Tres años
Se cumplieron ya los tres años de eldiario.es, y tres años de vida es un éxito y una burrada de tiempo en esta época, y desde entonces escribo aquí semana tras semana, me salen entre ciento 150 y 200 colaboraciones (soy de letras…). Soy muy consciente de que es un privilegio poder escribir aquí, lo sé porque llegué aquí peregrinando desde otro tiempo, desde el tiempo del papel.
Aquel papel que manchaba los dedos de tinta me enseñó que el mundo se expandía y se expandía desde mi ciudad, aquel centro del mundo. La radio de válvulas, con su luciérnaga verde, traía voces y música árabe desde un cielo y un océano enormes y nos hacía soñar, pero el papel nos obligaba a pensar. El periódico nos hacía ciudadanos, incluso en aquel país asfixiado y asfixiante los dueños de nuestras vidas tenían que permitir que algún latido de la vida social se transformase en noticia y suscitase un comentario en alto para otros. Una pregunta muy frecuente a un escritor es acerca del origen del sueño de ser escritor, de la vocación, pero pocas veces se le pregunta al periodista por su origen, en mi caso creo que puedo decir que el origen tanto del ciudadano como del periodista que ha escrito ya 2.000 o 3.000 artículos está en aquellos lejanos papeles sucios de tinta. Recuerdo a Margarita, la última vendedora de periódicos en mi ciudad, la atropelló de madrugada un coche, cuando había tan pocos.
Pero el conocimiento más cabal nace de la experiencia y la mía es que, por hacerme escritor, con el prestigio que eso tuvo y ya no, pude entrar como columnista en prensa de Galicia, de Madrid y de Barcelona. Mi experiencia es también que más tarde fui siendo expulsado del papel. El poder político, la debilidad de la cultura cívica española y la debilidad empresarial fueron achicando el espacio a la libertad de expresión que parecía ganada tras la muerte de Franco y poco a poco mis opiniones y yo mismo fuimos resultando una anomalía.
Lo cierto es que llego aquí, a la red, tras haber perdido suelo en las cabeceras de papel gallegas y madrileñas en las que antes publiqué mis opiniones (me queda la prensa barcelonesa y va a ser verdad eso de lo que me acusan últimamente, que soy un vendido a la canalla catalana). Con esto quiero decir que conozco el valor de la libertad de expresión y también sé algo del precio, así que agradezco que desde que existe este diario me permita opinar con libertad.
Si escribo mayormente de política es porque las cosas más importantes me las guardo para la literatura, pero también porque la política fue determinante toda mi vida y tengo la impresión de que a los lectores de este diario también les importa. Los editores de eldiario.es me permiten hacerlo a pesar de que soy reiterativo e insisto en las mismas manías (a mí no me lo parecían pero a esta altura de la vida comprendo que sí lo son y que incomodan a mucha gente que quiere que me aclare y diga o blanco o negro).
Pero cuando escribía en papel no tenía eso que llaman “feed back”, o sea que la gente me decía lo que le parecían mis opiniones, pero al escribir aquí donde tras leer se puede opinar a continuación y cantarle las cuarenta al opinador descubro que a mucha gente le ocurre lo mismo que ya le ocurría a la policía franquista, que no solo se enfadaba con mis opiniones sino que, además, también se mostraba confundida con ellas: en mi ficha constaba que era militante de un partido comunista gallego y sin embargo lo era de uno español. Mis opiniones me siguieron ganando, según donde y para quien, calificativos contradictorios: comunista, socialdemócrata traidor, separatista gallego, separatista catalán, españolista,…Y eso sin entrar ya en el campo del insulto, tan granado. (Ah, me olvidaba de algo que no es una culpa menor, ser amigo de José Luis Rodríguez Zapatero y que, con la distancia hacia sus políticas económicas y alguna decisión controvertida, lo siga considerando un presidente que dejó un legado que será reivindicado).
