Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

La pandemia no termina con el estado de alarma: seamos prudentes y no bajemos la guardia

Plano del piso 11 del edificio X, lugar de un brote de coronavirus en la ciudad de Seúl, Corea del Sur, 2020. Los asientos en azul indican dónde se sentaban las personas con casos confirmados de COVID-19.

Daniel López-Acuña / José Martínez Olmos / Alberto Infante Campos

1

Desde el 22 de junio, al finalizar el estado de alarma y restablecerse la movilidad completa en todo el territorio español, entraremos de lleno en la “nueva normalidad”. Pero la pandemia no concluye al terminar el estado de alarma. El virus sigue presente y eso nos obliga a ser prudentes, a no relajar las conductas de protección y a no bajar la guardia en los preparativos sanitarios y hacer frente a los eventuales repuntes de la enfermedad

Además, desde ese día se reabrirán las fronteras interiores del espacio Schëngen (excepto con Portugal) y el día 1 se reabrirán las fronteras de la Unión Europea con terceros países (y también con Portugal).

La inminencia de estas reaperturas, anunciadas hace días, y el consiguiente aumento de la circulación de personas, coincide con noticias preocupantes sobre la evolución de la pandemia a nivel global, así como con rebrotes de la Covid-19 en países y lugares donde se consideraba controlada.

El 16 de junio el mundo batió un nuevo récord con 139.500 casos notificados en un solo día, y la OMS lanzó un llamamiento recordando que la pandemia sigue representando una amenaza muy grave para la salud mundial. Si bien el epicentro no está ya en Europa y se ha desplazado a otras regiones, eso no quiere decir que Europa esté exenta de la reintroducción del virus por importación de casos procedentes de países en los que la transmisión comunitaria tiene una magnitud importante.

Casi al mismo tiempo, se ha informado de un importante rebrote aparentemente originado en el mercado de alimentación de Xifandi, al suroeste de Pekín, que obligó a cerrarlo, a confinar a 23 barrios de la capital, a retrasar la apertura de escuelas, a cancelar los vuelos de entrada y salida desde la ciudad, y a plantear la realización de pruebas a más de 200.000 personas. La capital china llevaba dos meses sin notificar casos y las mascarillas habían dejado de ser obligatorias, pero al día siguiente las autoridades municipales pidieron a los residentes no abandonar la ciudad salvo en casos de extrema necesidad. Además, algunos responsables sanitarios chinos han sugerido la posibilidad de que este brote se debe a una variante más agresiva del virus, con alta transmisibilidad y con un genoma diferente al del virus que circuló inicialmente en Wuhan. Todo ello ha de ser contrastado e investigado en más profundidad para poder confirmarlo.

Durante esa misma semana se informó de un incremento sostenido de casos nuevos en los países de Centroamérica y Sudamérica, de Europa del este y Asia Central, de preocupantes rebrotes en Bélgica y Berlín (Alemania), así como de un incremento alarmante de los casos en Irán, que se encontraba ya en fase de desescalada. Poco después, se conoció un importante brote al interior de una empresa cárnica de Gütserlshorf (Alemania,) presuntamente vinculado a las condiciones de trabajo, que incluyen bajas temperaturas y falta de distancia física, así como de hacinamiento en los barracones donde viven muchos de los trabajadores de la empresa procedentes de países del este de Europa.

Todo ello ha planteado genuinas dudas y preocupaciones. ¿Quiere decir esto que la pandemia no ha terminado y que puede reaparecer en cualquier momento en lugares donde la curva epidémica ha cesado virtualmente? ¿Estamos ante un riesgo renovado de transmisión comunitaria en el que los viajeros y turistas pueden ser el detonador y contribuir a propagar la pandemia? ¿Habrá que volver a confinarnos? ¿Sería necesario repensar la apertura de fronteras? ¿Estamos preparados para evitar estos riesgos y controlarlos?

Lo primero que hay que señalar es que, en España, al final de la primera quincena de junio, las cifras de contagios diarios y nuevos fallecidos afortunadamente se mantienen muy bajas. Sin embargo, ha habido rebrotes en dos hospitales del País Vasco, se han comunicado rebrotes en dos residencias de ancianos de Valladolid, y la realización de más pruebas de detección en las residencias de Madrid ha detectado decenas de nuevos casos en varias de ellas lo que ha obligado, entre otras medidas, a retrasar o revertir la prevista relajación de los protocolos de visita a dichos centros. A ello se suma que el día 18 de junio se notificó un pequeño brote en Algeciras. En resumen: estamos bien pero todavía hay focos de reaparición de la infección y la enfermedad

Lo segundo es que esta es la situación esperable y probablemente inevitable en esta fase de la pandemia, no solo en España sino en todos los países que han sido afectados y se encuentran ya en una fase de salida de este ciclo epidémico. Y esto no cambiará hasta que dispongamos de una vacuna efectiva y accesible, algo que puede requerir varios meses más. Es decir, los rebrotes seguirán ocurriendo y el incremento de la movilidad aumentará la probabilidad de que ocurran. Es cierto que, en España, por el momento, estos brotes se han detectado pronto y se han atajado con rapidez, lo que indica un aumento real de las capacidades para hacerlo. Esto es una buena noticia. Pero no debemos dormirnos en nuestros laureles.

