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Un artículo menos sobre Sumar, Podemos y la unidad de la izquierda

La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz, interviene durante el acto 'Empieza todo' de la plataforma Sumar

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Este iba a ser un artículo más sobre las negociaciones para Sumar, la difícil unidad de la izquierda, las filtraciones interesadas, el papel de Podemos, las últimas palabras de Pablo Iglesias, las acusaciones cruzadas. Iba a ser un artículo con bastante hartazgo y cabreo, y con no poca desesperación y desánimo al ver cómo se agotan los diez días de plazo y no solo no hay acuerdo, sino cada vez más ruido.

Empecé a escribirlo por la mañana, con la radio de fondo. Tenía un buen título, ingenioso y a la vez contundente, y unas cuantas metáforas potentes además de un par de referencias cinematográficas que me venían al pelo. A mitad del segundo párrafo escuché a Feijóo en la radio, contando con toda naturalidad y franqueza que en cuanto llegue al gobierno derogará la ley de memoria democrática y la ley trans, reformará otras leyes como las del aborto, educación o eutanasia, y se cargará el Ministerio de Igualdad. Eso solo para empezar, en sus primeros días en la Moncloa.

Se me quedó atravesado el segundo párrafo, justo cuando más duro me estaba poniendo en mi crítica a aquellos dirigentes o ex dirigentes que estos días entorpecen o directamente boicotean las negociaciones. Para recuperar el hilo, leí unos cuantos artículos publicados esa misma mañana sobre el mismo tema, y eché un vistazo a Twitter, donde periodistas, políticos y tuiteros de izquierda comentaban el asunto, presumían de información de primera mano, lamentaban la marcha de las negociaciones, se mostraban pesimistas sobre su desenlace, pronosticaban un daño irreparable para el 23J… Entre las lecturas se me cruzaron también las noticias sobre el asalto violento de ganaderos a un edificio oficial en Salamanca, debido a la política negacionista del gobierno de PP y Vox en esa comunidad que hoy funciona como avance a pequeña escala de lo que puede ser un gobierno nacional de derecha y ultraderecha.

Ya no hubo manera de seguir escribiendo mi artículo de cabreo, hartazgo, desesperación y desánimo. Apreté la tecla de retroceso y lo borré todo. Pensé que no hacía falta otro artículo, uno más, que nos contagie de todo ese cabreo, hartazgo, desesperación y desánimo, no cuando todavía faltan unas horas, pocas pero decisivas, para que salga algo de esas negociaciones. Pensé que nos jugamos mucho en las próximas elecciones, y que salga lo que salga de esas negociaciones, con esos bueyes tendremos que arar, no vale quedarse en casa ante la perspectiva de un gobierno reaccionario que ya está asomando la patita.

Pensé que, aunque lo que acaben acordando tampoco nos gustará, no será un acuerdo ideal, dejará flecos y heridas abiertas, habrá exclusiones y decepciones, y pondremos en duda las palabras ilusionantes con que seguro lo presentarán; pensé que aun así los votantes de izquierda tenemos que venir ya desilusionados de casa, no podemos fiar nuestro voto a la ilusión de una candidatura o un proyecto, porque nos va mucho en estas elecciones. No podemos abstenernos, ni contribuir a la abstención de otros, con la excusa de que no nos han dado motivos para la ilusión, que nos han desanimado.

El viernes a medianoche, si se confirman los peores pronósticos de los más pesimistas que estos días escriben y tuitean, ya veré si retomo mi artículo donde lo dejé. Y si el 23J termina en desastre, ya ajustaremos cuentas y pediremos responsabilidades y cortaremos cabezas y proclamaremos que “ya lo decía yo”. Pero por ahora, mientras quede una posibilidad de levantar una candidatura de izquierda, y mientras no se hayan cerrado las urnas y no esté todo perdido, yo prefiero no contribuir al desánimo y la desmovilización, que ya están bastante bajos los ánimos. Venga.

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