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Opinión - El presidente Sánchez no puede ceder

Bienvenida a la democracia

Macarena Olona en una imagen de archivo

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Uno llega a la arena pública desde la nada -o desde la abogacía del Estado- y se cree que es para toda la vida. A los paseantes del plan nuevo de la política les pasa lo mismo que a los del plan antiguo, que se creen imprescindibles, que nada será igual ya sin ellos y que sin su sapiencia el barco que dejaron, voluntaria o involuntariamente, irá a la deriva. Les devoran sus propios egos. 

Tanto foco, tanto atril, tanto micrófono y, luego, pasa lo que pasa, que no pueden vivir sin testimoniar cada mañana. A unos les da por incordiar a sus sucesores y a otros, por meter el dedo en el ojo del partido propio o del correligionario al que defendieron contra viento y marea. Y casi todos  buscan protagonismo allá donde se lo facilitan para subrayar deficiencias que durante demasiado tiempo encubrieron, negaron o justificaron. 

Ejemplos hay de todos los colores. Felipe González, José María Aznar, Albert Rivera, Esperanza Aguirre, Pablo Iglesias… Este último dijo que se iba convencido de que su renuncia era “lo más útil para Podemos” y, sin embargo, aún es su mano la que mece la cuna de la formación morada. Su caso es tan clamoroso que a veces uno tiende a pensar que se ha olvidado de que un día fue vicepresidente del Gobierno de España, que otro decidió dedocráticamente designar a Yolanda Díaz candidata a la presidencia del Gobierno, que se sirvió durante años de los medios de comunicación que hoy critica o que usa ahora como altavoz a aquellos micrófonos que denostaba. 

A Iglesias le pasa lo que durante años le ocurrió a González, que no terminaba de curarse de su marcha y que cada vez que se ponía delante de un micrófono desprendía bilis. Marcharse no es fácil. Ni de los lugares en los que uno fue feliz, ni del amor, ni de los trabajos, ni tampoco de la política. Asistimos ahora a la despedida por entregas de la musa de la ultraderecha española.

Macarena Olona se fue tras un pírrico resultado en las elecciones andaluzas, pero sin duda no quiere irse. Aún no sabemos con certeza si se marchó por voluntad propia o si la empujaron a marcharse, pero ella contó en un comunicado que se iba por motivos médicos y que su intención era pedir el reingreso a la abogacía del Estado. Su extravagante, provocadora, explosiva e hiperventilada personalidad le habían granjeado más de un enemigo dentro de un partido monolítico en el que, dado su hermetismo, hasta ahora no trascendía ni una sola diferencia interna.

Hay quien dice que aspiraba a arrebatar el liderazgo a Santiago Abascal, que su ambición era desmedida y que había que apartarla como fuera. La verdad de lo que pasó no la sabremos nunca, pero Vox ha zanjado este jueves la posibilidad de un regreso que Olona empezó a pedir apenas un mes después de haberse despedido. “Este es el fin del camino, le deseamos lo mejor en lo político y nos tendrá siempre a su disposición en lo personal”, ha dicho el portavoz parlamentario, Iván Espinosa de los Monteros con intención de que amaine la tormenta interna.

Y Olona se ha dado cuenta ahora de que en las siglas en las que militaba o aún milita -eso tampoco nos queda claro- “falta democracia interna”, es “excluyente” y no practica “el respeto”. Cuando insultaba desde la tribuna del Congreso a los oponentes nada decía de la desconsideración que ella mostraba hacia los demás jaleada por todos sus colegas de escaño, ni de que Vox pateara el derecho a la información y la libertad de expresión, ni de las mentiras vertidas en sede parlamentaria, ni de los insultos proferidos contra cualquiera que le llevara la contraria… Y, con todo, lo peor es que la exclusión que dice la ex candidata a la Junta de Andalucía que practica Vox en su organización interna es la misma que ella ha defendido para con algunas minorías en un proyecto de país que pone en riesgo el modelo de convivencia. 

Ahora se queja de que el partido activara su “linchamiento” y pusiera en marcha la “máquina de triturar carne” contra ella, exactamente  lo mismo que ha hecho Vox con su activa colaboración contra todo el que opinara distinto a su ideario xenófobo, machista, racista y homófobo en el Congreso, en la calle o en las redes sociales. 

Bienvenida a la democracia, aunque sea tarde y usted, señora Olona, no haya demostrado respeto alguno por ella en su escasísima trayectoria pública y mas escasa aún cultura política.

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