Nació José K. ya viejo, malhumorado, revirado en su decir y comecuras militante, un día de febrero de 1986 en El País, pidiendo el voto para el no a la OTAN y abogando por volar con dinamita la catedral de la Almudena. Fuerte, sí. Hibernado durante veintidós años, que se dice pronto, José K. encontró razones para volver en 2008. Se retiró en 2019, y hoy, vayan ustedes a saber por qué, quizá abrumado por el miedo, el terror, el pánico que sufren sus vetustas carnes ante la extrema derecha que amenaza este sufrido mundo, se presenta de nuevo, igual de malhumorado y revirado que empezó su agitada andadura hace ya cuarenta años.
Saluda con un bufido y lanza su primer bando.
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