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Captura del programa 'Salvados'

Ana Castaño

Psiquiatra Psicoanalista. Consejera estatal del área de Salud/Sanidad de Podemos —

Salvados es uno de esos programas televisivos que sabe mantener las ganas de querer verlo, precisamente por ir hasta el fondo de los asuntos, con valentía y con el recurso de lo testimonial. Testimonios que hacen que el espectador quede atrapado con lo que está viendo, incluso conmoviendo la opinión. El pasado domingo con bastante intriga mediática, se anunciaba el estreno del año con una temática que está en primera línea de la modernidad: la depresión.

Tanto como seguidora de este programa como por mi profesión, estaba muy interesada en el visionado. En primer lugar quiero resaltar la valentía y la importancia de las personas que contaron su historia, un testimonio nada fácil. Pero en lo que respecta a la producción del programa, he de decir que me decepcionó enormemente lo sesgado del planteamiento, sobre todo por las voces que faltaban, como los colectivos en primera persona que desde su activismo político son actores imprescindibles cuando se abordan estos temas. Ellos y ellas son los garantes de que se defiendan sus derechos frente al abuso de ciertas prácticas psiquiátricas. De puntillas se hablaba de la sujeción mecánica o de vigilar la toma de medicación de forma humillante, porque “la psiquiatría es así”, cuando en este momento hay todo un movimiento contrario a esta forma de tratar a los y las pacientes.

Como suele hacer el equipo de Évole con bastante maestría, nos introduce en un ambiente intimista para acercarnos a lo delicado de la conversación. En este sentido quiero destacar el buen comienzo, pero señalar también que al poco tiempo, se empieza a deslizar entre líneas un modo de entender la depresión muy del lado de lo biológico y proponiendo la cirugía cerebral como una alternativa con un 90% de curación. Me ha sorprendido esta defensa, desde un discurso del psiquiatra que tiene el poder del saber, y desde un prisma de relación desigual porque hay controversia: no siempre va bien y existen otras opciones.

No menciona el enfoque integral, ni la salud mental comunitaria que son cruciales para abordar lo mental. Se desliza algo mágico en la posibilidad de la cura y ni se menciona lo subjetivo ni el contexto de los y las que toman la palabra. No hay un solo relato de la depresión, no solo están los síntomas descriptivos sino las historias que hacen a la vida de cada persona. Padecer y acompañar en la travesía de la depresión es más sinuoso de lo que se muestra y la apuesta es por la diversidad, no por la incapacidad.

Agradezco la visibilidad que se le ha dado a la situación tan deficiente de nuestro sistema sanitario en todo lo referente a la atención en salud mental, con la falta de recursos y planificación adecuada y abordar con naturalidad lo relativo al suicidio, que sigue siendo un tabú en nuestra sociedad.

Para la reflexión sobre el mundo que habitamos, me quedo con una de las conversaciones del final sobre esa necesidad de ser felices a toda costa y que nos lleva a desfallecer por no estar a la altura de esa exigencia y la posibilidad que se abre a debatir sobre construir dispositivos de salud mental a la altura de nuestro tiempo.

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