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Autobús antifeminista

El autobús de HazteOir, inmovilizado por la Policía Municipal en Madrid

Gabriela Wiener

Los de Hazte Oír han anunciado la pronta puesta en circulación de un autobús antifeminista. Resentidos y envalentonados porque el Ministerio del Interior les ha revocado la declaración de utilidad pública al considerar que su autobús anterior –con el que recorrieron España paseando su transfobia– atenta contra personas, colectivos y entidades; y porque ya no van a poder desgravar el 75 por ciento de sus donaciones, se han lanzado a una nueva aventura, tanto o más cacasena que la anterior. La creatividad les brota como pus en una herida.

Y como no han dado demasiados detalles de su proyecto piloto, salvo que será una “respuesta contundente” para enfrentar al “feminismo radical y su ideología de género”, nos lo han dejado todo a la imaginación. En cuanto escuché su genial idea, recordé esos autobuses atestados de gente que tenía que tomar cuando era una púber y luego una adolescente para ir al colegio, y en los que nos metían mano a mansalva, nos adherían penes y en los que todas las niñas aprendimos trágicamente demasiado pronto a avanzar rápido hacia la puerta de salida, antes de descubrir que a veces no iba a haber escapatoria.

Pensando en autobuses que se han convertido en trampas mortales para el feminismo, también recordé el bus limeño al que subió la universitaria Eyvi Ágreda para regresar a su casa y hasta el que la siguió su acosador, Carlos Hualpa, para verterle encima un bote de gasolina y prenderle fuego. Quería quemarle el rostro, dijo, porque le recordaba lo que nunca podría tener, pero le quemó más del 60 por ciento del cuerpo: la cara, los ojos, el cuello, el tórax… Eyvi no sobrevivió a sus heridas.

Si finalmente Hazte Oír se atreve a hacerlo, ese autobús antifeminista estará muy lejos de rendirle homenaje a la joven de 23 años que fue golpeada y violada con una crueldad insoportable por un grupo de hombres en un autobús que circulaba al sur de Nueva Delhi. A la que le arrancaron el intestino con las manos luego de abusarla durante horas. A la que tiraron desde el autobús en marcha para matarla.

Por eso imaginamos que los primeros que se montarán en ese bus serán, claro, los miembros de 'la manada', que siguen libres con el visto bueno de la Audiencia de Navarra que este miércoles desestimó los recursos de las acusaciones. 'La manada' serían unos padrinos a la medida para un bus que quiere una vez más que oigamos en altavoz su palabra envenenada contra los derechos de las personas.

El Papa Francisco, que al lado de los de Hazte Oír parece Paul B. Preciado, ha criticado hace unas horas también “los excesos del machismo”, que considera a la mujer una “persona de segunda clase”, criticando incluso el trato que da la propia iglesia a las monjas. Qué bonito queda decirlo. Pero lo que no dice el Papa –que habla de curas pedófilos y feminismo tan de la boca para afuera como Albert Rivera habla de cualquier cosa–, es que gran parte de la ideología machista que reina en nuestras sociedades desde hace siglos y que ha llevado a estos fundamentalistas a inventarse autobuses que los dejan en ridículo, está grabado a sangre y fuego en sus santas escrituras. Es la Biblia que agitan contra nosotras. Es esa iglesia que hasta ahora no acepta ni nuestros derechos sexuales, ni nuestras identidades diversas, ni nuestro derecho a decidir.

Son los mismos que no purgan a fondo su institución porque piensan que los curas que abusan de niñas y niños solo pasan por un mal momento y que son casos puntuales cuando en realidad es todo el sistema y estructura que los sostiene. Pero a la hora de cobrar la casilla del IRPF, son los primeros en pasar por caja y así el año pasado han batido récords de recaudación. No lo duden: les pagamos el vino y el queso a los curas violadores. Este es el fondo de Hazte oír y los autobuses que quieren seguir viviendo de nuestros impuestos y de la ignorancia.

Finalmente, la idea de un autobús antifeminista no es ni siquiera original porque ya existe, ese autobús es otro lugar más, como las calles, como los hogares y espacios que compartimos con machirulos, como los Estados feminicidas, como la justicia patriarcal, entre los que triunfa la indiferencia, la falta de empatía, cuando no la crueldad y el crimen, donde todavía no podemos sentirnos seguras, sanas y salvas. Un autobús contra el feminismo no puede ser otra cosa que un autobús contra las mujeres. Si sale por la ciudad nos tendrán en todas las paradas.

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