Culpas, lágrimas y humildad
- El concejal del Ayuntamiento de Madrid responde al cura que propuso en una homilía denunciar a Ada Colau por cooperación en el atentado de Barcelona
El pasado domingo, tres días después del tristísimo atentado de Barcelona, el párroco Santiago Martín empleó el púlpito de una iglesia madrileña para referirse a lo sucedido. “No puede ser que solamente estemos rezando” y “menos lágrimas y más hacer cosas” esgrimió el párroco durante una homilía en la que arremetió contra la alcaldesa de Barcelona Ada Colau y ya de paso contra la de Madrid, Manuela Carmena.
Ada, se atrevió a asegurar el sacerdote, tiene “una parte de culpa” del atentado terrorista de Las Ramblas por no haber instalado unos bolardos. Manuela tampoco está velando por la seguridad, como concluyó Santiago Martín dándose una vuelta por la Plaza Mayor.
Además de comunista yo soy cristiano, por lo que espero que Santiago Martín comparta conmigo la admiración por Jesús de Nazaret. A sus enseñanzas acudo cuando hay fenómenos o situaciones ante las que carezco de explicación. A sus lecciones de humildad me remito cuando hay momentos tan desoladores como este. El terror, sobre todo el causado por chavales como los que han sembrado de muerte Barcelona estos días, revela que algo no funciona bien.
Ante algo tan dantesco como lo que ha ocurrido el análisis que hace Santiago Martín es de una peligrosa arrogancia. Un paseo por la Plaza Mayor y la Puerta del Sol le permite no solo poner en duda el trabajo de una alcaldesa, sino la coordinación de las fuerzas de seguridad y las medidas de prevención adoptadas. Tras la lectura de unos titulares se permite jugar a ser abogado de las víctimas. No lo hace en la barra de un bar con amigos, ni en el rellano de la escalera con los vecinos. Se está dirigiendo desde un púlpito a unos feligreses con la autoridad moral que eso confiere.
Si la respuesta a este y otros atentados es tan simple como un bolardo, cabría caer en la desesperanza. ¿De verdad alguien puede pensar que el caudal de rencor acumulado se para con unos bolardos? ¿o dejando de vender bombonas de butano? ¿Quizás aboliendo la venta de cuchillos con filo?
Parece que habría que pensar en soluciones más complejas. Y más aún desde alguien que tendría que encontrar respuesta en el amor y el sagrado respeto por la vida de la gente, también hacia los que considera sus adversarios políticos.
Los atentados han causado pérdidas irreparables en primer lugar a las víctimas directas y a sus familias, con ellas debemos estar siempre al tiempo que condenamos firmemente lo sucedido. Pero el desgarro no se queda ahí. Toda la comunidad musulmana en general y las familias de los propios autores del atentado quedarán marcados de por vida por lo ocurrido. A mí me parece que esas terribles heridas no tienen fácil cicatrización pero me da la impresión de que el camino para ello pasa más por prevenir, cuidar y querer y no por odiar y vengar.
Es verdad que “no podemos estar solo rezando o derramando lágrimas” ante una situación en la que unos jóvenes deciden que asesinar es el camino. Aún así, cuando ocurre, a mí me parece sano que derramemos lágrimas. Y que alguien como Ada Colau llore, la engrandece. Como también me parece buena estrategia cimentar sociedades abiertas en las que convivamos y en las que nadie pueda esgrimir argumentos para la diferencia que sean susceptibles en convertirse en arma contra otros seres humanos.
Entre otras cosas, deberíamos estar construyendo una sociedad más justa y que ofreciese un futuro digno a la gente en todo el planeta. Después de todo Santiago, son nuestros hermanos.
Carlos Sánchez Mato
Comunista y cristiano
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