Los antisistema
“¡La corrupción nos está matando a todos!”, clamó Esperanza Aguirre como si huyera despavorida porque el barco se hundía. “¡Es una inundación!”, alertó la lideresa como si quisiera que alguien hiciera algo. No iba a ser Rajoy, porque le escribió a la dueña del perro Pecas en un SMS “Esperanza, te entiendo” y quién sabe si dio una calada al puro y siguió repanchingado en el sofá, que para eso era domingo de Liga. Como cuando Carlos Fabra se relaja viendo el partido en la prisión, hasta que lo llaman a comer y le tratan de “usted” y de “don”, que para eso es el jefe de la banda.
A la hora del almuerzo, Don Mariano supo que Esperanza comparecía, como si gritara pidiendo auxilio al saltar al agua. Pero Rajoy siguió a lo suyo, como la orquesta del Titanic. Un problema menos a bordo del marianismo y, además, con bote salvavidas, que la descubridora del caso Gürtel puede seguir de concejala en el Ayuntamiento de Madrid, igual que Rita Barberá continúa como senadora. La gente traga. Que se hunda el pueblo.
Imaginemos ese estrés de Mariano Rajoy, cuando se ve rodeado por las aguas turbias de la corrupción, pero los que reconocen en público que están preocupados son los del PSOE con los de Podemos. Mariano pensará que allá se maten Iglesias y Sánchez, mientras pasan los días, se acerca la investidura y hasta sale un portavoz del Partido Popular a decirnos que “uno, dos o diez casos de corrupción no quieren decir que el PP no tenga toda la legitimidad para intentar formar gobierno”. Chúpate esa. Mensaje desde la misma sede registrada por la Policía y la Guardia Civil.
Y Rajoy, quieto, parado. No se molesta ni en darle la mano a Sánchez delante de las cámaras. Es un gesto miserable, pero también es estrategia. Si Esperanza Aguirre dice que dimite “por no haber vigilado bien la corrupción”, cabe pensar que Mariano debería hacer lo mismo, pero él no mueve ni un dedo. Si acaso uno en el mando a distancia y otro para que salga Soraya a decir que la dimisión de la presidenta del PP en Madrid es algo “personal”. Como si hubiera dimitido de la comunidad de vecinos.
La jugada de Rajoy es esperar y mantener el poder sin ejercerlo. Que la corrupción parezca un accidente. Que se regeneren otros. A Aguirre ya se lo dijo en 2008: “Si alguien quiere irse al partido liberal, que se vaya”. Fue a la cárcel Carlos Fabra y allí pide ahora a los presos que no voten al PP. Eso sí, después de mover a su hija del Congreso a Telefónica. Así son estos guardianes del sistema. Parasitan y demuestran que su interés no es romperlo, sino corromperlo.