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¿Puede China ayudar a resolver la guerra de Ucrania?

Xi y Putin en una imagen de archivo.

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Aunque no haya sorprendido la equidistancia de China ante la invasión rusa en Ucrania, absteniéndose de cualquier condena, mucha gente se pregunta si podría ser un actor importante, e incluso decisivo, para lograr un acuerdo que ponga fin a la guerra. Intentaré mostrar algunos de los motivos que dificultan que pueda jugar este papel, al tiempo que señalaré algunas oportunidades para que tenga un cierto papel.

Rusia y China han ido estrechando lazos a varios niveles, en especial a partir de 2013, superando o conviviendo con algunas diferencias inevitables, y con una relación claramente asimétrica, muy favorable a China. Rusia es el principal suministrador de armas a China, comparten ejercicios militares en el Mediterráneo, y cada año van en aumento sus exportaciones de gas y petróleo a dicho país, que representa entre el 63% y el 73% del total de sus exportaciones a China en los últimos años. Visto al revés, la dependencia de China es mucho menor, pues importa de Rusia el 12% de su combustible. Aunque el balance comercial de algunos años sea equilibrado, es evidente que Rusia representa solamente una pequeña porción de las enormes exportaciones que realiza China en el mundo, el 1,9% en 2020. No es, por tanto, un comercio equitativo en cuanto a los porcentajes. Para Rusia, China es un importante socio comercial, pero no al revés. Es de destacar, también, el repunte de esta relación a partir de 2014, cuando Rusia fue sancionada por la anexión de Crimea. China constituyó una válvula de escape.

La equidistancia que pone China no solo es debido a su política habitual de no molestar a Rusia, sino también porque China tiene intereses económicos en Ucrania, y forma parte de su nueva “ruta de la seda”. En 2012 le concedió un préstamo de 1.500 millones de dólares, y, al año siguiente, Ucrania le alquiló nada menos que tres millones de hectáreas de suelo agrícola, el 5% de toda su tierra cultivable, y por valor de 2.100 millones de euros. Entre 2000 y 2017, China realizó préstamos a Rusia por un importe de 151.800 millones de dólares, siendo el principal beneficiario de sus proyectos de inversión en el mundo. La mayoría de estos préstamos fueron para las empresas gasísticas y petroleras rusas (Rosneft, Transneft, Yamal/Novatek y Gazprom).

Aunque los cambios o novedades geopolíticas se producen poco a poco, puesto que son procesos, hay momentos de inflexión y fechas concretas a tener en cuenta. Una de ella es el 4 de febrero de 2022, cuando, en ocasión de inaugurarse los Juegos Olímpicos de Invierno en China, Vladimir Putin fue uno de los jefes de Estado presentes en el acto, y se aprovechó la ocasión que hacer pública una “declaración conjunta de la Federación de Rusia y la República Popular China, sobre las relaciones internacionales que entran en una nueva era y el desarrollo sostenible mundial”, un documento vital para entender la consolidación de una nueva época en las relaciones internacionales, y redactada en un momento sumamente delicado para la seguridad europea, ante el temor de que tropas rusas invadieran Ucrania, cosa que sucedió al terminar los Juegos Olímpicos. En mi opinión, esta declaración de principios condicionará la política internacional durante años, clarifica algunos aspectos sobre los que se hacían especulaciones, y es, también, una lección semántica y epistemológica sobre algunos términos muy importantes (democracia, derechos humanos), pues su interpretación por parte de Rusia y China es muy peculiar. Resumo algunos puntos de la declaración, con algunas anotaciones mías entre paréntesis:

