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OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González

A los hombres les toca mover ficha

Un millar de personas se manifiesta en Santander contra la violencia machista

Adriana Lastra

Vicesecretaria General del PSOE —

Un país digno no puede aceptar que las mujeres sean asesinadas, que no se sientan seguras, que estén amenazadas. Un país digno no puede permitirse que la mitad de la población sea susceptible de sufrir una violencia terrible que elige a sus víctimas solo por ser mujeres. No podemos aceptar que, trabajando igual, las mujeres cobren un 22% menos. No podemos aceptar la ausencia de mujeres en los espacios de poder al tiempo que siguen sobrerrepresentadas en la responsabilidad de los cuidados y trabajo doméstico. En definitiva, no podemos hablar de libertad si existe violencia contra la mitad de la población de un país. Sin libertad, sin igualdad y sin la seguridad de las mujeres no podemos hablar de una sociedad plenamente democrática.

Y, si queremos ser un país digno, tampoco podemos aceptar que los hombres, la otra mitad de la población, no esté movilizada en la lucha por la igualdad. La violencia machista es un problema de los hombres que afecta a las mujeres. La violencia es masculina y resulta obvio decir que necesitamos que los hombres tengan un papel activo en la lucha contra la violencia machista. Necesitamos que cada ciudadano se sienta interpelado. El discurso social de la igualdad es mayoritario y son mayoría los hombres que dicen estar a favor de la igualdad. Sin embargo, esto no se transforma en ilusión, ganas y empeño por participar activamente en este proceso de cambio que pasa necesariamente por la renuncia a sus privilegios masculinos. Ha llegado el momento en el que a los hombres les toca mover ficha e iniciar su propia revisión de género individual y colectivamente. El feminismo les ofrece las suficientes herramientas para ello. La recompensa es compartir una sociedad más justa y digna.

Hacer feminismo es construir más democracia. No se me ocurre una tarea más urgente y más digna para toda la sociedad que defender valores democráticos como la libertad y la igualdad que se ven cercenados cada día en nuestro país. En España una mujer es asesinada cada 5 días, se produce una violación cada 8 horas y, diariamente, 450 mujeres denuncian en una comisaría que están sufriendo violencia, por recordar algunas cifras que nos hagan tener presente el contexto violento en el que vivimos las mujeres. La violencia simbólica, cotidiana y velada, si bien menos visible socialmente, impide la posibilidad de acercarnos a la igualdad plena.

Socialmente tenemos como reto impulsar unas relaciones afectivas y sexuales basadas en el respeto y la igualdad. Debemos remover las ideas y creencias machistas que perpetúan la cultura de la violación que nos despoja a las mujeres de deseo y emociones propias representándonos socialmente como objetos para satisfacer deseos de los otros. Esta cultura de la violación consiente y minimiza la violencia sexual que las mujeres sufrimos y que cercena nuestra libertad sexual. Sirva como ejemplo los discursos y las sentencias que hemos escuchado y leído esta semana con absoluta indignación y que ponen en cuestión la credibilidad de la voz de las mujeres cuando decimos ¡NO!

Acabar con el machismo y la violencia que produce pasa por cambiar valores sociales y culturales que todavía hoy están muy enraizados en nuestra sociedad. Se trata de un cambio radical, de ir a la raíz del problema, y necesitamos que los hombres sean sujetos activos de esta transformación social. Por tanto, no estamos ante una tarea sencilla, aunque sí imprescindible. Hacer del machismo algo del pasado pasa por remover los valores en los que asienta. Sin duda necesitamos que sea toda la sociedad, de manera colectiva, quien emprenda, empuje y aliente esta tarea de construir una sociedad igualitaria y no violenta.

Ni me acostumbro ni me resigno a convivir con el machismo y su violencia. Parafraseando a Angela Davis, este país ya no acepta las cosas que no puede cambiar, sino que cambia las cosas que no puede aceptar. Y no podemos aceptar en democracia una sociedad que violenta y discrimina a las mujeres. No podemos aceptar un mundo donde la libertad de la mitad de la población está cuestionada. A las mujeres esta sociedad no nos gusta, así que la estamos cambiando. Pero la sociedad no cambia si únicamente lo hacemos la mitad de la población. Os estamos esperando.

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