Pero, si mi defecto es no cejar en mis manías, en los últimos años he visto desplazamientos de opinión velocísimos, de modo que quien en un momento te calificaba de una cosa dos años después te acusaba de lo contrario. En una ocasión mis ojos contemplaron como habló la boca de un antiguo terrorista de ETA que se había pasado al extremo ideológico contrario, para reprocharme mis opiniones, y dijo, “hablas como un terrorista”. La vida es maravillosa, pasan los años y uno nunca acaba de asombrarse.
En estos tres años semana tras semana aquí creo que mi línea de opinión fue simplemente la reivindicación de la libertad en la toma de decisiones personales y colectivas. Tres años muy interesantes, vi cómo se destruía la legislación que protegía a los trabajadores, cómo se le retiraba protección y derechos a las mujeres, cómo retrocedía el amparo del estado sobre la ciudadanía, tanto en cobertura social como en cobertura legal, cómo se legislaba directamente contra la libertad de expresión, vi mantillas, procesiones y medallas a la virgen, ladrones fabulosos que no entraban presos, vi marcharse a un rey y como llegó otro y todo fue un juego de tronos y no hubo nada y vi como el cabreo catalán puso al estado en estado de alerta.
Vi cómo triunfaba un discurso deslegitimador de la izquierda, de los partidos y de los sindicatos, vi sindicalistas forrados y presos, socialistas aforados y corruptos o gestores de la corrupción, vi sindicalistas presos a los que nadie les importa porque el sindicalismo no es moderno ni guai y es cosa del pasado. Vi políticos jóvenes con imaginería pop que envejecieron velozmente, porque ya siempre habían sido astutos. Vi fracasar a la derecha españolista vasca y cómo está siendo sustituida por la derecha españolista catalana. Y vi la decadencia y el envilecimiento de la prensa española, particularmente la madrileña, hasta unos niveles que no había imaginado.
Y aquí estamos, en esta España de goma donde el poder económico, político y mediático está tan trabado que todo el mundo grita pero no ocurre nada. El próximo Parlamento puede ser que reinicie una época, puede ser, pero no será porque “Podemos” sustituya a Izquierda Unida ni porque “Ciudadanos” sustituya al Partido Popular, lo será porque Catalunya ha cambiado desde hace cinco años. La sociedad española no tiene fuerza por sí misma para cambiar nada sustancial, ni república ni orden económico o social, lo único que cuestiona el orden establecido es la cuestión nacional de las nacionalidades. (¡Ya sé, ya sé! ¡Estas opiniones mías, tan atrabiliarias!)
Por otro lado, comprobé que el paso del papel al digital tenía muchas implicaciones: el lector era distinto. No sólo porque escribir en papel suponía que te reconocían algún tipo de autoridad intelectual o moral y porque, además, quien leía tus artículos no podía rebatirte o llamarte gilipollas. Hoy aquí eso ya no es así si toda autoridad está siendo cuestionada, la de un columnista al que le pueden llamar de todo desde el anonimato ya no digo. Quien lee cuestiona el rol de quien escribe, todos escribimos. Pero también experimenté que escribía para un lector distinto generacionalmente, aunque aquí esto pueda leerlo y lo leen personas de todas las edades, sin duda dominan las personas jóvenes con quienes no puedo compartir una parte de mi memoria. Y todo lo que opino aquí lo hago desde mi memoria personal, al final lo único verdaderamente valioso que puedo aportar es precisamente eso, lo que sé por haberlo vivido. Caso de que a alguien le interese.
Para acabar, soy consciente de que escribo artículos largos (¿a que sí?) y que en la pantalla no se lee con detenimiento pero hoy me costaría volver a escribir para ese lector que busca una voz de autoridad en la tribuna de papel, ese lector que reverencia la voz del autor porque cree que si sale en esa tribuna es porque merece respeto. Es un engaño, todos los medios, todas las tribunas tienen dueño y si te dejan publicar ahí es porque les da la gana a sus dueños. Me alegro de escribir aquí, donde no tengo más autoridad que la que le merezca a cada persona en función de su acuerdo o desacuerdo, y si me insultan es porque estamos vivos.
Hala, ver si duramos otros tres años.