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La candidez de Vox

Los dirigentes de Vox, en el mitin.

Ruth Toledano

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Con Rocío Monasterio a su derecha y Santiago Abascal del lado del que se saca el kleenex, se ve en un vídeo a Ortega Smith, secretario general de Vox, moqueando en el mitin ultra celebrado el domingo pasado en Vistalegre. Tose, sorbe nariz arriba, se la limpia con el pañuelo, parece que le cuesta respirar. Tiene cara de encontrarse mal. A su alrededor, 600 cargos públicos de la extrema derecha y 9.000 simpatizantes de los que antes se llamaban fachas. El martes se confirma que tiene coronavirus y los concejales, diputados y asesores de la formación anuncian que se han puesto en “cuarentena voluntaria”. Vox admite que fue “un error” celebrar un acto público multitudinario y pide “perdón”.

Todo parece muy sensato (lo siento mucho, me he equivocado, no volverá a ocurrir), pero no. En tan contritas palabras hay una agenda oculta que resulta evidente, valga la paradoja: arremeter contra el Gobierno. No iban a ser ellos, dicen, quienes generaran alarma social, “sería irresponsable”. La culpa de que Ortega Smith pueda haber montado la de dios es cristo entre sus seguidores recae, vienen a decir, sobre los responsables de la nación, que dejaron claro que les daba igual que cayéramos como perdices permitiendo que se celebraran, por poner un ejemplo cualquiera, las manifestaciones de feminazis del 8M, o lo que ellos llaman “agenda propagandística” del Ejecutivo. En fin, que ellos eligieron la irresponsabilidad del contagio frente a la irresponsabilidad de la alarma (para algo tienen el perdón cristiano) y lo hacen en un momento crucial para contrastar la fuerza del músculo político, por el que cuentan con 52 diputados, con el impacto de los escándalos de la lideresa Monasterio, cercada por sus presuntos delitos. Pero las de la propaganda son las otras.

Es posible que el Gobierno tuviera que denegar los permisos para la celebración de manifestaciones feministas (y partidos de fútbol racistas y misas machistas), como al parecer se barajó, pero es de un cinismo mayúsculo que los de Vox digan que no cancelaron su acto de autoafirmación por “candidez”. Esa es la palabra que han usado en el comunicado del coronavirus de Ortega Smith. Como si candidez y Vox no fuera un oxímoron. Cualquiera que vea el vídeo de Ortega Smith en Vistalegre se dará cuenta de que es una evidencia que estaba sintomático. Era él, más allá de lo que dijera el Gobierno o dejara de decir, quien tendría que haber mostrado la responsabilidad de no ir a toser y a dar golpes en la espalda a otros machotes de su cuerda.

“Como un toro”, dice Jorge Buxadé, número tres de Vox, que está Santiago Abascal. Habrá que suponer que se refiere a un toro antes de ser tentado y marcado y picado y banderilleado y estoqueado, pero eso es otro cantar. El caso es que se dice también que Abascal fue informado de la gravedad de la situación sobre el coronavirus en Madrid y presionado para no celebrar el acto de Vistalegre. Y Abascal decidió seguir adelante con su demostración de fuerza, que hizo coincidir precisamente con el 8M de los guantes de látex. Es vergonzoso venir ahora con un comunicado que echa la culpa al Gobierno de la manera más torticera, un comunicado que recuerda incluso que Vox pidió hace unos días el cierre de las fronteras españolas. Como si no supiéramos que el Pisuerga pasa por Valladolid. Como si no tuviéramos ojos en la cara para ver el vídeo de su correligionario, Ortega Smith, moqueando en Vistalegre. Como si no fuera un descarada evidencia la agenda oculta de su perversa candidez.

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