Pactar con el diablo se puede justificar
En condiciones de normalidad, los partidos nacionalistas, me refiero al PNV y CDC, siempre han sido prácticos en las negociaciones “con Madrid” y han puesto un precio alcanzable a sus pactos con quien fuera a ostentar el Gobierno de España. Y eso valía igual para el PSOE como para el PP, para González, Aznar o Zapatero.
En el reciente episodio de la formación de la Mesa del Congreso, los nacionalistas se “han vendido” pronto a quien podía recompensar su osadía. No hablo de osadía por pactar con Rajoy, seguramente su mayor enemigo, sino por hacerlo sin la debida transparencia en el caso de su apoyo con diez votos clandestinos en favor de las vicepresidencias de Ciudadanos y PP.
Minutos antes, tampoco tuvieron reparo moral en abstenerse para favorecer a Ana Pastor como Presidenta del Congreso, una exministra que ha realizado una gestión ferroviaria impresentable. También en Euskadi, dejando contratos del AVE rescindidos, obras paradas, proyectos sin definir y un montón de incumplimientos sin mayor explicación.
Pero ahora se trataba de ser prácticos y asegurar la formación de sus grupos parlamentarios en el Congreso y Senado, lo que se traduce no sólo en una mayor proyección política en las dos Cámaras sino en mucha más subvención, puestos y asesores. CDC necesita ayuda política y cesión de diputados y de seis senadores para formar grupos propios. El PNV también necesita la cesión de cuatro senadores para montar su grupo en el Senado y, como regalo añadido en su pacto con Rajoy, ocupar un puesto en la Mesa del Senado.
Eso es la política. Mejor dicho, estamos ante una de las dimensiones de la política: la del pacto. Tanto el razonable y natural, algo que ha practicado con inteligencia Ciudadanos para “robar” dos puestos en la Mesa del Congreso, como el pacto que resulta incoherente y el inmoral.
Si tenemos en cuenta las circunstancias de la política en España y lo que una mayoría social espera del Parlamento, el PNV y CDC han incurrido en la inmoralidad y la incoherencia política. Lo inaceptable es que ambos se rían de la democracia y oculten algo tan exigible como el sentido de sus votos. Votos nacionalistas prestados para que el PP gane la presidencia y, además, para garantizar al bloque de la derecha española el control del Congreso en una legislatura decisiva para la regeneración democrática y la recuperación de la dignidad a millones de familias.
Tengo el convencimiento de que ni CDC ni PNV van a continuar en esa línea apoyando, ni siquiera con abstenciones, la investidura de Rajoy. El PNV se juega el gobierno en las elecciones de octubre y CDC quiere reactivar su peculiar proceso de independencia unilateral con sus socios soberanistas en septiembre. Piensan felices que han conseguido la pela -varios millones- y la foto, y que con el paso del verano sus electores olvidarán este cambalache.
Hay una conclusión que debemos sacar los socialistas de este episodio. Quienes nos acusaron con toda su artillería mediática de querer pactar con el diablo nacionalista para llegar a La Moncloa no han tenido ahora escrúpulos para hacerlo ellos. Y quienes el 21D fijamos absurdas e inexplicables líneas rojas para no sentarnos a dialogar con independentistas y Podemos hemos constatado que cometimos un grave error y que la derecha nos lo ha demostrado con la pérdida -evitable- de la Presidencia del Congreso para Patxi López. ¿Habremos, realmente, aprendido la lección?