La lente rota de El Objetivo
El domingo, en El Objetivo de La Sexta, las feministas volvimos a ver un programa sobre feminismo donde la mitad de las invitadas a debatir no eran siquiera feministas. Eran mujeres, algo es algo: Francina Armengol (presidenta del Gobierno de las Islas Baleares por PSIB-PSOE), Uxue Barkos (Geroa Bai, presidenta del Gobierno de Navarra), Mónica Oltra (Compromís), la jefa de la oposición en Cataluña, Inés Arrimadas (Ciudadanos) y la alcaldesa de Logroño por el PP, Cuca Gamarra. El denominador común de estas, además de su género, fue que todas eran políticas. A lo mejor estoy muy loca por esperar que lo que tuvieran en común quienes asisten a un programa sobre un tema sean expertas en dicho tema.
El feminismo, una vez más, se vio representado en la tele por personas que apenas saben el significado de la palabra. El feminismo como espectador, nunca como protagonista. Esto no es nuevo, por supuesto. Estamos harta de verlo.
Pierde una las esperanzas cada vez que se sienta delante de la televisión para ver un programa sobre feminismo con el que aprender e inspirarse, porque todos se resumen a lo mismo: invitados que opinan sin saber, que tergiversan y usan palabras sin saber su significado. Como fue el caso de la miembro del PP, Cuca Gamarra, que dijo literalmente: “Tenemos que conciliar en lo profesional pero también en lo personal”. Que una política del partido de Gobierno no sepa que la conciliación se refiere a conciliar la vida profesional con la personal refleja bastante bien el nivel del debate. Hacen políticas sobre conciliación sin saber qué es la conciliación. Bien, sigamos.
Inés Arrimadas dejó claro por una parte que desea que llegue el momento en el que no hagan falta cuotas para alcanzar la paridad, y tras decir esto, defendió por qué no está a favor de las cuotas. Es decir, hacen falta, porque en su propio partido las mujeres llegan justo al 25% del total, pero está en contra.
Esto no se sostiene más que explicándolo desde la ideología de su partido: misoginia y machismo a raudales, porque saber lo necesario de las cuotas y a continuación negarse a ellas, aludiendo además a que restan democracia interna a un partido, es contradecirse y mentir sabiendo que estás contradiciéndote y mintiendo. No hay coherencia en su mensaje, no hay lógica, pero les da igual tanto a ella como a su partido. Prima su ideología, que siendo de derecha jamás podrá ser feminista. El “cambio tranquilo” iba de esto, de no cambiar nada en absoluto.
Cuca Gamarra se unió al no a las cuotas, porque “yo estoy aquí sin cuotas”, o lo que es lo mismo: si yo estoy, ¿por qué las demás no? Si yo he podido, será que las demás no quieren. La transversalidad de las opresiones es un tema que tampoco llevó preparado Cuca. Incapaz, como siempre en el Partido Popular, de darse cuenta de que además del género también hay otras discriminaciones y no todas las personas –ni todas las mujeres– empezamos la vida desde el mismo lugar y con el mismo número y calidad de oportunidades, y que precisamente para eso existe la discriminación positiva.
Mónica Oltra, por su parte, estuvo muy acertada, como siempre. Y no es casualidad que se trate de una política de izquierdas, es simplemente lógica. Ella lleva las bases de la ideología de la izquierda a la práctica, tan fácil como eso. Esto es, precisamente, lo que muchas echamos en falta en muchos hombres de la izquierda, que lamentablemente sólo ven opresión en la clase y no en el género, porque sólo sufren la primera.
Si en algo no estuve de acuerdo con Oltra es sobre un tema del que ya habíamos discutido durante la campaña #UnHomeDeVeritat: los hombres de verdad sí pegan. Los hombres de verdad sí matan. No son hombres de mentira, ni son menos hombres que los aliados feministas. Apelar a una nueva masculinidad es en sí machista. Aquí hablé de ello a raíz de un artículo de Risto Mejide en el que aseguraba que un maltratador no es un hombre.