  • Hay que respetar los derechos de los pueblos a determinar los términos de la soberanía y sus intereses de seguridad (en la terminología política española, supondría un “no café para todos”, sino a la carta).
  • Hay que proteger la arquitectura de Naciones Unidas y su papel central de coordinación (frente al legendario desprecio de Estados Unidos sobre esta institución, Rusia y China se presentan como sus garantes y defensores), así como aceptar la multipolaridad del Consejo de Seguridad (no es patrimonio de nadie).
  • Complementariedad del concepto chino de “comunidad de destino común para la humanidad”, y el ruso de establecer un “sistema multipolar justo”.
  • La democracia es un medio de participación ciudadana para implementar un gobierno popular, y cada país puede elegir sus formas y métodos para implementarla, adaptándolas a su estado particular (pluralidad de manifestaciones de democracia, no una sola).
  • El establecimiento de bloques exclusivos y alianzas de conveniencia, son burlas a la democracia e intentos de hegemonía (alusión a la OTAN, pero no a la Organización de Cooperación de Shanghái –OCS–, por ejemplo).
  • La naturaleza universal de los derechos humanos debe verse a través del prisma de la situación real en cada país en particular, su situación específica y las necesidades de su población (“no” a los derechos universales, “sí” a los adaptativos).
  • Los destinos de todas las naciones están interconectados. Ningún Estado puede o debe garantizar su propia seguridad por separado de la seguridad del resto del mundo y a expensas de la seguridad de otros Estados (seguridad compartida).
  • La parte rusa se opone a la independencia de Taiwán.
  • Oposición a las revoluciones de color y a los intentos externos de socavar la estabilidad de las regiones adyacentes (respeto a los “patrios traseros” de Rusia).
  • Oposición a la ampliación de la OTAN y a sus enfoques ideologizados de guerra fría. Apoyo a las propuestas rusas de crear garantías de seguridad jurídicamente vinculantes a largo plazo en Europa.
  • Oposición a la formación de bloques cerrados en la región de Asia y Pacífico, y a favor de un sistema de seguridad equitativo, abierto e incluso en la región. Preocupación por la asociación de seguridad trilateral entre Australia, Estados Unidos y Reino Unido (AUKUS).

A mi juicio, esta declaración es una obra maestra de la geopolítica contemporánea, aunque sea cínica: vindica el modelo policéntrico y de multipolaridad, donde Rusia y China han de tener un rol protagonista; matiza y explica la no-universalidad de conceptos como democracia y derechos humanos; propone avanzar en varios aspectos del desarme, al tiempo que se rearman sin problemas; riñe a Estados Unidos por deberes no hechos; apuntala a Naciones Unidas, que es una piedra en el zapato de Estados Unidos; proponen crear alianzas compartidas, no políticas de bloques, aunque tanto Rusia como China forman parte de sus suyos; señala que el futuro pasa por la región euroasiática, que incluye a la India, y en donde todos podrían tener cabida en cuanto a planteamientos de seguridad; avisa que tienen derecho a tener sus propios “patios traseros” y áreas de influencia; demanda desterrar los esquemas de la Guerra Fría y los juegos de suma cero, y, a cambio, recupera el concepto de seguridad compartida y la inclusión, que propone se aplique a Europa, en substitución a la política de ampliación de la OTAN. 

A escala política, esta asociación ruso-china no es en absoluto simétrica, aunque firmen declaraciones de este tipo, y Xi Jinping y Vladimir Putin se hayan reunido 38 veces entre 2017 y 2021. El potencial económico chino es infinitamente superior al ruso, que no pasa de estar en un equipo de segunda división, a pesar de su potencial militar. Esta asimetría va a favor de ambas partes, siempre y cuando cada cual sepa dónde está y no exija más de lo que puede. El hermano mayor, China, será quién marque el ritmo de esta alianza, que, por fuerte que sea, no va a impedir que China continúe tejiendo otras alianzas por todo el planeta. Además, China es muy precavida respecto a las intervenciones militares rusas o su apoyo a movimientos independentistas, pues de ninguna forma permitiría que eso ocurriera en Tíbet, Xinjiang o Hong-Kong. Ello, no obstante, no será impedimento para que un día se anexione Taiwán, uno de los temas geopolíticos más delicados que pueda imaginarse. Si China no quiere descartar la posibilidad de anexionarse Taiwán, no puede oponerse abiertamente a la ocupación rusa de la zona del Donbás ucraniano, que Putin considera que forma parte intrínseca de Rusia. Esto es, a mi juicio, lo que frena a China a actuar como mediadora.

