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Putin va a la guerra

Miembro del Consejo Asesor del Observatorio de Política Exterior, del Consejo de Asuntos Europeos y del Consejo de Seguridad y Defensa de la Fundación Alternativas. General de brigada retirado
Dos personas siguen el anuncio de Vladímir Putin

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El ataque lanzado esta madrugada sobre Ucrania por las fuerzas armadas rusas es la agresión más grave que se produce en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Contradice todas las declaraciones que ha venido haciendo el presidente ruso, Vladímir Putin, mientras la preparaba. Rusia vulnera todos los tratados internacionales: la Carta de Naciones Unidas, el Acta Final de Helsinki, el Acta fundacional OTAN-Rusia y, sobre todo, el Memorándum de Budapest y el Tratado de Amistad Rusia-Ucrania, en los que reconocía y aceptaba las fronteras de este país. Rusia se muestra así como un país agresor y violento que intenta cambiar una vez más las fronteras de Europa, con consecuencias, imprevisibles pero graves, no solo para la región sino para toda Europa e incluso todo el mundo.

Putin ha contado en sus cálculos con la renuncia de EEUU y la OTAN a emplear la fuerza para defender a Ucrania, lo que le ha dejado el camino libre. Los despliegues aliados en países como los bálticos, Polonia, Bulgaria o Rumanía le preocupan poco, porque no tiene intención de atacar a ningún país que pertenezca a la OTAN o a la UE, y arriesgarse a una guerra total que sería desastrosa para todos, también para Rusia. Tampoco ningún otro país se va a enfrentar a Rusia, que tiene más armas nucleares que toda la OTAN, y amenaza abiertamente con usarlas. Las sanciones económicas, comerciales y financieras que están poniendo en marcha EEUU, Reino Unido, la Unión Europea y otros países pueden afectarle en gran medida, pero probablemente no lo suficiente, puesto que ya conocía previamente su alcance y la intención de aplicarlas si iniciaba una agresión, y de todas formas lo ha hecho.

Seguramente sus últimos contactos con Xi Jinping durante los Juegos Olímpicos de invierno le han confirmado la disposición de China a paliar las consecuencias del posible bloqueo financiero de Occidente. En lo que respecta a los hidrocarburos, Rusia puede también aumentar la cuota de exportación a China si se le cierran los mercados europeos, aunque actualmente el 60% de las exportaciones rusas en este sector se dirigen a la UE. Pero Putin sabe que ese bloqueo sería también desastroso para la UE, que importa de Rusia el 40% del gas que consume. Para Alemania es más del 50% y no dispone de ninguna planta de regasificación de gas natural licuado, así que su industria sufriría de forma importante. 

A ello hay que añadir la inflación que supondrá la subida de precio de gas y petróleo, la escasez de ciertos minerales –como el aluminio– e incluso de los cereales que produce Ucrania, además del efecto que pueden producir las contra sanciones. Moscú puede pensar que cuando consiga sus objetivos y se retire de Ucrania las sanciones decaerán, aunque no será tan fácil. En todo caso, la economía rusa no es la misma que en 2014, su deuda externa es muy baja (no llega al 18% del PIB) y en los últimos ocho años ha duplicado sus reservas de oro y divisas hasta los 630.000 millones de euros –las cuartas del mundo–, lo que le permitiría pagar más de dos años de importaciones (238.000 millones en 2021).

Putin sostiene que su “operación militar especial” tiene por objeto impedir la agresión de Ucrania a las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Luhansk, cuya independencia ha reconocido recientemente, y responde a una petición de ayuda de sus dirigentes, pero esto no se sostiene, solo es propaganda bélica, un episodio más de la manipulación informativa que ha venido usando durante los últimos meses. Para defender Donetsk y Luhansk no hace falta un ataque de esas dimensiones ni destruir instalaciones militares en todo el país. En realidad, los acuerdos de Minsk II estaban todavía vivos, el cuarteto de Normandía se había reunido en enero y febrero, y tenía prevista otra reunión en marzo. Ahora Putin dice que Kiev nunca los cumpliría y que estaban sometiendo a los separatistas a un genocidio, pero lo cierto es que quien los ha dinamitado es él con el reconocimiento de la independencia de esos territorios.

La cuestión ahora es hasta dónde quiere llegar Putin. Sin duda, su primer deseo sería crear en la población de Ucrania un estado de indefensión y angustia, ante la presión rusa suficientemente importante como para hacer caer al gobierno de Kiev en favor de un gobierno prorruso que retrotrajera la situación al tiempo previo al Maidán, cuando el presidente se llamaba Yanukovich, lo que evidentemente traería la paz, aunque en detrimento de la libertad. Si esto no sucede, se abren al menos tres escenarios posibles. El primero es que trate de conquistar todo el territorio de las provincias de Donetsk y Luhansk, puesto que las repúblicas actuales solo controlan una tercera parte, y sus constituciones contemplan el total de las provincias respectivas.  El segundo, más ambicioso, es que todo el territorio rusófono, es decir, todo lo que está al este del rio Dnieper (aunque no sólo, porque incluiría también a Odessa), se declare independiente y forme un nuevo país en Ucrania oriental, que haga de estado tapón, especialmente si el resto de Ucrania entra finalmente en la OTAN. 

Esta es la hipótesis más probable, incluso Putin la insinuó en su discurso de la pasada madrugada, y no requiere la ocupación de estos territorios –que se supone que son mayoritariamente prorrusos–, sino crear las condiciones para que eso sea posible y el gobierno ucraniano no pueda impedirlo. La tercera sería la invasión total de Ucrania y su consiguiente ocupación. Esta es la menos probable. Una operación de este tipo requiere unos recursos ingentes, la ocupación del oeste de Ucrania se encontraría un terreno absolutamente hostil, y antes o después tendría que retirarse, con lo que se volvería a la casilla de salida, pero con mayor enemistad entre ambas naciones.

Las operaciones militares rusas durarán lo que tarde Putin en alcanzar los objetivos que se haya propuesto. Parece que nada le va a disuadir si no es a la fuerza, y nadie está en condiciones o tiene la voluntad de oponerle a la fuerza. No teme a los países occidentales a los que ve divididos y débiles, renuentes a un enfrentamiento. Y, no obstante, solo la unidad y la máxima firmeza pueden detenerlo. La UE debería emplear ya todas las sanciones comerciales y financieras posibles, llegando incluso al bloqueo económico, aunque tenga que sufrir las consecuencias en carne propia. La historia nos enseña que dar alas a un agresor trae muy malas consecuencias. Es imperativo hacer todo lo posible para detener la agresión y sentar a Rusia en una mesa en la que se puede discutir la indivisibilidad de la seguridad, pero también el respeto a la soberanía y la integridad territorial de todas las naciones, de acuerdo con la legalidad internacional.

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