Hasta ahora han sido rebrotes que se han localizado en los lugares esperados, fundamentalmente hospitales y residencias de ancianos, en los que la transmisión asintomática se ve amplificada. Por tanto, las medidas de protección e higiene, así como la detección temprana y control en los establecimientos de salud y en las residencias sociosanitarias deberán continuar. Con particular atención y cuidado en estas últimas, para hacer compatible la salud física con el respeto a los derechos y a la salud mental de los ingresados y de sus familias. Aislar no debería significar en ningún caso incomunicar.

En España todavía no se han detectado rebrotes importantes en oficinas, empresas, bloques de viviendas, hoteles, etcétera. Pero visto lo sucedido en China, Alemania y otros lugares, las medidas de precaución y de detección temprana e intervención en empresas, oficinas y otros centros de trabajo deberán extremarse. Y cuanto más precarias sean las condiciones de trabajo (sobre todo en espacios cerrados, aglomerados y mal ventilados) y de vida de los trabajadores, más deberían extremarse. Los servicios de salud laboral, los empresarios, los sindicatos, las Comunidades Autónomas, los Ayuntamientos y la inspección de trabajo, tienen un papel muy importante. En estos ámbitos no basta con apelar a la responsabilidad individual. Las autoridades y los servicios competentes habrán de ser proactivos, acordar cambios, intervenir, no limitarse a esperar y a responder cuando el problema ya esté presente y pueda resultar demasiado tarde. Pocas veces ha estado tan claro que la mejor forma de contener a un virus que nos amenaza a todos es mejorar las condiciones de trabajo y de vida de quienes peor están.

Un tercer aspecto sobre el cual hay que insistir es que las medidas de protección individual de la población son, al mismo tiempo, medidas de protección colectiva. Los resultados de un reciente estudio realizado en Japón sugieren que la gran mayoría de los rebrotes son causados por portadores asintomáticos de entre 20 y 30 años. Basta salir a la calle de cualquier ciudad europea para darse cuenta de la escasa percepción del riesgo entre los jóvenes: ni distancia de seguridad. Esto plantea la necesidad de que las autoridades de salud realicen campañas específicas dirigidas a los jóvenes a través de los medios con mayor impacto entre ellos (por ejemplo, redes sociales y aplicaciones de móviles). Y de que las autoridades locales y autonómicas hagan respetar, con la prudencia y la firmeza debidas, las normas de uso de los espacios públicos urbanos más concurridos, incluyendo las playas.

En cuarto término, en un escenario de reapertura de las fronteras, una gran parte del trabajo que se requiere para evitar y, en su caso, detectar rápidamente una posible reintroducción de la COVID-19 a través de viajeros procedentes de otros países, debe desarrollarse por los servicios de sanidad exterior ubicados en puertos y aeropuertos.

En España esta labor está encomendada a los servicios de sanidad exterior cuyos integrantes son básicamente médicos, enfermeras, veterinarios y farmacéuticos ubicados en aquellos puertos y aeropuertos con mayor tránsito de mercancías y personas. Estos profesionales, que también se encargan de aconsejar a los españoles sobre las precauciones sanitarias que deberán observar cuando viajan al extranjero, son funcionarios del Estado.

En total son unos 600 profesionales, la mayoría de ellos veterinarios dedicados al control de las importaciones de alimentos de origen animal. Los médicos y enfermeras se estiman en unos 150. Su dependencia es doble: orgánicamente, dependen del Ministerio de Política Territorial que les provee de los medios materiales y administrativos, y funcionalmente dependen del Ministerio de Sanidad que les proporciona los protocolos y criterios de actuación. Tradicionalmente han estado sobrecargados de trabajo, mal pagados, las vacantes tardan en cubrirse y en términos generales se consideran poco atendidos. Es imperativo el refuerzo inmediato de las plantillas y la adecuada dotación de recursos tecnológicos con un enfoque que mire no sólo a la eventualidad de la COVID-19 sino, también, a las funciones de sanidad exterior que se deben cumplir en España para garantizar una seguridad sanitaria mundial, europea y española.

El Gobierno ha anunciado que a partir del día 22 de junio, cuando termina el estado de alarma, las personas que lleguen a España por puertos y aeropuertos pasarán controles aleatorios de temperatura y se harán pruebas PCR a quienes presenten síntomas o declaren haber estado en contacto con casos sospechosos. Por su parte, AENA ha preparado un plan de refuerzo de estos servicios que estará plenamente operativo el 1 de julio, cuando se reabren las fronteras exteriores de la UE. Esto es importante pero no es suficiente. Tan importante o más es tener muy a punto los dispositivos de vigilancia epidemiológica en las Comunidades Autónomas incluida la capacidad de seguimiento de los viajeros que regresan o que visitan, así como asegurarse de que las fronteras no se reabran y las cuarentenas no se supriman para aquellos viajeros procedentes de países donde la transmisión comunitaria siga siendo importante. Eso supone por ejemplo viajeros procedentes, entre otros orígenes, de Rusia, de Estados Unidos, de países del Este de Europa y Asia Central, de la India, de Irán y de países afectados en América Latina y África

En este sentido, consideramos que es importante que España tome una posición de liderazgo en el concierto europeo para que se emitan lineamientos sólidos y explícitos en esta materia, comunes a todos los países de la Unión, en los que se estipulen con claridad lo antes mencionado y en los que se incluya la realización de controles aleatorios también en los aeropuertos de origen, lo que redundaría en una mayor seguridad sanitaria.

No podemos saber cómo evolucionará la pandemia, ni si habrá una segunda ola epidémica, ni cuando sucederá si es que sucede. Pero sí sabemos lo que hay que hacer para seguir conteniendo al virus. Se trata de hacerlo sin demora.

Etiquetas
stats