Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
Puigdemont estira la cuerda pero no rompe con Sánchez
El impacto del cambio de régimen en Siria respaldado por EEUU, Israel y Turquía
OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González

La boda roja

Cristina Pardo

La política que practican los partidos independentistas en Cataluña es a estas alturas una apisonadora capaz de aplastar incluso todo sentido común. La coherencia y la lógica se sitúan en un segundo plano, al servicio de la causa mayor en que se ha convertido el Estado propio.

Por un lado, ante el temor a un batacazo electoral, Mas ha tenido que cumplir las exigencias de la CUP y renunciar a ser presidente, algo que dijo que nunca haría. Pero además, después de meses defendiendo las urnas a capa y espada, presume de corregir con un golpe de mano los resultados electorales y de escoger a dedo a su sucesor. Después de meses defendiendo las urnas a capa y espada, ha entregado su cabeza a cambio de obligar por escrito a dos diputados de otro partido a renunciar a lo que son para estar a los pies de su grupo parlamentario. En definitiva, después de meses defendiendo las urnas y presumir de profundas convicciones democráticas, fue cuarto de una lista en la que mandaba él, que encabezaba otra persona mitad independiente mitad comparsa, y que al final ha arrojado al Palau de la Generalitat a un señor que era alcalde de Girona.

Por otro lado, la CUP ha cumplido su palabra y no investirá a Mas. Precisamente por eso, resulta muy difícil de entender que este partido trague con los términos humillantes en los que está redactado su acuerdo con Mas. Humillantes en fondo y forma. Bastante sacrificio ha supuesto para la CUP el desnudo asambleario que dejó a la intemperie su profunda división interna. Tampoco se entiende que se rindan a Junts pel sí, hasta el punto de comprometer el sentido de su voto durante toda la legislatura. Si rechazaron a Mas por sus recortes, ¿por qué ahora se arriesgan a tener que tragar no con él, pero sí con sus políticas?

En definitiva, comprendo la ilusión que este matrimonio puede despertar entre los que defienden la independencia de Cataluña; un sentimiento, en mi opinión, legítimo. Pero impulsar esta escabechina con el 48% de los apoyos (hasta el punto de que sus defensores han tenido que “corregir” la aritmética parlamentaria), echando un pulso al Estado, sin la complicidad internacional y dejando el camino sembrado de cadáveres políticos y salvajes incongruencias, me parece un precio totalmente desorbitado.

Etiquetas
stats