En febrero de este año, cuando Rusia estaba ya ocupando y bombardeando Ucrania, China se abstuvo en las votaciones del Consejo de Seguridad y la Asamblea General para condenar la injerencia rusa. Su ministro de Exteriores lo justificó con el siguiente argumento, abogando por una solución dialogada y ofreciéndose para jugar un papel constructivo, a la vez que criticaba que las resoluciones no hubieran sido consensuadas ni consultadas, una excusa para su posición equidistante: “La posición básica de China sobre la cuestión de Ucrania es coherente y clara. Siempre abogamos por el respeto de la soberanía y la integridad territorial de todos los países, y la resolución pacífica de las disputas internacionales basadas en los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas… Es importante desempeñar un papel positivo en el enfriamiento de la situación y facilitar la resolución diplomática… China está dispuesta a continuar su papel constructivo a este respecto”. 

El 1 de abril, el presidente Xi Jinping se reunió por vía telemática con el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. La nota de prensa del Ministerio de Asuntos Exteriores chino, muy clarificadora, expresó de esta forma la posición de China ante el conflicto de Ucrania, con una propuesta de cuatro puntos por parte del presidente chino: “El presidente Xi enfatizó que a China le parece profundamente lamentable que la situación en Ucrania haya llegado a donde está hoy. China hace un llamamiento para defender el derecho internacional y las normas universalmente reconocidas que rigen las relaciones internacionales, actúa de conformidad con los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas y aboga por la visión de una seguridad común, integral, cooperativa y sostenible. El presidente Xi compartió sus puntos de vista sobre cómo resolver la crisis de Ucrania en las circunstancias actuales: en primer lugar, la promoción de las conversaciones de paz. China apoya los esfuerzos de la UE hacia una solución política de la cuestión de Ucrania, y ha estado alentando las conversaciones de paz a su manera. La comunidad internacional debe seguir creando condiciones y un entorno favorable para las negociaciones entre Rusia y Ucrania y dejar espacio para un acuerdo político, en lugar de echar más leña al fuego y aumentar las tensiones. En segundo lugar, prevenir una crisis humanitaria a mayor escala. En tercer lugar, fomentar una paz duradera en Europa y en el continente euroasiático. La causa fundamental de la crisis de Ucrania son las tensiones de seguridad regional en Europa que se han acumulado a lo largo de los años. Una solución fundamental es dar cabida a las preocupaciones legítimas de seguridad de todas las partes pertinentes. Hoy en día, los marcos de seguridad mundiales y regionales ya no deben construirse con una mentalidad de Guerra Fría. Cuarto, evitar que el conflicto regional se magnifique. La crisis de Ucrania debe manejarse adecuadamente. Uno no debe tomar la medicina equivocada, o centrarse en un solo aspecto del problema sin tener en cuenta el resto, o mantener al mundo entero como rehén, y mucho menos hacer que la gente común de todo el mundo sufra como resultado. Si la situación continúa empeorando, puede tomar años, si no décadas, volver a encarrilar las cosas”.

Al iniciarse la guerra, y en mi opinión, China era el único país con capacidad para frenar a Putin, obligarlo a un alto el fuego y actuar como país mediador. Sin embargo, no lo hizo entonces, ni es previsible que lo haga ahora, al menos sin entrar en enormes contradicciones, cosa que solamente haría si sus intereses económicos globales se viesen seriamente amenazados. Si algo atemoriza a China es la inestabilidad global, y la guerra de Ucrania va en contra de sus intereses. El cuarto punto antes señalado por el presidente Xi Jinping, muestra este enorme temor al descontrol. Sin embargo, China no ha tenido nunca una vocación mediadora en conflictos externos, y ahora está prisionera de algunos aspectos de su política exterior (anexionarse Taiwán) e interior (gestionar las regiones de Xinjiang, Hong-Kong y Tíbet). Pero si fuera capaz de buscar un equilibrio entre tantos intereses, internos y externos, cosa harto difícil pero no imposible, podría ser un actor decisivo para lograr un alto el fuego y asegurar unas negociaciones que paren la guerra de forma definitiva.

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