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Un Plan de futuro para los jóvenes

Una joven sujeta un cartel en el que se puede leer "Save our future" (salvad nuestro futuro) durante una manifestación del Sindicato de Estudiantes

Desde el punto de vista económico, la pandemia ha golpeado muy especialmente a los más jóvenes y a las mujeres, los dos colectivos más afectados también por la anterior crisis financiera y, en particular, por el aumento de la desigualdad que se ha registrado en España en la última década. Las altas tasas de desempleo, los bajos salarios, los contratos precarios y el difícil acceso a la vivienda reflejan claramente la realidad de unas generaciones que, a pesar de su mayor preparación, ven muchas veces frustradas sus expectativas a la hora de poder desarrollar plenamente sus proyectos vitales y profesionales. 

A estos factores estructurales, que arrastramos desde hace años, se une ahora el impacto fiscal de la COVID-19. Desde hace más de un año, hemos venido tomando medidas contundentes, con diferentes instrumentos para apoyar a las empresas, los trabajadores y las familias que llevarán a un aumento importante de la deuda pública en todo el mundo. En España, se prevé la emisión de unos 150.000 millones de euros adicionales entre 2020 y 2021. Estas medidas han sido muy efectivas para proteger una base sólida para la recuperación económica, pero su coste fiscal puede suponer un lastre para las generaciones futuras si no aprovechamos la fase expansiva que ahora se inicia para impulsar un modelo de crecimiento más sano y más sostenible desde el punto de vista económico-financiero, social y medioambiental; que responda a las necesidades y prioridades de  los más jóvenes. 

A diferencia de la anterior crisis, esta vez contamos con tres elementos fundamentales para poder encauzar la recuperación con una perspectiva positiva de más largo plazo. En primer lugar, tenemos un ambicioso programa de acción para el futuro, el Plan de Recuperación, que articula de forma coherente inversiones y reformas para avanzar en cuatro ejes transformadores –la transición ecológica, la transformación digital, la cohesión social y territorial y la igualdad de género–. En segundo lugar, tenemos los recursos financieros para hacerlo realidad, gracias al gran proyecto de reconstrucción europea en que se inserta, denominado como Next Generation EU precisamente porque centra la mirada en las generaciones futuras. En tercer lugar, España cuenta con un diagnóstico compartido, un gobierno determinado y unos agentes sociales con una disposición constructiva para tratar de dar un salto cuantitativo y cualitativo que oriente la recuperación hacia un crecimiento más sostenible e inclusivo.

El Plan de Recuperación supone una oportunidad histórica para proporcionar a los jóvenes un proyecto de futuro inspirador, con más y mejores oportunidades en un país más estable y resiliente frente a las crisis. Y ello depende de que seamos capaces de abordar las reformas necesarias e invertir los cuantiosos fondos europeos para la recuperación que España recibirá en los próximos seis años –hasta 140.000 millones de euros, prácticamente la mitad en forma de transferencias– de forma inteligente, apostando por las inversiones productivas que incrementen el capital humano, natural, institucional y tecnológico de nuestro país.

Esa es precisamente la filosofía que inspira el Plan de Recuperación de España, que presentamos a la Comisión Europea el pasado 30 de abril, centrado muy especialmente en los elementos que más pueden impactar en las posibilidades de desarrollo de los jóvenes.

En primer lugar, el plan incluye una agenda de reformas para mejorar el funcionamiento del mercado de trabajo. Tenemos que europeizar nuestro mercado laboral, sin resignarnos a que España tenga una tasa de paro juvenil que duplica la media europea y una tasa de temporalidad casi diez puntos superior, poniendo en pie un nuevo acuerdo social que garantice mayores oportunidades de empleo a nuestros jóvenes, más estabilidad y calidad de los contratos, aumento de productividad y mejores salarios.

El plan contempla también importantes inversiones para impulsar el empleo de calidad en ámbitos de futuro –como la movilidad sostenible, la eficiencia energética y la regeneración urbana, la industria de renovables, los servicios digitales o la industria audiovisual–. También para apoyar la creación y crecimiento de empresas, su internacionalización y modernización tecnológica. Y para mejorar la calidad de vida, mediante la generación de entornos urbanos más accesibles, más respirables, más sanos, y asegurando también que en cualquier pueblo de España se dan las condiciones necesarias para poder desarrollar sus proyectos, mediante inversiones de más de 10.000 millones de euros para impulsar, entre otros, la conectividad digital y la movilidad sostenible y conectada.

La vivienda constituye un capítulo importante del Plan, incluyendo cerca de 1.000 millones de euros para construir viviendas en alquiler social, una nueva Ley de Vivienda y más de 3.400 millones para rehabilitar barrios y edificios y que los ciudadanos, en particular los más jóvenes, puedan recuperar el espacio público y gozar de una mejor calidad de vida.

Evidentemente, pensar en el futuro pasa por pensar en la formación de los jóvenes de nuestro país. Se trata sin duda de uno de los ámbitos más importantes de reforma, para aumentar la calidad de la educación e impulsar una formación profesional moderna, dual, que se combine con la experiencia en los centros de trabajo. También para elevar las competencias digitales del conjunto de la población y garantizar la formación y recualificación a lo largo de toda la vida laboral, con políticas activas de empleo para que los cambios tecnológicos no dejen atrás a nadie.

Por eso el Plan concentra en el ámbito de la educación y la formación el 10,5% de las inversiones previstas, que se verán reforzadas por los más de 11.000 millones del Fondo Social Europeo para el periodo 2021-2027. 

Necesitamos una población bien formada y un marco laboral que funcione adecuadamente para conseguir que el intenso proceso de recuperación que va a comenzar ya a partir de este año sea rico en creación de empleo de calidad y aproveche al máximo las oportunidades que se van a generar, impulsadas por el Plan de Recuperación, en el ámbito de la transición ecológica, de las energías renovables, de la nueva industria verde y azul, de las nuevas tecnologías y la digitalización. Por eso el Plan es tan ambicioso en cuanto al ritmo de las reformas y la magnitud de la inversión; para poder encauzar bien la fase expansiva que ahora se abre.

Pensar en los jóvenes significa también pensar en reforzar nuestro estado del bienestar, modernizar el sistema fiscal y de pensiones para adaptarlos a la realidad del siglo XXI y asegurar que son progresivos, redistributivos y justos desde un punto de vista intra e intergeneracional, para que impulsen el crecimiento económico y la creación de empleo de calidad así como pensiones dignas en la actualidad, pero también dentro de 20 o 40 años.

Finalmente, la justicia intergeneracional pasa por una transición medioambiental justa. El cambio climático es una de las principales preocupaciones de nuestros jóvenes, comprometidos con el medio ambiente, y tenemos la obligación de invertir en sostenibilidad hoy, para brindarles un futuro mejor y garantizar que pueden desarrollarse en un planeta más limpio en el medio y largo plazo. El Plan prevé importantes reformas y dedicará un 40 % de las inversiones al desarrollo de una economía verde. 

Estamos, por tanto, en un momento trascendental para desplegar un Plan de Recuperación que no se conforme con recuperar la senda de crecimiento previa a la pandemia, sino que, sobre todo, aspire a construir un país mejor para los jóvenes avanzando por la senda del progreso y la modernización que ha permitido la mejora de las condiciones de vida y perspectivas de las sucesivas generaciones desde la llegada de la democracia.

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