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Lo inconfesable

Sánchez y Feijóo se saludan antes de su primer debate en el Senado.

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Alguien dijo una vez que en política, si no tienes algo que ocultar, no tienes nada que temer. Así que, si no estás, es evidentemente porque hay intenciones, especialmente impopulares y vergonzosas, que se quieren ocultar

La ley electoral española no regula los debates electorales en radio y televisión. Solo se limita a señalar que, en caso de que los medios de comunicación quieran organizarlos, éstos deben tener en cuenta criterios de igualdad, proporcionalidad, neutralidad y objetividad. Ya ha habido cuatro grandes grupos que han cursado sus peticiones de debate de cara al 23 J y, por ello, el presidente del Gobierno proponía celebrar hasta 6 debates cara a cara con el líder de la oposición, Alberto Núñez Feijoo, que rápidamente el PP rechazó tildando la propuesta de excentricidad.

En una democracia sana, permitir que la ciudadanía pueda apreciar el contraste de ideas y cualidades de los candidatos con posibilidades reales de acceder a la Presidencia del Gobierno, nunca puede ser una excentricidad. Más cuando los debates electorales son un derecho de la ciudadanía, de los votantes, como parte inalienable del derecho constitucional a la información.

Hasta ahora, los únicos cara a cara que se han celebrado entre Pedro Sánchez y el líder de la oposición han sido en esta casa que presido.

Desde que Feijoo es líder del PP, han sido cinco las veces, entre sesiones de control y comparecencias del presidente a petición propia, que los ciudadanos han podido contraponer las posiciones de Sánchez y Feijóo en el Senado. Y todas ellas tienen un denominador común que, como árbitro de los debates, he podido constatar en cada ocasión: las quejas del líder de la oposición por la falta de tiempo para explicarse.  

Ahora, con las Cámaras disueltas, el Parlamento ya no funciona como espacio de debate, pero los medios de comunicación sí están abiertos, e interesados, en ofrecer a los ciudadanos ese espacio que la opinión pública reclama para estudiar los pros y los contras de cada opción. Por eso, se hace incomprensible que quien se quejaba de falta de tiempo para explicarse en la Cámara, ahora no quiera hacerlo ante los ciudadanos. Más que una excentricidad, es una incoherencia que solo se explica por la ausencia de propuestas para los ciudadanos, o porque las intenciones que tienes en mente son inconfesables y es mejor no exponerse. O, tal vez, por las dos a la vez.  

Soy partidario de la última. La derecha no tiene propuesta de país y sus propósitos son inconfesables. Sostener ante las cámaras de televisión y los micrófonos de radio el retraso de la jubilación a los 70 -Cuca Gamarra dixit-,  la privatización de las pensiones, el recorte de las prestaciones por desempleo, o la vuelta a la precariedad de los contratos, son solo algunos de los ejemplos que se amparan bajo el paraguas de la 'derogación del sanchismo'. 

Alguien dijo una vez que en política si no tienes algo que ocultar, no tienes nada que temer. Así que, si no estás, es evidentemente porque hay intenciones especialmente impopulares y vergonzosas que se quieren ocultar. 

La democracia es elegir. Elegir información, contrastando propuestas. Enfrentando dos modelos de país. Es una sana e higiénica obligación democrática sobre la que, evidentemente, nos falta una regulación que garantice que los españoles y españolas tengan la máxima información cada vez que se abran las urnas. 

Pero en este momento, cuando el país se halla en una disyuntiva entre el regreso a las recetas neoliberales de austeridad y el sálvese quien pueda, o la consolidación de los avances económicos civiles y sociales logrados, es necesario, inexcusable más bien, escuchar claramente, cara a cara, a Sánchez y Feijóo y contrastar sus proyectos de país. 

Y aceptar un solo encuentro, como ha anunciado Feijóo, es seguir negando la posibilidad de contraponer la mejor España frente a la peor derecha. Porque ni la mejor España, ni la peor derecha, se explican con claridad en un rato. La ciudadanía merece más respeto. 

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