Aun así, su discurso fue un discurso feminista, que es de lo que trataba, creo, el programa. Lo abrumador, el verdadero miedo y peligro, es que las dos representantes políticas que menos idea tenían de qué es el feminismo o para qué nos sirve a las mujeres eran precisamente las del Partido Popular y la de Ciudadanos, lo cual es desmoralizante para las mujeres españolas, teniendo en cuenta que son precisamente estos partidos los encargados de acabar con la violencia de género, con la brecha salarial, con el techo de cristal, con las violencias sobre nosotras y nuestra discriminación.
Por si fuera poco, también preguntaron si se consideraban feministas a un puñado de personas: periodistas, actrices, cantantes... sin tener en cuenta si tenían conciencia feminista o no. Alguna, como Leticia Dolera, no tuvo reparos en reivindicar la necesidad del feminismo y se autoproclamó como lo que es: feminista radical. Pero, al final, su mensaje quedó visto como una simple opinión que puede ser correcta o no, ya que también apareció ante nuestros ojos Carlos Alsina demonizando el feminismo radical y estigmatizándolo, asegurando que ese feminismo “demonizaba a los hombres por el hecho de ser hombres”.
En un programa que, entiendo, pretendía ser pedagógico ¿qué sentido tenía poner a personas machistas con una opinión sin fundamento? ¿Crear debate sobre si feminismo sí o feminismo no? ¿Seguir fomentando que haya personas que crean que existe un feminismo que es malo y otro bueno? ¿No lo piensan ya suficientes millones de personas? ¿No es acaso Carlos Alsina un líder de opinión al que siguen a pies juntillas miles y miles de oyentes? ¿Cuántas chicas feministas anoche en sus casas, mientras intentaban convencer a su padre de lo positivo del feminismo, vieron aparecer a Alsina con esta canción y se vinieron abajo porque contra personajes como él ellas no pueden competir? ¿O mujeres con sus parejas? ¿No hemos aprendido todavía que para la mayoría de hombres, es otro hombre el que lleva razón y sabe de lo que habla? ¿No ha quedado claro aún que las mujeres, ni aun siendo expertas en un tema, nos libramos del mansplaining y de la nula credibilidad?
A veces, desde el feminismo, reclamamos más espacios dedicados a instruir sobre este tema, porque el feminismo es vital para acabar con el sistema patriarcal y todas las violencias que conlleva. Pero obviamente cuando los medios acaban dándole cabida... el resultado siempre es demoledor. Más argumentos machistas para los machistas, más dudas para los indecisos, más ataques para las mujeres con conciencia feminista, más lucha y más batallas.
El feminismo no es una opinión que puede ser correcta o incorrecta, no es opinable, es un hecho: una lucha por la liberación y el empoderamiento de las mujeres sin la cual el machismo jamás desaparecerá.
Si las mujeres podemos votar es gracias al feminismo.
Si Ana Pastor presenta un programa es gracias al feminismo.
Si Inés Arrimadas es política es gracias al feminismo.
Si Cuca Gamarra puede hablar en público sin permiso de su marido es gracias al feminismo.
Si yo estoy escribiendo este artículo en un medio es gracias al feminismo.
No se puede dar cabida a personas que lo ataquen, que lo desvirtúen, que mientan. Porque la obligación del periodismo es la de formar e informar, no la de crear más confusión, tergiversar, enredar y, en definitiva, distanciar más a las feministas de la sociedad.
Y ese feminismo con el que millones de mujeres han ido conquistando derechos para todas nosotras es el mismo que se ha enfrentado durante toda la historia a hombres como Alsina, que tacharon siempre lo que no les gustaba de feminista odiahombres. Y también han tenido que lidiar con mujeres como Arrimadas o Gamarra, opuestas a medidas paritarias que pueden ir disminuyendo la discriminación que sufrimos.
Más palos en nuestras ruedas desde los medios, desde el Gobierno y desde todos los ámbitos de poder. Luego, con encargar un estudio sobre la violencia de género y concluir que a las mujeres nos matan porque nos separamos demasiado rápidonos separamos demasiado rápido, ya lo tienen todo solucionado. Y la conciencia tranquila. Y aquí paz y después gloria. Sobre todo para ellos, claro.