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La propaganda

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, en una imagen de archivo.

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“La propaganda” es el nombre de un documental norcoreano que se conoció en el 2012 en Occidente, en el que se pretende demostrar cómo se lava el cerebro a los ciudadanos en EEUU. Los aspectos que denuncia, el consumismo desaforado, las banalidades políticas o la obsesión por los medios de comunicación, entre otros, hipnotizan e impactan a gran parte de los occidentales que lo ven. Realmente el documental lo hizo un joven cineasta neozelandés, Slavko Martinov y es una denuncia, desde Occidente, de algunos aspectos de nuestro modo de vida, es por lo tanto “…una verdad disfrazada que nos arrastra…”. 

Diez años después, y aquí en España, la banalización de la política y la obsesión por los medios de comunicación y las redes sociales ha alcanzado unas cotas muy preocupantes en la dinámica y los mensajes políticos, y también en la dimensión más sensible para nuestro presente y futuro, que es la acción del Gobierno de España. La impresión que éste traslada es que es más importante el denominado impacto de imagen que las consecuencias de la gestión gubernamental, de forma tal que el presente mediático se impone sobre los resultados sociales futuros, es decir el mensaje mediático sobre las consecuencias de la acción de gobierno. Esta circunstancia, paradójicamente, está empequeñeciendo y malbaratando decisiones políticas trascendentes como pueden ser las relacionadas con el denominado escudo social o la reforma laboral, al inflarse las expectativas a través de los anuncios gubernamentales. Un ejemplo, una buena negociación con la UE para la excepción ibérica sobre el precio del gas queda menoscabada cuando se anuncian unas reducciones del precio que no se verifican en la realidad, entre otras razones porque la evolución del precio del gas tiene poco que ver con los deseos del Gobierno de España, y es frustración lo que se provoca en gran parte de la sociedad española.

Un problema que hay que intentar soslayar en la negociación de los convenios colectivos, y alguna experiencia tiene quien esto escribe, es que los trabajadores retengan lo que al inicio de la negociación se reivindica y comparen el resultado, no con la base de la que se partía, sino con lo que exigías, que en raras ocasiones se alcanza.

Las expectativas que el propio Gobierno está generando con la reforma laboral, en términos de empleo y reducción de la precariedad, es probable que provoquen, cuando tengamos más perspectiva temporal, un deterioro de la valoración publica de un buen acuerdo por atribuirle efectos que no tiene, como es un impacto decisivo en la creación de empleo, que deriva sobre todo de la actividad económica, o confundir reducción de la temporalidad con reducción de la precariedad. 

En Andalucía, el PP ha conseguido la mayoría absoluta, frenando a la ultraderecha de Vox. Para el PSOE intentar identificar, exclusivamente, estos resultados como consecuencia de factores reales como el conocimiento insuficiente del candidato, un buen candidato por cierto, o las deficiencias en la labor de oposición del grupo socialista en el Parlamento andaluz, sería, además de una injusticia, un error de bulto en el análisis de los resultados, que también son consecuencia de la política y la estrategia de alianzas del gobierno de Pedro Sánchez, y por lo tanto podemos afirmar que Andalucía le rinde un nuevo servicio al partido socialista, avisándolo de lo que tiene que corregir con urgencia, si no quiere precipitarse al abismo en las siguientes convocatorias electorales. Además, todavía queda tiempo, año y medio de legislatura, para dar un golpe de timón.

A mi juicio hay un tema fundamental, que es la percepción, extendida, de que el Gobierno tiene una fuerte supeditación con los partidos independentistas, en particular con ERC sobre todo a raíz de la desacertada estrategia que el Gobierno ha seguido con el caso Pegasus, comprando una versión del mismo que nunca debía haber aceptado, y para más inri, publicitando urbi et orbe el espionaje al presidente, no sé si para contentarlos mostrando que del espionaje no se libra nadie, sin, a continuación haber ejercido la transparencia en relación con los contenidos espiados. 

¿Qué tiene esto que ver con Andalucía?, bastante, ya que, a primeros del mes de junio, se publicó en El País, un análisis muy interesante de cómo se ha producido una auto ubicación de los ciudadanos andaluces, de toda edad y sexo, más a la derecha. Dice literalmente dicho análisis: “…la crisis catalana (el golpe independentista de 2017) se antoja uno de los motores del vuelco a la derecha en Andalucía”. El gobierno de la Nación ha aportado un contorno a las elecciones andaluzas, con una vertiente positiva, el escudo social y un aspecto negativo, la imagen de supeditación a los independentistas, lo que ha ahuyentado al electorado templado. ¿Cómo es posible que, tras la aprobación de la reforma laboral en el Congreso con la oposición del bloque independentista, el Gobierno no haya reflexionado, actuando en consecuencia, sobre la reforma laboral, uno de los mayores activos sociales del Gobierno, si Casero no se hubiera equivocado de botón?

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