culpa; la pregunta puede que empiece a ser quién se lo va a creer.

Mañana a la mayoría de los votantes les importará ya poco de quién fue la culpa. Una negociación discreta, generosa e inteligente dota de legitimidad y credibilidad a cualquier acuerdo. Una negociación llevada a golpe de efecto, tan opaca como mediática y apurada hasta el último segundo exige perder demasiado tiempo dando explicaciones y justificaciones antes de poder contar siquiera que hay un acuerdo -si es que lo hay- y para qué puede servir.

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