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Proteger a las mujeres maltratadas es posible

Exescolta y exprofesor de escoltas
Una boliviana camina 64 kilómetros con sus hijos para huir de su pareja violenta

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Escribo esta carta por la indignación y la perplejidad que me causa el que los gobernantes no proporcionen protección eficaz a las mujeres maltratadas en riesgo de sufrir una agresión por parte de su expareja con orden de alejamiento. Se tiende a pensar que el presupuesto necesario para llevar a cabo una empresa así sería tan alto que la hace irrealizable. No obstante, esta suposición no se compadece con la realidad. Lo cierto es que, gracias a la tecnología, resultaría factible y barato prestar protección a muchas mujeres a la vez, al menos en las ciudades. Trataré de explicarlo de manera comprensible y resumida. 

En una primera fase, de selección, los psicólogos del Estado evaluarían el riesgo que corren estas mujeres de ser atacadas, y finalmente, seleccionarían a las más expuestas y que más lo precisen.

La segunda se centraría en evitar las agresiones. Podría haber un centro de control, a cargo de la Policía, en el que esperarían varios escoltas, que deberían ser privados dado que pueden trabajar en servicio individual, lo que reduce el presupuesto. Las mujeres a proteger y las exparejas podrían llevar un aparato que emitiera una señal de alarma en los monitores del centro de control cada vez que estuvieran por debajo de la distancia establecida por el juez (en el Colegio de Ingenieros de Telecomunicaciones de Catalunya me han asegurado que estos aparatos cumplirían bien su función mediante una tecnología similar a geolocalización de los teléfonos móviles).

Cuando esto ocurriera, un policía daría instrucciones a la mujer para que se desplazara rápidamente al fondo de un local al que no va habitualmente y esperara allí a un escolta. Paralelamente, agentes interceptarían al delincuente y una vez detenido, se avisaría al escolta para informarle de que ya no hay peligro y podría volver al centro de control y seguimiento con el objeto de estar disponible para intervenir de nuevo. Cada escolta podría encargarse de proteger a unas 50 mujeres.

Cuando hubiera una rareza estadística: muchos maltratadores se acercasen a sus exparejas en el mismo día y hora, los agentes actuarían como refuerzo de los escoltas; estos últimos, idealmente, estarían repartidos por la ciudad (comisarías, etc.) a fin de que llegaran lo antes posible a donde se les necesitase.

Espero haber sido claro. Si lo he conseguido, tal vez ustedes entiendan que no es legítimo ni coherente alegar razones de presupuesto para justificar la escasa protección de la que gozan las mujeres maltratadas abocadas a sufrir por su miedo, fundado, a ser asesinadas o golpeadas. Solamente se debería dedicar dinero público para la fabricación de estos aparatos y para pagar los salarios de los escoltas; además, los jueces tendrían que hacer caso a la Policía a la hora de fijar la distancia mínima de separación entre víctima y agresor en las órdenes de alejamiento.

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